Esta primavera escápate a un pueblo. Recorre sus calles medievales y paisajes naturales privilegiados, sorpréndete con la vista de cerros rematados con castillos y disfruta de la gastronomía. Te proponemos un viaje enciclopédico por algunos de los pueblos más bonitos de España, de Navarra a Cádiz, de Ávila a Barcelona.
El castillo de origen árabe del siglo XI que da nombre a este pueblo del Pirineo oscense, en la vitivinícola comarca de Somontano, es el símbolo más visible de un patrimonio artístico que se remonta a la Prehistoria, pues oculta numerosas muestras de arte rupestre que le han hecho merecedor de la categoría de conjunto Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además de su importancia con enclave estratégico fortificado, también ostentó gran importancia religiosa al convertirse su abadía en un priorato en el siglo XII. El conjunto histórico-artístico de Alquézar se funde con el rocoso paisaje del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, un paraíso para los escaladores, los barranquistas y todos los amantes de los deportes al aire libre.
En la siempre impresionante Sierra de Aracena (por su maravilloso entorno natural, su flora y su fauna) se encuentra la capital del jamón ibérico. Pero Aracena tiene mucho más que ese delicioso producto para ofrecer a los curiosos que quieran animarse a visitarla. La tarjeta turística que propone el Ayuntamiento es la receta para el día perfecto: entrada al castillo, con orígenes musulmanes y situado en la parte más alta de la ciudad, la Gruta de las Maravillas, una impresionante cueva, y la visita a otro monumento imprescindible: el Museo del Jamón. Tampoco puedes perderte la Iglesia de Nuestra Señora del Mayor Dolor y el convento, además del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche para los amantes de la naturaleza.
Visitar el castillo de Cardona es imprescindible para cualquiera, pero en especial para aquellos que lo tienen a un paso de su casa. A tan solo una hora y diez minutos en coche de la Sagrada Familia, este pueblo es algo más grande que los otros, pero igualmente cautivador. Su castillo, en la actualidad reconvertido en Parador Nacional, preside en lo alto de un monte elevado sobre un pueblo cuyas calles albergan pequeños comercios y restaurantes. Además, su famosa muntanya de sal, una de las minas de sal potásica más importantes del mundo, se puede visitar. Un fenómeno natural único en el mundo convertido en atracción turística.
Entre Burgos y Frómista, la historia y el arte sacro marcaron el destino de Castrojeriz, precioso pueblo de la comarca de Odra-Pisuerga recorrido por el Camino de Santiago. El Palacio de los Condes de Castro (de estilo gótico) y la Antigua Colegiata de Santa María del Manzano, que actualmente alberga un Museo de Arte Sacro (con pinturas flamencas, tallas, pergaminos y piezas de orfebrería) son algunos de los edificios más importantes de Castrojeriz. Merece también la pena visitar las ruinas del castillo y del Convento de San Antón.
¿Cómo es posible que un pueblo de 80 habitantes esté incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad? Durro es un paraíso de tranquilidad de calles empedradas que ya de por sí merece una visita. Pero es su iglesia románica de la Nativitat, por su monumentalidad, portada esculpida y talla de Nicodemo, la que forma parte del conjunto de iglesias y ermitas de la Vall de Boí protegidas por la Unesco. Aunque no es la única iglesia de Durro que merece una visita. Tras un paseo de 20 minutos a pie, en lo alto de la montaña, se erige la ermita de Sant Quirc, sencilla y discreta, posee una vistas espectaculares.
Los restos del castillo de Osma, construido en el siglo X sobre una ciudad celtíbera con sillares de la cercana ciudad romana de Uxama Argaela, vigilan desde lo alto de un cerro a los espíritus de los caballeros y la corte episcopal que se refugiaron dentro de las murallas de El Burgo de Osma desde el siglo XII. La catedral de Nuestra Señora de la Asunción, mezcla de estilos románico, gótico y renacentista, sigue siendo el centro de la villa, que esconde también joyas como el Palacio Episcopal y la Universidad de Santa Catalina, ejemplos de su importancia durante el Renacimiento.
