viaje al pasado

Cocaína, crímenes y el internet de la época: los secretos del Londres victoriano bajo la lupa de Sherlock Holmes

El personaje creado por Arthur Conan-Doyle alcanzó la inmortalidad gracias a su enorme éxito y ahora Alma Editorial le dedica un Petit Four en el que analiza la época en la que ambientó sus historias.

En el Londres victoriano, los medios de transporte públicos más populares eran el carruaje y el tranvía, previos a sus famosos taxis y autobuses. / Sabrina mazzeo/unsplash

Aloña Fdez. Larrechi
Aloña Fdez. Larrechi

Con los libros que llegan a las librerías en enero apuntados en nuestra agenda, el 2024 se presenta lleno de propuestas culturales interesantes. Pero tampoco está de más tener siempre en mente a los clásicos que tanto nos gustan, y los personajes que llevan décadas conquistándonos. Y uno de ellos es, indudablemente Sherlock Holmes, el detective creado por Arthur Conan Doyle que vivió en el siempre interesante Londres victoriano.

El mítico investigador que Benedict Cumberbatch llevó, con tanto acierto, a la pantalla es el protagonista de uno de los Petit Fours de Alma Editorial. Una colección en la que se analiza, como ya contamos aquí sobre Jane Austen , el momento histórico en el que se ambientaron conocidas historias y su (cercana) relación con la realidad del momento. El análisis que todo fanático necesita para saber más y conocer mejor la época victoriana.

En Sherlock Holmes, el Londres victoriano bajo la lupa del mejor detective, Laura Manzanera nos acerca a los grandes cambios que llegaron en el siglo XIX y que tan bien reflejó el autor escocés en los nueve libros que protagonizó el detective. Un estudio que nos permitirá comprender mejor una época fundamental en la Historia.

La revolución de las comunicaciones

Antes de que la llegada de Internet revolucionase nuestras vidas, fue el siglo XIX el momento en el que las comunicaciones cambiaron la forma de informarse y relacionarse de la humanidad. El telégrafo, que para Manzanera fue el «Internet victoriano», fue uno de los inventos que introdujeron enormes cambios en la sociedad, porque permitía recibir y enviar mensajes casi en tiempo real.

La mítica cabina de teléfonos que encontramods en Londres es posterior a la época victoriana, pero el teléfono de su interior dio entonces sus primeros pasos. / Jack Finnigan/unsplash

Tal y como refleja Conan Doyle en las historias que protagonizó Sherlock Holmes, el detective se sirvió de este novedoso sistema de comunicación para avanzar en sus investigaciones ya sea descubriendo donde estaba el mayordomo de sir Baskerville en El perro de los Baskerville, o recibiendo comunicaciones tan desconcertantes como «Por favor, espéreme. Terrible desgracia» en El regreso de Sherlock Holmes.

Pero las comunicaciones no cambiaron solo a nivel auditivo, y a nivel físico el ferrocarril marcó un punto de inflexión en la historia de Gran Bretaña, ya que hizo posible que los viajes se convirtieran en una posibilidad más de ocio a la hora de conocer el país, que los obreros se trasladasen a vivir a lugares que no tenían por qué estar cerca de su trabajo, o que la mismísima reina Victoria realizase giras por el país con mayor comodidad.

Arthur Conan Doyle también reflejó en sus libros estos avances, con su protagonista hablando de las incomodidades de la tercera clase, o la estación de Paddington, una de las primeras que se abrió, como escenario de algunos momentos en El perro de Baskerville.

Drogas y crímenes, los vicios del Londres victoriano

A pesar de su puritanismo, la sociedad victoriana era proclive a solucionar sus problemas físicos, o su desencanto, con remedios que hoy en día son considerados drogas. Del opio, que era considerada la aspirina del siglo XIX, a la cocaína, a la que Sherlock recurría en una solución del «siete por ciento» como pasatiempo cuando se ocupaba de un caso, Conan Doyle reflejó los vicios de la alta sociedad, que también llegaban a las clases bajas descontentas.

Pero el escocés también llevó a sus conocidas historias otra de las adicciones de la época, más legal, que ha perdurado hasta nuestros días: el tabaco. Cuenta Manzanera que la demanda de tabaco en el siglo XIX creció casi paralela al aumento de sus precios, lo que hacía que solo los más acaudalados pudiesen permitírselo.

Y aunque los cigarrillos se impusieron con el tiempo, por aquel entonces la pipa era todo un signo de distinción y, como demostró Sherlock en alguna ocasión, una excelente compañera a la hora de desentrañar los problemas.

La silueta de Sherlock Holmes en la parada de metro Baker Street, calle en la que Conan Doyle situó su hogar. / Sandip Roy/Unsplash

Y es que el inigualable investigador debía hacer frente a misterios que parecían irresolubles. Para conseguirlo contaba con su inigualable ingenio pero también, como muchos otros policías de la época, con los Irregulares de Baker Street. Chicos que lo conocían todo sobre las calles de Londres, a los que pocos prestaban atención por ser niños y que, a cambio de un chelín, proporcionaban una valiosa información.

Porque la época victoriana fue un momento en el que el Imperio británico trató de llevar numerosos avances a sus territorios, mientras Londres se convertía en un lugar cada vez más poblado y peligroso. Fue en el siglo XIX cuando nació el Departamento de Detectives de la Policía Metropolitana, pero también cuando campó a sus anchas el hombre que inspiró al inigualable Moriarty, Adam Worth.

En apariencia respetable, y amante del arte, menos malvado que su alter ego en la ficción, Worth controlaba los bajos fondos y lideraba una enorme red de especializada en robos y falsificaciones. Contrario a la violencia y leal a sus hombres, fue detenido cuando trató de ayudar a uno de ellos. Porque no siempre la realidad supera en malicia a la ficción.

El auge de la prensa escrita

Las capacidades deductivas de Holmes nacieron en la mente de de Conan Doyle, que también parecía especialmente dotado para la investigación de crímenes, tal y como demostró en 1903 cuando, preguntado por un crimen, acertó quién era el culpable y dónde se encontraba el cadáver.

Pero no por ello abandonó la escritura, que se vio beneficiada por la popularización de los periódicos en el siglo XIX, cuando el analfabetismo se redujo y el interés por lo que pasaba en el vasto imperio británico creció. Además hizo de Sherlock un hombre bien informado, que a través de la prensa descubría información, contexto y pistas para sus casos, o se servía de ella para atrapar a los culpables.

Portada del Petit Four que Alma Editorial ha dedicado a Sherlock Holmes y la época victoriana. /Alma Editorial

Los lectores también buscaban en el papel un entretenimiento y por ello los magacines tuvieron gran éxito. Fue en ellos en los que grandes autores de la época, como Dickens o Edgar Allan Poe encontraron un lugar para publicar sus historias, donde posteriormente llegarían nuevos detectives de grandes autores como Agatha Christie o Graham Greene.

Conan Doyle, que tuvo que ver cómo su Estudio en escarlata fue rechazada primero y malvendida después, consiguió que The Strand publicase doce narraciones breves de Holmes, tras el éxito de la publicación de sus dos primeras novelas en la revista. Un negocio ventajoso para ambas partes, porque solo con El perro de Baskerville la publicación sumó treinta mil nuevos lectores.

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