Los tambores de guerra de Ana Redondo: desmontamos el inquietante look con plumas de la nueva ministra de Igualdad

Conforme crecía el griterío contra las decisiones y manifestaciones de la ya ex ministra de Igualdad Irene Montero , más monjil se hacía su vestuario. A lo largo de su mandato, la joven ministra fue eliminando todo rastro de identidad en su look para vestirse para desaparecer: neutralidad total. Atención a Ana Redondo, nueva ministra, porque en el intercambio de carteras en presencia de Pedro Sánchez ha hecho todo lo contrario.

Dicen que Ana Redondo negó por dos veces la oportunidad de ser ministra, en una ocasión para relevar al dimitido Máximo Huerta al frente del ministerio de Cultura. Visto su look inaugural, podríamos decir que habría sido una ministra de cultura canónica, digna heredera de la gran Carmen Alborch . Alborch llevó el mediterráneo al estilo de la mujer socialista que, empoderada, ya no se privaba de mostrar su personalidad en forma de pañuelos, pendientes enormes, caftanes y collares.

De aquella generación de mujeres socialistas que no se escondían llega, como un epígono, Ana Redondo. Estamos ante un desvío del estilo del poder por el que no han transitado tantas políticas, pues de Trinidad Jiménez o Carmen Chacón apenas quedó una cazadora de cuero y un traje pantalón. En este sentido, y a tenor de algunos looks de alfombra roja que ya hemos visto de la nueva ministra de Igualdad, queda celebrar su vestir: va a dar que hablar.

Ana Redondo acudió al traspaso de cartera con Irene Montero en son de paz. Impertérrita ante la dureza del discurso de la ex ministra, hizo caso omiso a sus acusaciones y le agradeció los servicios prestados. Sin embargo, su look decía todo lo contrario. Contra una pieza de fondo de color negro, un mono escotado, la nueva ministra lució una llamativa blazer naranja y unos pendientes irreconciliables con la tendencia. Una declaración en toda regla.

Faltan datos para interpretar los pendientes que Ana Redondo decidió lucir en su llegada al ministerio de Igualdad y en su encuentro con Irene Montero, vestida para la ocasión c asi de manera escolar con camiseta y conjunto de chalequito y pantalón de cuadros. Colgaban, enormes, adornando su melena castaña. Eran dos manojos de plumas, en tonos azules, marrones y verdes.

¿Son estas las plumas de un jefe de tribu, de una jefa de tribu, al más puro estilo de los indígenas estadounidenses erradicados por los colonos? En esta clave interpretativa tan literal, ¿viene Ana Redondo, en esta clave, a fumar la pipa de la paz con el feminismo de uno y otro bando? Todo así lo indica, aunque podemos dar por sentado que sus pendientes manifiestan tanta fortaleza en su determinación como espíritu conciliador.

Efectivamente, quienes han entrado en conflicto con la gestión de Ana Redondo confirman la firmeza de su voluntad de poder: no será en abierto y viral, como en el caso de Montero, sino silencioso pero irreductible. Una mujer que se presenta por primera vez como ministra con una blazer de escandaloso naranja y unos pendientes como plumeros ha de estar, por fuerza, muy segura de sí misma.

Otro guiño posible que explique los sorprendentes pendientes de la ministra Redondo tiene que ver con su programa de gobierno. Se espera que su gestión conciliadora vuelva a poner el acento en la igualdad y deje de lado las diferencias que Montero quiso visibilizar y dotar de derechos. Esto es: que vuelva la carga legislativa sobre lo que reúne a la mayoría de las mujeres y no sobre lo que las separa. Sin embargo, la pluma no puede ser más identificativa del movimiento LGTBIQ+. Tener pluma es una seña de identidad inconfundible de la diferencia.

¿Será Ana Redondo una ministra de Igualdad con pluma? De momento, así ha sido en su presentación oficial ante el mundo. Veremos si con el paso de las semanas se reafirma en su particular estilo o va progresivamente neutralizándolo, para no dar que hablar más que los demás. Una vez en el ojo público, todo adorno puede ser susceptible de reproche.

Recordemos: las influencers de Coachella tuvieron que dejar de llevarlos tocados de los indios americanos por acusaciones de apropiación cultural. Y unas fotos de Redondo vestida de cofrade de Semana Santa ya dan vueltas por la viralidad: se le achaca el pecado de la religiosidad.