
Christine Nagel, la perfumista de Hermès, posa en su despacho en París.
entrevista: Christine Nagel
Christine Nagel, la perfumista de Hermès, posa en su despacho en París.
entrevista: Christine Nagel
Desde que Christine Nagel (Ginebra, 1959) se hizo cargo de la perfumería de Hermès en 2016 (fue la primera mujer en ocupar el puesto en la histórica maison), su creatividad ha dado frutos tan refinados y exitosos como Galop, Twilly o Citron Noir. Con una carrera salpicada de premios y fragancias de éxito para otras firmas, Nagel acertó enseguida con combinaciones olfativas únicas que han mantenido a la casa francesa a la vanguardia en la perfumería mundial.
Ahora presenta su última creación, Oud Alezan. «Ésta es la primera entrevista que concedo para este perfume», confiesa durante la cita en su despacho en París. Es una fragancia luminosa, genderless, exquisitamente sencilla y sencillamente compleja, que inició unos años atrás cuando perdió el miedo a los caballos que sentía desde niña. Hasta en el nombre hace referencia a esa historia: alezan (castaño en francés) era el color del equino.
MUJERHOY. He sabido que comenzó Oud Alezan con una anécdota por su miedo a los caballos. Explíquenos.
CHRISTINE NAGEL. Es un temor muy antiguo, que tuve desde niña. Quizás un día me asustaron los caballos, no recuerdo, y eso se quedó en mí. Durante muchos años viví sin caballos, pero en Hermès el caballo ocupa un lugar muy importante. Dicen que es el primer cliente de la casa... Así que cuando llegué, el mundo del caballo despertó mi curiosidad y un día pedí visitar el concurso de saltos de Hermès.
Me resultó difícil, porque los caballos están muy protegidos, pero lo conseguí y estuve en los establos. Los animales debieron sentir que estaba asustada, porque se mantenían alejados de mí. Pero, entonces, en el último establo, de pronto, uno de ellos se acercó y pegó su cabeza a mi mejilla. Fue muy sorprendente. No sentí miedo. Entré en el establo y sentí el cuello del caballo. Me acerqué y percibí todos los olores del lugar: su piel, el serrín... Era un olor muy fuerte y se quedó en mi mente. Fue todo muy, muy emocionante.
Qué impresión y qué liberación a la vez, ¿no?
Sí, se llamaba Sherezade y era una yegua suiza. Yo también nací en Suiza. Una casualidad, un momento único. Un año después, volví a visitarla e hizo exactamente lo mismo. Tuvimos una conexión increíble. Nunca lo olvidaré.
¿Cómo llegó a dar con este perfume?
No empecé con el olor, sino con la impresión olfativa y emocional que me provocó. Mucho después vinieron al despacho a presentarme unos ingredientes, unas materias primas, como en otras ocasiones; y de pronto olí algo con lo que tuve la misma emoción que sentí con Sherezade... Soy perfumista desde hace 40 años y, sinceramente, aunque me gusta la madera, nunca ha sido fundamental en mis creaciones. Sin embargo, me sentí conmovida por esa madera que estaba oliendo, por su calidad aromática, fue increíble. Sentí la misma emoción. Así que me dije que debía empezar con este material. Sherezade y la madera de agar fueron los puntos de partida; y después la rosa. Decidí trabajar con esa asociación de una forma diferente, con un agua de rosas muy ligera, para conseguir un resultado muy contemporáneo.
Quizá le suene extraño, pero me parece un perfume luminoso.
Sí, sí, ilumina; y cuando te lo pones, es muy envolvente. Abraza. Y lo hace por igual con todo el mundo. Siempre he trabajado con fragancias sin género y también sin pensar en el negocio. Las cosas no se hacen si no hay una razón personal. Es mi proceso psicológico. Creo que en otra vida quizás viví en Oriente Medio, porque me encanta su cultura olfativa. En 2016, cuando entré en Hermès, quise arrancar mi trabajo con el origen del perfume, con la historia de la perfumería y la elaboración de los primeros en Oriente Medio, así que viajé por varios países de la región para tener un conocimiento más profundo. Cuando volví, empecé a crear. Siempre he sentido la necesidad de hacer cosas auténticas.
Los perfumes masculinos suelen ser amaderados, fuertes; los de mujer tienden a ser florales, golosos... ¿Es cultural o tenemos gustos realmente distintos?
Hay una cultura europea de notas amaderadas para hombres y notas florales o dulces para mujeres. Pero desde hace algunos años hay un interés enorme por las fragancias con independencia del sexo. Las mujeres y los jóvenes cada vez hacen menos categorías e, incluso, mezclan fragancias y hacen su propio perfume. Los gustos son independientes del sexo. Si instintivamente te gusta algo, no te preocupes por si lo consideran masculino o femenino; lo importante es lo que sientes tú, lo que te mueve y te emociona.
No soy fiel a un perfume frente a quienes usan siempre el mismo. ¿Cómo lo ve?
Lo que pones en tu piel es muy íntimo. Puedes seguir la moda sin sentirla mucho, pero lo que te pones en la piel es lo que amas, lo que te hace sentir bien. Puede ser para siempre o no.
¿Usted usa el mismo perfume siempre?
Para mí es diferente, porque mi piel es mi instrumento de trabajo, pruebo todos los perfumes que estoy investigando. Puedes oler en mí aquello en lo que estoy trabajando. Lo pongo hasta en la almohada para dormir. Usted, si cierra los ojos, desconecta; yo no puedo desconectar, porque todo huele...
¿No desconecta en un restaurante, en la calle o en el cine?
¡En los restaurantes incluso huelo los platos! Y en la calle, cuando pasa alguien y me sorprende su olor, sigo a esa persona un rato, porque necesito sentir esa emoción. En como con el éxito: si tuviera la fórmula, quizá la seguiría, pero a la vez es más excitante no tenerla, porque vives con más emoción.