Fruto de regalos, la mayoría del rey Alfonso XIII, que la colmó de joyas con motivo de su boda y a lo largo de su matrimonio, y de algunas valiosas herencias, el joyero de la reina Victoria Eugenia de España fue uno de los más bellos y ricos de Europa. La reina amaba las joyas y, durante toda su vida, las fue modificando para adaptarlas a las modas.
Cartier y Ansorena fueron dos de los joyeros de su confianza, a los que acudió para ajustar tiaras, brazaletes, collares y pendientes o diseñar nuevas alhajas a partir de otras más antiguas o de piedras regalo del rey, de su madre o de la emperatriz Eugenia de Montijo , su madrina.
Poco antes de morir, la reina dejó establecido en su testamento que disponía una serie de joyas para que formaran parte del joyero de las reinas de España, las llamadas «joyas de pasar», parte de las cuales fueron las que recibió en depósito de su suegra, la reina María Cristina , y que irían a manos de su hijo, Don Juan, conde de Barcelona, como jefe de la casa de Borbón.
El resto de su cofre se repartió, según su voluntad, a partes iguales, entre sus hijas, las infantas Beatriz y Cristina, aunque hubo algunas que pasaron a su hijo Jaime. Hacemos un repaso de algunas de estas piezas espectaculares.
Esta «parure» es, sin duda, una de las más espectaculares del joyero de la reina Victoria Eugenia. Se fotografió con ellas en numerosas ocasiones. Estaba compuesta por un largo collar, unos pendientes, una pulsera, un broche, una tiara y un anillo con grandes esmeraldas unidas por brillantes. Parece que estas esmeraldas eran herencia de la emperatriz Eugenia de Montijo, que fue su madrina. En 1858, la emperatriz encargó al joyero parisino Eugène Fontenay una gran tiara de diamantes y esmeraldas de estilo medieval con motivos de hojas. Las esmeraldas se tallaron de forma rectangular.
La emperatriz recuperó las esmeraldas años después ya en el exilio y decidió reglárselas a su ahijada con motivo de su boda, dentro de una caja con un abanico. Parece que Victoria Eugenia conservó la caja sin darse cuenta de que contenía las esmeraldas y fue solo años después cuando las descubrió. Entonces mandó al joyero español Sanz que le montara un collar y una tiara «bandeau», a la moda de entonces. Después le pidió a Cartier que transformara el collar en un «sautoir» –un collar largo al estilo de los años veinte– y encargó un broche y un anillo.
Parece que la reina vendió este conjunto a principios de los años sesenta en una subasta en Berna, Suiza, para sufragar los gastos de la boda del entonces príncipe Juan Carlos. El collar fue comprado por Cartier, que utilizó las esmeraldas para montar un nuevo collar que el sha de Persia regaló a su prometida, Farah Diba, a juego con una espectacular tiara, que la nueva emperatriz lució en los festejos nupciales. El collar estuvo guardado en un cofre del Banco Central de Teherán, pero parece que hoy está en manos de una «socialité» libanesa llamada Rose-Marie Chagoury.
Fue un encargo de Victoria Eugenia a Cartier. Esta espectacular joya de corpiño, que recibe este nombre al ser un broche prendido a la altura del pecho, muy de moda a finales del siglo XIX y principios del XX y que también se llama «corsage». Este es de diamantes. Tenía forma rectangular con motivos de espirales a los lados y unos colgantes geométricos en el centro, aunque Victoria Eugenia lo lució, en numerosas ocasiones sin los colgantes.
Al morir, en 1969, esta joya la heredó su hijo el infante don Jaime, aunque la propia reina había especificado que todas las joyas que no fueran las de pasar debían heredarlas, a partes iguales, sus hijas, Beatriz y Cristina. Su segunda esposa, Charlotte Tiedemann, lo lució en un retrato en los años setenta. Cuando se quedó viuda, vendió el broche en una subasta, en Ginebra. Hoy no se sabe dónde está la joya.
Esta es una de las tiaras más conocidas de la reina Victoria Eugenia, aunque hoy se desconoce su paradero. Fue un encargo a la joyería parisina Chaumet. Estaba montada con diamantes, aguamarinas y turquesas, formando flores de Lis –emblema de los Borbones– y motivos geométricos. Con el tiempo, las turquesas fueron reemplazadas por diamantes.
Fue un regalo del rey Alfonso XIII, en 1906, por su matrimonio. Parece que la reina la lució, por primera vez, en una gala celebrada en el Teatro Real al día siguiente de su boda. Según The Royal Watcher, a principios de los años sesenta la lució su hija María Cristina, condesa de Marone, en el baile previo a la boda de don Juan Carlos y Doña Sofía , en Atenas, y fue ella quien la heredó, tras el fallecimiento de Victoria Eugenia en 1969.
Esta espectacular tiara, de estilo guirnalda, fue un obsequio de Alfonso XIII, y fue obra de Ansorena. Originalmente estaba decorada con perlas, pero doña Victoria Eugenia adoraba las aguamarinas y siempre quiso tener una «parure» con estas piedras, así que eligió reemplazar las perlas. De esta forma hacían juego con un collar y un broche con las mismas piedras, que la reina adquirió en Cartier.
La heredó su hija la infanta Beatriz, princesa de Civitella Cesi, que la transformó en la joyería Bulgari. Hoy está en posesión de Sibila de Luxemburgo, nieta de Beatriz y bisnieta de Victoria Eugenia, y prima segunda de Felipe VI de España, casada con el príncipe Guillermo de Luxemburgo.
Este brazalete, una de las joyas más singulares de la realeza, procede de una «parure» regalo de Beatriz de Battenberg, hija de la reina Victoria de Inglaterra, a su hija Victoria Eugenia, por su boda con Alfonso XIII . Beatriz la había recibido, a su vez, de su madre, por su matrimonio con Enrique de Battenberg, en 1885. Está compuesto por perlas de concha, de color rosa, muy poco frecuentes, y diamantes.
El conjunto original incluía unos pendientes, un collar y un broche. En los años veinte, Victoria Eugenia pidió a la joyería Cartier que transformara pendientes y collar en un brazalete, aunque conservó el broche. La joyería francesa creó una banda articulada engastada en platino y con las 14 perlas naturales de las piezas originales, adornadas con esmalte negro y diamantes formando un dibujo vegetal.
El infante Jaime lo heredó tras la muerte de su madre y después pasó a su hijo Gonzalo de Borbón y Dampierre. La tercera esposa de Gonzalo, Emanuela Pratolongo lució la pulsera en la cena previa a la boda de los reyes Felipe y Letizia en 2004 . Parece que, más tarde se subastó.
Esta exquisita tiara fue un encargo de Victoria Eugenia a Cartier en los años veinte. Es un diseño clásico de la época eduardiana compuesto por motivos de laureles y hojas. La reina Victoria Eugenia la lució siempre como «bandeau» sobre la frente, al estilo «art déco» y solía combinarla con la pequeña corona real de diamantes de Ansorena y mantilla. No se sabe cuál fue el destino de la tiara, aunque muy probablemente fuera desmontada y vendida.
20 de enero-18 de febrero
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