De joven simpatizante del nazismo a fiel colaborador con los aliados durante la Segunda Guerra Mundial; de esposo enamorado a infiel protagonista de numerosas aventuras extramatrimoniales ; de súbdito devoto a escandaloso cómplice de notorios casos de corrupción, Bernardo Leopoldo Federico de Lippe-Biesterfeld, nacido en la ciudad alemana de Jena en 1911, nunca dejó de sorprender ni a los holandeses, ni a su propia familia, que ha ido descubriendo secretos muchos años después de su muerte a los 93 años. Lo demuestra el hecho de que su testamento personal se haya conocido muchos años después de su muerte, en febrero de 2021 y se sabe que fue modificado seis días antes de su fallecimiento. Una de sus amantes, la francesa Hélène Grinda, madre de su hija Alicia, fue una de las más beneficiadas, con joyas de gran valor. El rey consorte repartió entre sus familiares y amantes, y algunos miembros del servicio, tapices, medallas o pitilleras e incluso botellas de champagne
El compromiso matrimonial de la princesa Juliana con su alteza serenísima el Principe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, príncipe de la aristocracia Alemana, se anunció el 8 de septiembre de 1936. La boda se celebró el 7 de enero de 1937. La reina Guillermina, madre de Juliana, había buscado sin descanso y ningún pretendiente le parecía adecuado. Bernardo se había licenciado en Derecho en Lausana y en Berlín y pertenecía a una de las familias aristocráticas más importantes de Alemania. Amaba los coches, que le gustaba conducir a alta velocidad, esquiaba y montaba a caballo con gran destreza. Con el tiempo se convirtió en uno de los miembros más ricos de la realeza europea. Le gustaban los negocios, pero también se vio envuelto en casos de soborno. Pero su pasado fue origen de controversia por su pertenencia al Partido Nacional Socialista, a pesar de que siempre se mostró rotundo asegurando que nunca había colaborado con el régimen nazi, ni había sido un simpatizante. Parece que es cierto y que, al convertirse en holandés, sus lealtades con su país de adopción fueron firmes.
La boda de Bernardo y la reina Juliana se celebró el 7 de enero de 1937. /
Bernardo y la reina Juliana tuvieron cuatro hijas: Beatriz, Irene, Margarita y Cristina. Durante la guerra, Juliana se trasladó con sus hijas a Ottawa, Canadá, donde nació la cuarta, tras la invasión alemana del 10 de mayo de 1940. Primero se instaló en Gran Bretaña y luego viajó sola a Canadá. Bernardo permaneció en Gran Bretaña con la reina Guillermina, la madre de Juliana, y visitaba a su familia con frecuencia. Juliana regresó a los Países Bajos en abril de 1945. La familia se reunió en agosto. La futura Reina jugó un papel activo en las operaciones de liberación de los holandeses deportados y sometidos a unas duras condiciones durante la invasión. Juliana accedió al trono el 6 de septiembre de 1948.
El matrimonio real tuvo dificultades desde el principio. Bernardo era un hombre inquieto que encajaba mal en la rígida estructura reservada a un consorte. Durante años se habló de numerosas aventuras extramatrimoniales. Él reconoció haber sido padre de dos hijas fuera del matrimonio: la primera, Alicia von Bielefeld, tiene ahora unos setenta años y es norteamericana. La segunda, Alexia, de unos 55 años, es francesa y es fruto de su relación con la modelo Helène Grinda, a la que compró un lujoso apartamento en París. Bernardo aseguraba que su esposa siempre estuvo al corriente y trató de forma amigable a las dos mujeres. Justo después de morir, se publicó de forma póstuma, una impactante entrevista del príncipe Bernardo en la que lo «contaba todo». Un gesto que su hija, la reina Beatriz, desconocía y que removió los cimientos de la Casa de Orange. Bernardo llevaba ya muchos años alejado de la vida de la familia real, pero buscaba dejar las cosas claras para la posteridad.
Pero uno de los episodios más turbulentos del matrimonio de Bernardo y Juliana fue el llamado «escándalo Hofman» relacionado con una vidente llamada Greet Hofman a la que Juliana pidió ayuda para tratar los problemas de visión que aquejaban a su hija pequeña, Cristina. Bernardo llevó a palacio de Soestdijk a este personaje que se definía a si misma como «consejera espiritual». La relación del matrimonio con Hofman a punto estuvo de costarle el trono y el matrimonio a Juliana. Su influencia sobre la reina fue creciendo de tal modo, que acabó inspirándole ideas pacifistas en plena Guerra Fría. Tras casi una década de relación y tras la insistencia del Gobierno, Hofman dejó a la familia real. Hay quien dice que fue una maniobra conspirativa de Bernardo para forzar la abdicación de Juliana a favor de su hija Beatriz. La sanadora llegó a acusarle de quedarse con el dinero de su esposa, algo que él desmentía rotundamente. Finalmente, él le dio un ultimátum a Juliana: o la sanadora o él. El matrimonio sobrevivió, pero las heridas tardaron en cerrarse.
Pero los desatinos de Bernardo no habían terminado. En los años setenta, se vio envuelto en un turbio caso de corrupción, cuando recibió un millón de dólares de la empresa estadounidense de aviación Lockheed Martin. La investigación duró años y no llegó a aclarase del todo. El príncipe reconoció que había aceptado el dinero a cambio de influir sobre el Gobierno holandés para que comprara aviones a este fabricante. Siempre dijo que lo había lamentado y que había invertido el dinero en el Fondo Mundial para la Naturaleza, una organización que él mismo fundó en 1961. ¿Qué pasó con el dinero? Nadie lo sabe, pero Bernardo perdió su condición de embajador comercial de los Países Bajos. Desde entonces sus movimientos fueron mucho más controlados.
La reina Juliana murió en 2004. Había renunciado al trono a favor de su hija Beatriz en 1980. Una biografía publicada en 2016 por la socióloga Jolande Withuis, «Juliana, princesa en un mundo de hombres», cuyo trabajo de investigación duró varios años, destapó nuevos problemas del matrimonio entre Juliana y Bernardo. La biografía desvela supuestos malos tratos de Bernardo a su esposa, humillaciones, durante la luna de miel y los abusos a una menor invitada a palacio. Bernardo acabó prohibiéndole a su esposa que le visitara tiempo antes de morir. Ella falleció nueve meses antes que él y nunca se despidieron.