ninguna boda es un evento
ninguna boda es un evento
El drama que ha rodeado el noviazgo de Tamara Falcó e Íñigo Onieva ha opacado el disfrute romántico que conlleva cualquier enlace de estas características: novia aristócrata, castillo de ensueño y 'dress code' espectacular. El infortunado episodio del vestido de novia fallido de Sophie et Voilá empeoró, aún más si cabe, la celebración. No la llamaremos ceremonia, la llamaremos evento.
Aunque la palabra resulte un poco fría y promocional, son los mismos novios los que se refieren a su enlace de esta manera. Parece raro que ni Tamara Falcó ni Íñigo Onieva sepan utilizar el diccionario para darle profundidad espiritual a este acontecimiento, ni siquiera en sus declaraciones más mediáticas. «A Íñigo le encanta organizar eventos», explicó la marquesa de Falcó, refiriéndose a su boda y a su novio, en la revista del saludo.
«Tenemos al que yo considero que es el mejor equipo en producción de eventos», explica Tamara en su primera entrevista de portada con Íñigo Onieva. El lenguaje no puede ser más delator del fondo de las cosas. Una pena que este día tan esperado, con una novia que ha soñado tanto con vestirse de blanco para casarse, termine siendo narrado en términos de gestión empresarial. .
Los detalles que se han ido filtrando sobre la boda de Tamara e Íñigo confirman que su boda, al menos de puertas para fuera, se está construyendo como un evento en toda regla. Imposible pasar por alto que va a fotografiarse un reportaje de revista que formará parte del pack de una exclusiva valorada en seis ceros. La vertiente de negocio, evidentemente, es muy importante.
Para desgracia de Tamara Falcó, sus desvelos con el vestido airearon pagos, intercambios de marketing y contratos publicitarios susceptibles de ser contratados a propósito de sus trajes de novia. Este tipo de detalles contantes y sonantes no han contribuido a alimentar un espíritu romántico o trascendental alrededor de la boda. De tanto seguirla a través de los medios, cuenta encontrarle el alma.
Unos 250 personas de personal atenderán a los 450 invitados que ocuparán el jardín de El Rincón, el palacio de 1862 donde se celebrará ceremonia y cena, elaborada por 45 cocineros según las instrucciones del chef vasco Eneko Atxa. Antes, en la preboda en el Ritz, los invitados podrán peinarse y maquillarse gratis gracias a acuerdos publicitarios con las marcas favoritas de la hija de Isabel Preysler.
Seríamos un poco injustos si sostuviéramos que esta vertiente comercial de la boda de Tamara e Íñigo es la única. Probablemente es la que los medios de comunicación subrayamos y, definitivamente, las manifestaciones de los novios delatan que la viven también como una operación de 'branding personal'. Y, sin embargo, también percibimos cierto deseo de que la boda no se convierta solamente en una teletienda o en un circo.
Pese a lo que traslucen las declaraciones de Tamara e Iñigo, futuros marqueses de Griñón, los novios pretenden algo más que un evento perfecto. Pese al desliz del 'evento', la marquesa de Falcó también ha reconocido que la vertiente religiosa del enlace es clave. «Lo importante de esta celebración es el Sacramento. Así que, cuando pierdo un poco el norte, me acuerdo de qué es lo que realmente importa», dijo recientemente.
Carolina Molas, madrina y madre del novio y, probablemente, la más sensata de las protagonistas femeninas de la celebración, también ha dejado constancia de su deseo de normalidad. De hecho, saldrá en las fotos de la exclusiva «para que sea una boda normal y no haya situaciones que no sean cómodas para nadie», dijo a un periodista de televisión que acechaba sus entradas y salidas de casa para lograr declaraciones.
La actitud de Carolina Molas, empresaria y mujer totalmente ajena al mundo de la publicidad, la influencia viral y los medios de comunicación, desvela esa otra cara de la boda de Íñigo y Tamara que echamos de menos. Quizá por el escandaloso drama de la infidelidad viral del novio o por el pudor de la pareja, no se traslada el romanticismo y la profundidad sentimental de un enlace que ha costado muchas lágrimas. Y mucha fe.
No lo dudamos: estamos convencidas de que la ilusión de Tamara, sumado a su religiosidad, hace que viva su boda como el día más importante de su vida. Por ello, nada más lejos del deseo de la marquesa de Griñón que terminar protagonizando un circo, un mero show para el entretenimiento en televisión o una fiesta más del verano en la capital.
Seguro que Tamara Falcó e Íñigo Onieva blindarán los alrededores de El Rincón ante cualquier mirada ajena, especialmente de los paparazzi, para preservar miradas, gestos y momentos tiernos. Sería estupendo si, además, ni el novio ni la novia hablara de su boda como si fueran meros anfitriones de una celebración. Van a ser mucho más.