Este encantador pueblo, situado en el norte de la isla de Tenerife, recibe su apellido de las laderas del Teide donde se cultivan las plataneras y las viñas con las que se elaboran los vinos de malvasía y los tintos de la denominación Ycoden-Daute-Isora. Los suelos volcánicos de esta zona alimentan su producción agrícola y regalan un paisaje de acantilados de lava junto al mar, la famosa playa de San Marcos, y uno de los tubos volcánicos más largos del mundo, conocido como la Cueva del viento. El paisaje de Icod de los Vinos, mágico de por sí, guarda un tesoro natural que lleva más de 800 años vigilando esta zona y sus habitantes. El drago milenario es el árbol de esta especie endémica procedente del oeste de Marruecos más grande y longevo que se conoce. Se alza hasta los 20 metros de altura y su tronco mide más de 10 de perímetro.
Junto a Arties, en el Alto Arán, este pequeño pueblo de montaña situado a más de 1.100 metros de altitud y de apenas 100 habitantes es perfecto para esconderse de las prisas y las multitudes y degustar una tradicional olla aranesa. En Garòs es imprescindible visitar la iglesia de San Julián, cuya torre, de puntiaguda aguja, se cuenta que albergó el esqueleto (de tres metros de longitud) de un guerrero de leyenda que luchó contra los romanos. Junto a la iglesia se encuentra, además, un yacimiento y una necrópolis paleocristiana, testigos de los antiguos moradores de este pueblo de los caminos trashumantes.
La joya de La Puebla de Guadalupe es el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, un complejo religioso único de estilos gótico, mudéjar y renacentista, que posee una importante colección de pinturas, esculturas, bordados y libros miniados. Jugó un importante papel durante el reinado de los Reyes Católicos y el descubrimiento de América, por lo que guarda también documentos incunables (libros impresos antes del siglo XVI) y huellas bautismales de los primeros indígenas americanos cristianizados en España tras llegar con Cristóbal Colón. La veneración de la imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, ha atraído desde hace siglos a peregrinos que acuden de todas partes del mundo.
La historia dejó a su paso por este pueblo abulense una corte real, la de Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica, que nació aquí, concretamente, en el Monasterio de Gracia. En Madrigal falleció Fray Luis de León y también nació aquí Vasco de Quiroga, administrador y evangelizador de la colonia española en México. Testigos de esta historia son sus murallas, ejemplo destacable de arquitectura militar medieval y del sistema constructivo mudéjar, las iglesias románico-mudéjares de Santa María del Castillo y San Nicolás de Bari, el Palacio de Juan II, el Real Hospital de la Purísima Concepción o las ruinas del Convento Agustino de Madrigal. Este impresionante patrimonio ha sido reconocido como Conjunto Histórico-Artístico.
A poco más de 50 minutos de Granada capital, Montefrío se levanta en una colina vigilada por un castillo. Declarado Conjunto Histórico-Artístico Nacional en 1982, el plan ideal es combinar una visita a sus calles sinuosas y pequeñas tiendas, disfrutar de los miradores y hacer senderismo por las rutas que parten del pueblo, como el Sendero de los Arroyos del Molino.
En el Parque natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac, en medio del esplendor natural tan característico de esa zona de Barcelona, se encuentra Mura, un pueblo pedregoso con encanto medieval a poco más de una hora de distancia de la gran urbe. Callecitas encantadoras y muy instagrammeables conquistan a todo el que lo visita. El 23 de abril el pueblo tiene una atracción extra: ese día se celebra la festividad de San Marcos, patrón de la localidad, con una fabulosa feria de artesanos con puestos de degustación y venta de los productos típicos de la zona.
Te proponemos conocer (si no lo has hecho aun) el Valle de Salazar, nombre que te sonará si has leído La trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. Este valle, a poco más de una hora en coche de Pamplona y muy cerca de la frontera francesa, guarda dos tesoros: Ochagavía (Otsagabia, en euskera), el pueblo que disputa el título del «más bonito de Navarra», y un paisaje natural privilegiado para disfrutar de planes al aire libre, la Selva de Irati. A 764 metros de altitud, en el noreste de Navarra, se esconde un pueblo de cuento, rodeado de altas cumbres y extensos bosques de hayas y pinos silvestres, a la ribera de los ríos Zatoia y Anduña, que cruza un encantador puente medieval. La torre de la iglesia fortaleza de San Juan Evangelista, que guarda un retablo renacentista, destaca por su ubicación en alto entre las casas de piedra de característicos tejados rojos a dos aguas, de blasonados dinteles y floridos balcones. Busca en sus empedradas calles los palacios medievales de Urrutia, Iriarte y Donamaría, que sobrevivieron al fuego que asoló la localidad en 1794, durante la Guerra de la Convención que enfrentó a España y Francia.
