Dos chicas comiendo sandía /
Estoy segura de que muchas de las personas que lean este artículo tendrán una cosa en común conmigo: crecieron con el miedo de tragarse una pepita de sandía y que les creciese un árbol en la barriga como ocurría en el cuento popular. una frase hecha que a todos nos han dicho alguna vez en nuestra infancia y que, sin embargo, tiene tanto de falso como el hecho de que l a sandía hay que comerla sin cáscara ni semillas.
Sea o no sea por esa razón, lo que está claro es que cuando nos llevamos un trozo de sandía a la boca, escupimos la semilla negra que encontramos a nuestro paso y la tomamos como un 'incordio' que nos impide disfrutar al máximo de la textura y el sabor dulce de esta fruta. Pero también estamos seguros de que después de leer esto, nadie volverá a hacerlo.
Y es que sí, las semillas de la sandía que todos tiramos a la basura tienen múltiples beneficios para nuestro organismo y, por lo tanto, es muy buena idea tomarlas como una parte más de esta fruta e ingerirlas junto a su sabrosa carne.
«Las semillas de sandía son una fuente natural de magnanesIo, fósforo, potasio, proteínas, ácido fólico, ácidos grasos esenciales, hierro y zinc«, asegura la nutricionista Lauren Manaker a la revista Southern Living. Teniendo en cuenta los beneficios de cada uno de estos nutrientes, podemos deducir que las semillas de sandía son una fuente rica de energía, mejoran el tránsito intestinal (por su fibra), permiten la regeneración de tejidos, gracias a sus proteínas y nos ayudan a eliminar toxinas del organismo, porque también son diuréticas (como lo es la sandía en general).
Pero, además, podemos añadir que las pepitas de la sandía nos aportan antioxidantes que pueden ayudar a retrasar los signos de envejecimiento.
Además, podemos encontrar dos tipos de pepitas, pero ambas con beneficios para la salud: las negras y las blancas. Las diferencias entre ellas las explica Lauren Manaker: las negras son semillas maduras y llenas por dentro y las blancas, por su parte, no son más que las semillas negras sin madurar. «Estas últimas son más fáciles de tragar por su carnosidad», afirma. Aunque, nutricionalmente, ambas son parecidas.
Eso sí, conviene saber que, al igual que sucede con otras semillas, es necesario comerlas con prudencia y no pasarse, ya que podrán resultar indigestas para el organismo. Y que, además, conviene 'hidratarlas' si queremos extraer aún más nutrientes de ella.
En este sentido, las semillas negras se pueden tostar a 325 grados durante 15 minutos en el horno. Conseguiremos un aspecto parecido al de las semillas de calabaza y usarlas como aderezo en una ensalada o en alguna crema de verduras.
Otra manera de consumirlas es germinadas. Para conseguir esta presentación tendremos que extraerlas de la sandía, ponerlas en remojo con agua y dejarlas durante varios días. Una vez que hayan brotado, las dejaremos secar por completo y, de nuevo, utilizarlas como complemento en ensaladas, cremas, yogur o granola.