La Navidad está a la vuelta de la esquina y nuestras casas empiezan a vestirse de fiesta para celebrar como se merece la época más mágica del año. Colocamos el árbol, el Belén, las luces y el espumillón , las flores de Pascua lo llenan todo de color, empezamos a planear cómo organizar las mesas más bonitas y un sinfín de adornos decoran los rincones más especiales de nuestro hogar. Pero en unas fechas en las que la tradición lo inunda todo, no podemos pasar por alto las curiosas (y, a menudo, desconocidas) historias que esconden muchos de esos elementos ornamentales que utlizamos en las Fiestas.
Junto con el Belén (que, obviamente representa la tradición cristiana del nacimiento de Jesús en el pesebre el 25 de diciembre), el árbol de Navidad es el elemento decorativo más común en los hogares de (casi) todo el mundo durante las Fiestas. Sin embargo, a pesar de su extendidísimo uso, no todo el mundo sabe de dónde viene esta tradición y qué significado tiene.
El árbol de Navidad representa el árbol de la vida, y era usado en las culturas nórdicas más ancestrales para c elebrar el nacimiento de Frey, Dios Sol y de la fertilidad, en unas fechas muy cercanas al 25 de diciembre. Además, en la antigüedad, los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo. Para celebrar el solsticio de invierno (alrededor del 21 de diciembre) decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor.
Durante la evangelización de Alemania en el siglo VIII, San Bonifacio quiso acabar con la adoración a otros dioses, mandó cortar estos árboles y los sustituyó por pinos, que con sus hojas perennes evoca el amor de Dios, y lo adornó con manzanas (para recordar el pecado original y la tentación que Jesús había venido a redimir) y velas, símbolo de la luz que Cristo había traído al mundo. Con el pasar de los siglos, los adornos se fueron cambiando, y en lugar de manzanas se usaron bolas que representan los dones que Dios dio a los hombres; luces en vez de velas (evitando así unos cuantos incendios), lazos, guirnaldas y espumillón, como símbolo de la unión familiar; ángeles como protectores y mensajeros entre el Cielo y la Tierra, y la estrella que corona el árbol, que representa la estrella de Belén que guió a los Reyes Magos hasta el pesebre.
En la tradición anglosajona, y cada vez más extendida en el resto de países, el 1 de diciembre se colocan unos pequeños gnomos, duendes o elfos de la Navidad que van 'moviendose' por los diferentes rincones de nuestra casa hasta la noche de Nochebuena. ¿Su secreto? 'En realidad' son enviados de Papá Noel que cada año visitan los hogares donde hay niños para vigilarlos y comprobar que, efectivamente, se portan bien y merecen sus regalos.
Conocidos como ' the Elf on the Shelf' (el elfo del estante), van y vienen cada noche a Laponia para entregar el 'informe del día' a Santa Claus (por eso, los niños se tienen qu acostar pronto, porque si no, no les da tiempo a hacer el viaje). Eso sí, son muy traviesos, y cada día aparecerán por sorpresa en un sitio diferente de la casa, donde además, no dudarán en esconder juguetes o comerse unos cuantos dulces.
Cada vez más marcas de todo tipo (moda, belleza, decoración...) lanzan sus propios calendarios de Adviento con pequeños regalos y detalles para cada día del 1 al 24 de diciembre. Pero no es algo nuevo: esta tradición se remonta a la Alemania protestante del siglo XIX, cuando los niños encendían una vela cada día durante el Adviento, que va desde el primer domingo de Adviento (este año ha sido el domingo 28 de noviembre) hasta el día de Nochebuena. De esta manera, la familia y, sobre todo, los más pequeños, se iban preparando para la Navidad.
Según reza la tradición, las familias más humildes hacían 24 marcas con tiza en la puerta de la casa, y los niños iban borrando cada día una, hasta llegar a la Nochebuena. En las familias más pudientes, cada día se obsequiaba a los pequeños con un dulce o golosina. A principios del siglo XX, se empezaron a vender imágenes de colores para pegar en las paredes (una por cada día del Adviento) y ya en 1920 se comercializaron calendarios más similares a los que tenemos hoy, en los que las sorpresas eran hadas y dioses germanos. Ya a mediados del siglo pasado la tradición se fue popularizando por el resto de Europa, incluyendo dulces y otros regalos sorpresa, hasta llegar a nuestros días.
Además del árbol de Navidad y la flor de Pascua, la corona de Navidad es uno de los adornos en forma de planta más típico de las Fiestas, un detalle que se materializa de mil y una formas, estilos y colores pero con un significado cargado de tradición: su origen se remonta a la época de los romanos, cuando se ponían estas guirnaldas como parte de las celebraciones del Año Nuevo, y que en los tiempos que corren es más necesario que nunca: estos arreglos siempre verdes y con forma de anillo se ponían en honor a Strenia, la diosa del bienestar, para que esta reinara en hogar durante el año que entraba.