Su taller se encuentra en plena sierra madrileña, un remanso de paz a sólo media hora del bullicioso centro de la capital. Yolanda Aragonés e Isabel Aguado fundaron Los Rosales en 2019, en una finca donde han convertido el antiguo invernadero y el lavadero en su centro de operaciones.
«No nos costó encontrar el sitio pero mi marido, que trabaja en una inmobiliaria, nos descubrió estas dos casitas que estaban abandonadas», cuenta Isabel. Nada más arrancar y aprovechando la pandemia, las restauraron y las convirtieron en parte de su taller floral.
Ahí no sólo conservan y trabajan con flores, frescas y secas, también organizan actividades en torno a ellas como cursos, sesiones de fotos o pequeños eventos familiares y de empresa.
Una de las marcas con las que trabajan es Kenzo, con la que comparten la misma filosofía de floricultura sostenible, una apuesta clara y rotunda por las flores de temporada y de proximidad. «Ahora puedes disponer de la flor que quieras casi todo el año, pero nosotras siempre intentamos que nuestros arreglos sean con flor estacional, porque ese es el momento en el que va a estar en sus mejores condiciones y va a aguantar mejor. Además, una flor que no tienes el resto del año siempre va a ser más especial», asegura Isabel.
«En España hay poca cultura de flores, mucha menos que en el resto de Europa y eso que somos un país productor –explica Yolanda–. El mercado está muy condensado en Holanda, que es el país que ha perfeccionado los métodos para tratar la flor. Porque tú la puedes cultivar, pero tratarla para venderla es otra historia y ellos han sido los dueños de este mercado durante muchísimos años. Es verdad que eso ahora está cambiando un poquito y ya hay países que exportan sin pasar por Holanda», señala una de las fundadoras de Los Rosales, quien recalca que «trabajamos con un mayorista, no compramos directamente a grandes y siempre tenemos opciones.
Vemos la procedencia de cada una de las flores y siempre tratamos que sean de origen español, aunque algunos tipos, evidentemente, no existen aquí y hay que comprarlas fuera», apunta.
Para las fundadoras del taller, en nuestro país tenemos aún mucho que aprender en materia de flores. «La gente no se sabe ni siquiera el nombre de la flor más básica. Lo entiendo, porque yo, antes de dedicarme a esto, tampoco. Por eso intentamos enseñar a nuestros clientes todo lo que sabemos y hacerles ver que hay que utilizar la flor de temporada por muchos motivos: por sostenibilidad, por precio, por todo.
¿Se puede conseguir una peonía en noviembre? Se puede, claro, pero tendrá un precio desorbitado y será una birria. Nos gusta explicar que, por mucho que te guste una flor en un momento determinado, siempre hay alternativas. Y hay que insistir en eso para intentar hacer el menor daño ambiental posible», asegura Yolanda.
No están solas en esta misión y lo saben. « Las marcas de cosmética tienen una gran importancia en esta labor, sobre todo las que trabajan mucho con flores, como Kenzo. Desde la firma transmiten este mensaje y, gracias a su labor, parece que por fin el mercado evoluciona y la sostenibilidad está calando en el mundo de la flor», concluye.