Aunque los contenidos de entretenimiento que generan Meghan Markle y el príncipe Harry interesan cada vez menos, el morbo acerca de su situación en Estados Unidos y su relación con la familia real británica sigue al alza. Claramente, el público no puede separar a los duques de Sussex de su némesis Windsor en Buckingham Palace. Todo lo que se salga de esa ecuación, un poco, sobra.
Esta cruda realidad ya está sobre la mesa después de los pobres resultados de audiencia del programa de los Sussex para Spotify y, de hecho, la plataforma rescindió su contrato con Harry y Meghan y un ejecutivo les calificó de «timo». Algunos lo veían venir, pero el príncipe Enrique y se estrella de la televisión no lo tuvieron en mente en ningún momento.
Harry y Meghan se embarcaron en su particular Brexit con la certeza de que lograrían en las colonias estadounidenses el reino que no tuvieron en Gran Bretaña. De hecho, la pareja cortó por lo sano con toda la familia Windsor que tiene algo de poder en Buckingham Palace. Solo se hablan con las hijas del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, Beatriz y Eugenia.
La desconexión con los Windsor no es, sin embargo, buen negocio para los duques de Sussex. Tampoco redunda en el engrandecimiento de su fortuna su batalla contra los tabloides británicos y los paparazzi londinenses. Harry y Meghan se han caído del guindo y comprueban, a golpe de contrato caído, lo importante que es que hablen de uno, aunque sea mal.
Solo en esta clave económica podemos entender la insistencia del príncipe Harry por volver a Londres, con la excusa que sea. Aunque tiene perfecta conciencia que es 'persona non grata', no pierde ocasión de aparecer por la 'City' londinense en viajes relámpago que, estos sí, le llevan a las portadas. De otra manera, el duque de Sussex se vuelve un fantasma.
El príncipe Harry ha acudido a Londres cada vez que los Windsor han reclamado su presencia en eventos donde lo dinástico y lo familiar van indisolublemente unidos. El último, la coronación de Carlos III . Fue otro viaje relámpago y, por primera vez, sin Meghan Markle . Podemos sospechar que la duquesa de Sussex ha tirado la toalla totalmente con las islas británicas.
Harry, sin embargo, es pertinaz. Además de cruzar el Atlántico para testificar en cada juicio que mantiene contra la prensa amarilla , volverá a Londres para asistir a la entrega de unos premios benéficos que, oh casualidad, coinciden con el primer aniversario del fallecimiento de Isabel II . El rey Carlos III quiso darles todo el protagonismo en esta fecha a los príncipes de Gales. Ya no va a ser posible.
La entrega de los premios de la organización WellChild, que se ocupa de niños y jóvenes con gravemente enfermos, tendrá lugar el 7 de septiembre, solo un día antes del fatídico 8 de septiembre que marcó el fin de la biografía de la longeva reina Isabel II, a los 96 años. A nadie puede sorprender que no vaya a coincidir con su padre, el rey Carlos III, o su hermano, el príncipe Guillermo . La ausencia de Meghan, sin embargo, sí es reseñable.
Lo cierto es que la visita relámpago de Harry a Londres, una más, es en realidad una escala en su viaje a Alemania, donde desde el 9 de septiembre será de nuevo anfitrión de los Juegos Invictus. De hecho, Meghan Markle acude también a este evento, cuya popularidad despegó en parte gracias a los Sussex. Sin embargo, ella volará directamente de California a Düsserldorf.
¿Suponen estos viajes relámpago del príncipe Harry un problema para Meghan Markle? ¿Viven los Sussex una crisis silenciosa debido al deseo del duque de no abandonar totalmente su país? La cuestión queda para otro volumen confesional de memorias , aunque todo indica que al duque de Sussex no le importaría nada recuperar la popularidad de antaño y volver a ser el favorito de los británicos.
Este reverdecer de la presencia de Harry en Reino Unido no es solo una cuestión afectiva. Como decíamos, también tiene trazas de oportunismo económico, pues los elevados ingresos a los que está acostumbrada la pareja solo se realizan si continúa vivo el lazo con los Windsor. A Meghan Markle no le queda más remedio que transigir con esta maquiavélica reconquista de Londres. Eso sí: no va a ser fácil a volver a verla por allí.
20 de enero-18 de febrero
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