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La estrategia de la reina Letizia para que conozcamos a la princesa Leonor: vida privada y escolar blindada y fotos solo de la agenda oficial

Las críticas por el desconocimiento general de las ideas, gustos y temperamento de la princesa Leonor no hacen mella en Letizia. La reina pretende proteger la vida privada de la futura reina al máximo.

La familia real española no puede parar de apuntarse éxitos. Al gran papel de la reina Letizia como anfitriona de primeras damas y caballeros de la cumbre de la OTAN en Madrid, se suma ahora una nueva aparición triunfal de la princesa Leonor, con motivo de la entrega de los premios que concede en su nombre la Fundación Princesa de Girona. No se les puede poner un pero en lo que a las labores de representación se refiere: el aplauso es general.

Una vez más, la princesa Leonor ha demostrado que es capaz de enfrentarse a cualquier tipo de auditorio y, además, dirigirse a él en inglés, castellano y catalán. No está nada mal para una joven que aún no ha cumplido 18 años, pero que ya domina las artes de la comunicación y la diplomacia que requieren las apariciones de máximo nivel. Estamos, sin duda, ante otra gran profesional en ciernes, como su madre, la reina Letizia.

Es comprensible que se alcen algunas voces críticas con las apariciones de la princesa Leonor: sus discursos y apariciones saben a poco. En realidad, cada vez saben a menos. Aunque los reyes Felipe VI y Letizia jamás fueron partidarios de sobreexponer a sus hijas, lo cierto es que desde el traslado de la princesa Leonor al colegio de Gales donde cursa bachillerato, las ocasiones para ver a las hermanas menudean.

Queda ya lejos aquel verano del 2020, cuando Felipe y Letizia, Leonor y Sofía, decidieron dedicar parte de su verano a recorrer España para acercarse a una ciudadanía aún asustada por el coronavirus. Desde entonces, las apariciones de las dos adolescentes se limitan a los contados compromisos que acepta su agenda oficial, como los citados premios de la Fundación Princesa de Girona o los premios de la Fundación Princesa de Asturias.

Por este motivo, hay quien comienza a reclamar una mayor presencia de Leonor y Sofía en la vida pública y, sobre todo, algún tipo de estrategia que permita a la ciudadanía conocer mejor a la princesa y futura reina Leonor y a su hermana, la infanta Sofía. Parece raro, sostienen algunos, que a estas alturas de su biografía apenas sepamos nada sustancial de ellas: sus gustos, sus aficiones, sus sueños, sus proyectos.

Sostienen estas voces críticas que la ciudadanía española conocía mucho más al adolescente que fue el príncipe Felipe que a sus hijas, muy protegidas por la reina Letizia de la curiosidad general. Puede que sea así, pero lo cierto es que las entrevistas del joven príncipe Felipe comenzaron a aparecer cuando este cursaba COU (equivalente al último año de bachillerato) o ya asistía a la universidad. Ya había cumplido los 18 años cuando comenzaron a aparecer todos aquellos reportajes que contaba su nueva vida en Georgetown o sus actividades vacaciones. Leonor y Sofía aún no han cumplido la mayoría de edad.

Es prudente que la reina Letizia quiera proteger la adolescencia de sus hijas al máximo, para que puedan disfrutar de cierta privacidad en unos años que son críticos para el desarrollo personal a todos los niveles. De hecho, no va a apartarse ni un milímetro del plan trazado para ellas: apariciones puntuales dentro de la agenda oficial y vida privada totalmente blindada.

No debe de extrañarnos esta radical separación entre la vida familiar y personal, prácticamente inexpugnable, y las labores de representación institucional de la familia real. Es una política que la reina Letizia ha impuesto en Zarzuela desde el momento en que pudo tomar las riendas de cómo, cuándo y porqué debe aparecer ella misma o sus hijas.

Efectivamente, la figura de la princesa Leonor está rodeada de cierto hermetismo, el mismo que se ha impuesto alrededor de toda la familia real, a la que ya es imposible acceder de manera informal como se hacía antes, al menos durante sus estancias vacacionales en Palma de Mallorca. Se va imponiendo esa consideración del trabajo de ser royal como una tarea profesional y no tanto como una entrega total. No es solo la política de la reina Letizia: es una tendencia que lleva camino de afirmarse en las monarquías del siglo XXI.