Existe cierta ansiedad entre la audiencia viral por conocer el próximo capítulo de la historia de amor, influencia, infidelidad y ruptura brutal entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva . Es la nueva vida en directo, que ya no se trama en reality shows, sino en toda la programación de la televisión y en las redes sociales. Pero también en fiestas: Vargas Llosa organizó ayer una capea multitudinaria a la que sí acudió Ana Boyer. Pero no apareció Tamara. ¿Dónde estaría? Problablemente, rezando.
Ella es plenamente consciente de la expectación: los pasos que ha dado desde que abandonó la casa que compartía con el relaciones públicas así lo demuestran. Pero Iñigo Onieva parece decidido a iniciar un nuevo capítulo en el que pretende definir cómo será su futura relación con su ex. Y ha sacado toda la artillería para conseguir su objetivo.
La mayoría de las mujeres optan por un corte de pelo, un viaje o una terapia de shopping intensivo, pero Tamara Falcó no es como las demás. Su lugar de refugio para digerir la tremenda decepción de su noviazgo con Onieva (recordemos el brutal: «Abusó de mi confianza») ha sido la religión. Es, también, un mensaje a Íñigo: si él se pierde en el mundo de la frivolidad, ella se encuentra en el de la fe.
Tamara Falcó ha decidido emplear su momento de máxima exposición e influencia para predicar la palabra en el Foro de la Familia de México, en su peregrinación viral a Lourdes y en el pregón del Domund en la colegiata de San Isidro de Madrid.
Tamara Falcó reconoció ante los feligreses que ha comprendido su misión: «Llevar a Cristo a todos los lugares, incluidos esos sitios que parecían más frívolos». Sin embargo, ha sorprendido más la visión que tiene de su propia familia. La hija de Isabel Preysler admitió que «no entendía absolutamente nada» sobre su entorno familiar:
«Qué hacía yo siendo hija del marqués de Griñón, hija de Isabel Presley, con mis padres separados y casados muchísimas veces…», admitió en su pregón. «Y pensé: 'Pero Señor, de verdad, de verdad… ¿Qué hago aquí? Me tendrías que haber puesto en una familia cristiana normal, y yo te serviría fenomenal ahí. ¿Pero aquí qué hago?».
Pero, más allá de la admisión crítica de sus disquisiciones filosóficas, la preocupación en el fortín Preysler en La Moraleja es otra.
Lo que ahora más preocupa al clan Preysler, sobre todo a Isabel y Ana Boyer, es la posibilidad de una reconciliación, ya que Íñigo Onieva ha anunciado que no piensa renunciar a la marquesa de Griñón. Sintomáticamente, los contactos habituales de la matriarca en los medios de comunicación no se cansan de proclamar que eso es prácticamente imposible.
Pero, sin duda, el perdón está en la hoja de ruta de Tamara Falcó, pues ella misma así lo ha anunciado. Y no se puede descartar que Onieva entre en un proceso de reforma integral que consiga convencer a la influencer. Más aún: ¿acaso no sería la máxima prueba de amor (y de poderío de esa misión a la que la marquesa se ha entregado) la conversión de un alma descarriada en la frivolidad?
Isabel Preysler y sus íntimas han de estar espeluznadas, y con razón todo su entorno proclama en televisión que la reconciliación es imposible. Como si a fuerza de repetir la idea se volviera real. Hasta Juan de Avellaneda, íntimo de la marquesa de Griñón, niega la posibilidad.
Lo cierto es que Íñigo Onieva ya ha anunciado que piensa proyectar su intención de reconciliación en el anillo de compromiso, que no va a devolver. Tampoco va a guardarlo. Planea modificar su delicado pero endeble diseño para que se haga más fuerte, como la relación que busca reparar.
Onieva cuenta con algunas bazas a favor en esta difícil reconquista, en la que se va a encontrar con la oposición del clan Preysler. Una es su tía, Natalia Onieva, que cuenta con la confianza total de Tamara Falcó (incluso la acompañó a Lourdes). Otra es Marisa González, directora de comunicación de Cristina Cifuentes o Alberto Ruiz Gallardón y ahora jefa del gabinete de crisis de Íñigo.
Marisa González, íntima amiga de la madre de Íñigo Onieva, Carolina Molas, sería la persona que le está guiando en el proceloso mundo de los medios de comunicación, para proteger en lo posible su imagen pública durante este temporal. Efectivamente: su Isabel Preysler particular.