Eugenia Martínez de Irujo y el torero Francisco Rivera Ordóñez el día de su boda. / / GTRES

Joyas en el olvido

Qué fue de la espectacular tiara con la que se casó Eugenia Martínez de Irujo: diadema imperial de Eugenia de Montijo y herencia de su madre

La tiara o diadema imperial fue una de las joyas de la emperatriz Eugenia de Montijo que lució Eugenia Martínez de Irujo el día de su boda con el torero Francisco Rivera Ordóñez.

El vestido, diseñado por Enmanuel Ungaro, fue sin duda uno de los grandes protagonistas de aquel 23 de octubre de 1998, en el que se casaron Eugenia Martínez de Irujo, hija menor de la Duquesa de Alba, y el torero Francisco Rivera Ordoñez, en Sevilla. El diseño, de satén, de inspiración medieval, por sugerencia de la novia, con un elegante escote cuadrado y un leve bordado de encaje y pedrería, es una de las creaciones nupciales más admiradas del siglo XX.

La novia eligió una mantilla de encaje para cubrirse, a la manera de los velos que llevaban las damas en la baja Edad Media. Pero fue, sin duda, la tiara escogida por Eugenia una de las piezas que más llamó la atención aquel día. La joya, que había pertenecido a la emperatriz Eugenia de Montijo, fue escogida por el propio diseñador. La novia la llevó sobre la cabeza, imitando también el estilo de las damas medievales.

La tiara, conocida como la diadema imperial, fue heredada por su madre, a través de su bisabuela, María Francisca de Sales Portocarrero, casada con Jacobo Fitz-James Stuart, XV duque de Alba, y hermana de la emperatriz Eugenia de Montijo. Cayetana la eligió para llevarla el día de su boda con Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, hijo de los duques de Sotomayor y marqueses de Casa Irujo, el 12 de octubre de 1947, en el altar mayor de la catedral de Sevilla. Fue una de las bodas del año. La otra se celebró un mes después, en la abadía de Westminster y fue la de la princesa Isabel de Inglaterra y el Duque de Edimburgo.

La historia de la diadema imperial de Eugenia de Montijo

El diseño de la diadema, de platino, diamantes y perlas, entrelaza piezas geométricas con pequeños lazos verticales, y coronas de laureles. Puede ser utilizada también como collar. Hasta mediados de los años sesenta, la duquesa de Alba se la prestaba a la virgen de la Esperanza, de la que era camarera de honor, cuando salía en procesión en la semana santa sevillana, junto con otras piezas de la familia, como la diadema de inspiración rusa, que vendió hace unos años para comprarle un caballo a su hijo Cayetano.

Esta tiara fue una de las joyas que la emperatriz Eugenia de Montijo pudo sacar de Francia camino del exilio junto a su marido, Napoleón III, y su hijo. Durante este tiempo, fueron acogidos por la reina Victoria de Inglaterra hasta que fallecieron, en un corto espacio de tiempo, el esposo y el hijo de Eugenia. Entonces empezó a viajar más a España, para visitar a su hermana, en el Palacio de Liria. La emperatriz murió, sin hijos, a los 94 años precisamente durante una estancia en Madrid, el 11 de junio de 1920.

Eugenia Martínez de Irujo con la tiara o diadema imperial. / GTRES

La tiara la heredó, más tarde, el duque Jacobo, padre de Cayetana. Parece que la joya fue obra de la casa Ansorena y data de principios del siglo XX. Pero otra versión señala que la diadema pudo ser realizada, tras la muerte de la emperatriz, con algunas de sus joyas. La duquesa de Alba la lució en numerosas ocasiones, hoy, estos adornos fastuosos han caído en desuso y parecen únicamente privilegio de la realeza. En la actualidad, pertenece a Eugenia Martínez de Irujo, al igual que la pulsera de pedida de su madre, un diseño «art decó» de brillantes, aunque ninguna de las dos se ha vuelto a ver en público.

La duquesa de Montoro rescató, sin embargo, la diadema, en 2018, veinte años después de su boda con Francisco Rivera Ordoñez, para un reportaje en la revista Harper's Bazaar. Sofía Palazuelo, actual duquesa de Huéscar y futura duquesa de Alba, no la escogió tampoco para su ceremonia nupcial. En su lugar exhibió un discreto y original tocado de plumas blancas.

Existe otra pieza muy significativa y de gran valor en el joyero de los Alba: la diadema ducal. Está, probablemente, en manos del actual Duque de Alba, y es otra de las grandes tiaras de la familia, diseñada con ocho florones en forma de hojas, con diamantes y esmeraldas.

Su primera propietaria fue precisamente María Francisca de Sales Portocarrero, consorte del XV duque de Alba, y fue un regalo de su hermana, la emperatriz Eugenia de Montijo. Este tipo de tiaras ligadas al título eran una tradición en todas las familias nobles españolas, desde mediados del siglo XIX. Cayetana la estrenó en su puesta de largo, en 1943.