El día D será el 17 de junio, pero la vigilancia a la pareja formada por Tamara Falcó e Íñigo Onieva no pierde intensidad, a pesar de los esfuerzos de los novios por desaparecer del ojo público. Se van conociendo, además, detalles de la boda que tantas lágrimas le ha costado a la marquesa de Griñón. Tenemos ya nombre de la persona que va a ayudar a Tamara a diseñar su vestido de novia: su fiel amigo Juan Avellaneda. Y, también, el de los padrinos.
No podía ser de otra manera. La madrina de boda será la madre de Íñigo Onieva , Carolina Molas. El padrino, el hermano mayor y aliado en los negocios de Tamara, Manuel Falcó. Es la figura masculina que ejerce de patriarca en el imaginario sentimental de la novia y, además, quien le cedió el título de marquesa de Griñón y comparte la gestión de El Rincón , el palacete que ambos tratan de poner en órbita de cara a su explotación comercial.
Aunque todo el mundo barajaba estos nombres, no dejan de ser significativos en este momento feliz para los novios pero complicado para ciertos familiares. Contra todo pronóstico, la boda de Tamara será más Falcó que Preysler , dado el protagonismo que tendrá la familia paterna y la difícil situación en la que las decisiones de la marquesa de Griñón han puesto al clan que lidera la matriarca Isabel .
La peliaguda situación se entiende mejor si centramos la atención en uno de los detalles de todo este embrollo sentimental que más suspicacias ha levantado en los últimos días. Hablamos de la celebración de la ceremonia religiosa en la iglesia de santa Bárbara de Madrid, gracias a que Tamara no anuló su compromiso con el párroco para casarse tal día 17 de junio. ¿Acaso no tuvo tiempo en los dos meses que duró su separación?
Este detalle no es baladí, pues demostraría que Tamara Falcó no tenía tan clara como parecía su ruptura con Íñigo Onieva o que, en todo caso, no estaba dispuesta a renunciar a su boda tan fácilmente.
El vídeo de Íñigo Onieva besándose con una joven en el festival Burning Man suspuso un tremendo escándalo meidático de castastróficas consecuencias. Es del todo comprensible que, además de preocuparse por el corazón roto de su hija, Isabel Preysler quisiera, sobre todo, proteger su dignidad y la integridad de su reputación. Ante la evidente humillación pública, el clan Preysler cerró filas. Recordemos que todo sucedió ante las cámaras y que hasta Ana Boyer vino de Dubái para apoyar a su hermana.
Con el sentido práctico que corresponde a una mujer que se ha casado tres veces, Isabel Preysler debía tener claro que es más fácil recomponer un corazón roto que restablecer la imagen de marca. De ahí la escenificación dramática de la ruptura, con multitudinarias ruedas de prensa, intervenciones en programas de gran audiencia y rechazo al desacreditado novio. Una exageración que pretendía salvar el honor de la novia.
Tamara Falcó no supo o no pudo relativizar aquel vídeo de un beso y la bola de nieve de repulsa a su prometido se hizo más y más grande. Ella misma reconoció en una multitudinaria rueda de prensa que Isabel Preysler rechazaba a Íñigo Onieva, unas reticencias que se extendieron por simpatía a su hermana, Ana Boyer, y al resto del clan. Imaginemos qué cara debió de quedarles a todos cuando la marquesa de Griñón anunció su reconciliación y que los planes de boda continuaban, como si nada.
La sabiduría popular recomienda, con infinita inteligencia, no meterse jamás en las cuitas sentimentales de los enamorados, pues la reconciliación suele llevarse por delante a los que toman partido por una de las partes.
En cuanto a los que ven conspiraciones por todas partes, también hay otra línea de pensamiento que plantea la posibilidad de que todo fuera una estrategia. La guionización de tramas y narrativas para alimentar portadas de la prensa rosa y programas de televisión lleva funcionando desde el principio de los tiempos mediáticos. Que ahora pueda realizarse en el mundo digital tampoco es nada extraño, ya que las influencers han normalizado totalmente la rentabilización de su vida privada y la ficcionalización de las biografías es algo habitual.
Lo que sustentaría esta hipótesis sería la efectiva revalorización de la marca Tamara Falcó a raíz de su dramática y dramatizada ruptura con Íñigo Onieva. Su valor en el mercado de los contenidos digitales está totalmente disparado gracias a un beso en el Burning Man y una gestión de la crisis inteligentísima.
Pero es mucho mayor lo que falla en esta hipótesis, el factor humano: realmente sería insólito que se planeara semejante trama. De hecho, puede que lo que mejor explique este sospechoso asunto de la fecha no sea su oportunismo, sino su mala gestión de lo emocional. ¿Y si simplemente la marquesa de Griñón no tenía tan claro que debía renunciar a la boda con Onieva pero no se atrevió a verbalizarlo durante el estallido del escándalo?
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?