Es una crítica recurrente que va aumentando de intensidad conforme la princesa Leonor y la infanta Sofía se hacen mayores: los medios de comunicación demandan más información y más contenido de la siguiente generación Borbón. Se aduce que la ciudadanía necesita conocer mejor a las hijas de los reyes Felipe y Letizia, sobre todo a Leonor, futura reina. Sin embargo, la reina Letizia es inflexible: no parece que ninguna de sus hijas vaya a ampliar su margen de exposición al menos hasta la mayoría de edad. Y de entrar en su vida privada, ni hablar.
Es comprensible el deseo de saber más, y si es posible todo, de Leonor y Sofía. De hecho, muchos expertos en casas reales muestran abiertamente su cansancio ante la sucesión de posados de la familia real y demandan otro tipo de escenas más casuales, algo que Casa Real intenta promover, aunque resulte un poco artificial, como en el último paseo por Palma de Mallorca de los reyes y sus hijas. En realidad, se escenifica una apariencia de normalidad, no se da acceso a la normalidad real de la familia.
La cuestión de la visibilidad de los niños royal es un tema candente también en la monarquía británica, la que más se parece a la española en su apego a las formas tradicionales. En el resto de las monarquías europeas, su apertura y desmitificación ha hecho que los niños y adolescentes de las casas reales puedan llevar una vida más o menos normal, sin tanta atención ni sobreexposición. Cosa que no sucede ni con los Windsor ni con los Borbón.
La política de comunicación en la monarquía británica tiene poco que ver con la española, sobre todo porque todos los miembros de la familia real protagonizan sus propias cuentas oficiales en Instagram. Desde allí se suministra sin parar fotos de Carlos de Inglaterra, Camila Parker-Bowles, Isabel II y, sobre todo, del las estrellas de la familia Windsor: los duques de Cambridge y sus hijos.
De una manera u otra, todos los días existen imágenes nuevas de la familia real británica, en especial de Kate Middleton y Guillermo de Inglaterra. Sin embargo, en los últimos meses han comenzado a aparecer quejas con la saturación de fotografías de sus hijos, George (9 años), Charlotte (7) y Louis (4). Los niños están por todas partes.
Existe un agravante en esta situación que convierte este asunto en aún más delicado: es la misma Kate Middleton, fotógrafa amateur, la que acostumbra a fotografiarlos y a distribuir esas imágenes a los medios de comunicación. De esta manera, a las habituales fotografías a resultas de la agenda oficial de la casa real, unos eventos a los que no suelen faltar los niños de Kate, se suman las imágenes tiernas que publica su madre.
La sensación de saturación es evidente: los medios de comunicación no pueden parar de publicar imágenes de Louis, George o Charlotte haciendo mohines, correteando o llamando la atención sobre sus pequeñas personas royal. Son guapos, tiernos y van entrañablemente vestidos como pequeños príncipes y princesas. Irresistibles.
Sin embargo, comienzan a escucharse voces que piden a los Windsor que dejen de sobreexponer a sus niños porque, dicho directamente, están hasta en la sopa. Y cunde la sensación de que pueden terminar consagrándose como el vehículo publicitario más efectivo de una monarquía en horas bajas. Cuantos más escándalos ponen contra las cuerdas a Carlos de Inglaterra, su hermano Andrés o su hijo Enrique, más fotos de los niños de Kate Middleton se ven en la televisión y en la prensa británica.
«Conceded demasiado acceso a estos niños por parte del público y, veréis, terminaremos tratándoles como a personajes de ficción a los que querremos etiquetar en algún estereotipo: el gracioso, el malote, la repipi…», ha escrito un columnista del diario 'The Times'. «Y lo peor es que toda esta estereotipia es un material que pasa a formar parte de los libros de historia».
No es una exageración. Con solo dos años, George, el primogénito de Kate Middleton y Guillermo de Inglaterra, entró en la lista de los hombres mejor vestidos de la edición británica de la revista 'GQ'. Dos años después, puso de moda las lentejas y prácticamente hizo que se terminaran las existencias cuando se supo que era aficionado a ellas. A los ocho años ya podía presumir de tener un cómic cómico inspirado en su figura. A todo esto, parece que George es un niño esencialmente introvertido y tímido.
Ante este panorama, la política de puertas cerradas de la reina Letizia no parece tan exagerada. Sin duda, las familias deben proteger a los menores de edad de la sobreexposición en los medios de comunicación, básicamente porque se convierten en personajes, en caricaturas. Es una suerte no saber nada de las aficiones y gustos de Sofía y Leonor, para ellas y también para nosotros, que podemos mantener a raya la tentación de convertirlas en un cliché. Es la utilidad del misterio irreductible que defiende Letizia: nos permite no deshumanizar.
20 de enero-18 de febrero
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