«Lo único que tenía que hacer Sofía era educar a los niños y ni eso hizo bien». Esta es una de las frases que afirman los periodistas especializados en nuestra familia real que el rey Juan Carlos ha pronunciado sobre su esposa. y sirve como resumen sobre el tipo de madre que ha sido la reina Sofía para sus tres hijos, el actual rey Felipe VI y sus hermanas mayores las infantas Elena y Cristina .
No es ningún secreto que la reina Sofía llegó desde Grecia como princesa casada en un matrimonio sin amor y que subió al trono de España por una carambola del destino, un papel, el de reina, al que se ha aferrado contra viento, marea, escándalos, infidelidades y, en muchos casos, obligada por las circunstancias: su propia madre la advirtió sobre cómo sería su vida si se divorciaba. Desafortunadamente ese destino plagado de infelicidad matrimonial acabó afectando también a su manera de relacionarse con sus propios hijos, volcada en el único varón, Felipe, que era su esperanza y el gran trabajo de su vida, y dejando un poco de lado a sus hijas las infantas.
«La reina Sofía ha sido siempre muy fría con sus hijas», ha explicado la periodista Pilar Eyre en múltiples entrevistas y artículos. Es más, en un Sálvame Deluxe emitido el año pasado, la periodista y escritora llegó a afirmar que la reina era la culpable del desastre Borbón actual. « Doña Sofía no ha sabido crear hogar y no ha sabido ocuparse de sus hijas», afirmó ante las cámaras.
Otros cronistas famosos de la Casa Real han detallado a lo largo de los años pinceladas que concuerdan con el retrato que Eyre hace de la reina Sofía. El desaparecido jefe de la Casa del Rey, Sabino Arana, describía grandes broncas entre los reyes en las que no faltaban las descalificaciones y fomentaban un ambiente que impedía que la niñez del príncipe y las infantas transcurriera con normalidad. Jaime Peñafiel describió una de estas broncas con el rey gritando a la reina «te odio» mientras ella contestaba «Odiame, pero fastidiate, porque no te puedes divorciar».
En un clima tan tenso la reina Sofía acometió la relación con sus hijas como mejor supo, pero obviamente de una forma más controladora y observadora que cariñosa (de hecho existen pocos testimonios gráficos de la reina haciendo un gesto de cariño a sus hijas). Mucho más cercana a Felipe, al que hacía fotos sin parar, que a Elena y Cristina, la reina practicó con las infantas el mismo tipo de educación basado en la disciplina que había vivido ella misma de pequeña.
Aunque no envió a las niñas a un internado extranjero (como ella misma sufrió de niña cuando la enviaron al Schloss Salem alemán) sí pareció centrarse más en su rendimiento académico (que vigilaba estrechamente a través de los ayudantes que acompañaban en todo momento a sus hijos) que en sus dificultades infantiles y juveniles.
Es bien conocido que cuando la i nfanta Elena necesitó apoyo psicológico quién la acompañaba a su sesiones con la psicóloga tres veces a la semana era Sabino Fernández Campo, no su madre. Un hecho que contrasta con la reacción de la reina al traslado del príncipe Felipe a Canadá que tuvo lugar más o menos por la misma época: la reina Sofía se desplazó con su hijo al país anglosajón para conocer a todos y cada uno de sus profesores.
Quizá la reina Sofía se limitó a hacer con sus hijas lo mismo que ella había vivido desde que nació. A pesar de ser la primogénita de su familia su educación y su papel giró en torno al papel que la vida royal le tenía reservado: el de princesa segundona destinada a buscar marido y sin derechos sobre el trono, cedidos por completo a su hermano menor el futuro rey Constantino de Grecia.
Desde que llegaron al mundo sus hijas la reina Sofía hizo entender a sus hijas cuál iba a ser su papel en la familia real, ese que las dejaba reducidas a personajes de la alta aristocracia condenadas a una boda royal y un eterno segundo plano. Quizá por eso mismo siempre fue menos exigente con los resultados académicos de sus hijas, su objetivo era que se casaran bien y que permanecieran casadas.
El gran chasco llegó cuando la infanta Elena decidió que quería divorciarse y la reina le pidió que repensara su decisión. Al final el divorcio llegó y la reina, preocupada, se dedicó a digerir esa decisión mientras pagaba las facturas del psicólogo privado al que acudió su nieto Felipe Juan Froilán para superar la separación de sus padres.
Se abre la gran incógnita de si la infidelidad de Iñaki Urdangarin puede haber servido para unir a la reina Sofía con su hija menor. Ella, que tiene más experiencia que nadie en la familia real española sobre lo que significa ser víctima de una infidelidad pública, ha sido siempre una gran defensora de que Cristina e Iñaki Urdangarin permanecieran juntos. Así lo defendió incluso cuando estalló el caso Nóos.
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Explican en el portal Informalia que la Casa Real tuvo la verdadera primicia de las fotos de Iñaki Urdangarin con Ainhoa Armentia y que la reina Sofía lloró al conocer la humillación pública de su hija. Pero su hija, en vez de buscar consuelo en ella prefirió viajar hasta Abu Dabi y entrevistarse con su padre. Mientras la infanta viajaba de ida y de vuelta y permanecía 10 días en España sin visitas públicas a su madre, en Monarquía Confidencial afirman que la reina Sofía está encantada ante la idea de que, en contra del consejo del rey Juan Carlos, su hija Cristina decida, de nuevo, decida no firmar los papeles del divorcio. ¡Será que por fin madre e hija se han puesto de acuerdo en algo?