En la sierra de Ayllón y a tan solo una hora de la capital, está este pequeño pueblo de Madrid con una arquitectura muy característica: piedra y pizarra decoran casas y calles que conforman un lugar único. En fin de semana y festivos, sus vías se transforman y se llenan de turistas que disfrutan de sus terrazas y restaurantes. Si eres partidario de la actividad física, existen senderos alrededor del pueblo que pueden disfrutarse sin necesidad de ser un gran excursionista.
A apenas una hora y media de Madrid, Pedraza hace honor a su nombre: es una villa medieval amurallada que se caracteriza por la piedra con la que están construidas tanto fachadas como suelos. Pasear por sus calles te transportará a otras épocas y tiene rincones preciosos de los que disfrutar.
La Villa de Portomarín estuvo a punto de desaparecer. Los miles de peregrinos que hacen escala en este pueblo antes de acometer las últimas etapas para llegar hasta Santiago de Compostela no saben que cuando las aguas del Miño se embalsaron para crear la presa de Belesar, sus habitantes trasladaron piedra a piedra sus monumentos para que sus descendientes pudieran seguir disfrutándolos. Desde las iglesias románicas de San Xoan o San Pedro, los pazos y el puente medieval con su elevado arco, Portomarín sobrevivió por arte de magia. El día 9 de cada mes celebran una feria agrícola y ganadera, famosa por las transacciones de ganado porcino. Es un buen momento para degustar su aguardiente, los guisos de anguila y la tarta de almendras de Portomarín. Si vas en verano, cuando el Miño se retira parcialmente, podrás visitar las ruinas de la antiguas aldeas y verás a los «caneiros» para la pesca de anguilas. También merece la pena desplazarse hasta el cercano Castro de Castromaior, uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro más relevantes del Noroeste de la Península Ibérica.
Hasta el cielo de esta localidad barcelonesa es único. Posee el distintivo de «Quality Night Sky Site» por su excelente visibilidad para disfrutar del entorno natural durante la noche. Si lo visitas de día, serán sus casas de piedra del siglo XVII las que te conquistarán, así como su naturaleza. Situado en pleno Espacio de Interés Natural del Collsacabra, está rodeado por el arroyo Rupit, frondosos bosques, cuevas, tumbas prehistóricas, cascadas y kilómetros de acantilados donde se respira el silencio y la calma de la naturaleza.
Más que un pueblo de montaña, Setenil de las Bodegas es un pueblo dentro de la montaña. Este llamativo municipio es un reclamo turístico que atrae a cientos de turistas cada año. ¿El motivo? Algunas de sus calles están enclavadas en la roca, casas y pavimento incluidos. Sus dos calles más conocidas son Cuevas de Sol, donde las casas están literalmente incrustadas en la piedra y ésta cubre parte de la vía a modo de «toldo», y Cuevas de Sombra, una especie de «pasaje bajo la piedra». Pero este no es su único atractivo. Setenil tiene mucha historia y un pasado morisco, además de iglesias, miradores y una fortaleza nazarí del siglo XIII que no puedes perderte.
A 740 metros de altura, sobre un barranco del que sobresalen los restos de un castillo medieval, los 27 habitantes de Siurana, pedanía de Cornudella de Montsant (Tarragona), cuentan con unas vistas privilegiadas a la Sierra del Montsant. Eso sí, no hay wifi y solo cinco bares y dos hoteles. Recibe cada año más de 220.000 visitantes, atraídos sobre todo por su paisaje montañoso. Su fama como lugar perfecto para la escalada es internacional (en noviembre se organiza el Siurana Climbing Festival). En puentes festivos o Semana Santa, las 200 plazas disponibles de sus dos aparcamientos se completan tan pronto que muchos coches tienen que esperar media hora en un control de carretera establecido por los Mossos d'Esquadra hasta que otro deja su sitio.
En una pequeña montaña y rodeada de verdes prados, se extiende este pueblo de casas blancas impolutas que parece cubierto por un manto de nieve. Forma parte de la ruta de los pueblos blancos de Andalucía y ha sido declarado conjunto histórico por la Consejería de Cultura de la Junta. Este pequeño pueblo gaditano se extiende por la montaña, vigilada por un castillo y con el embalse Zahara-El Gastor a sus pies. Además de su encanto natural, tiene un aliciente extra: no es tan turístico como otros, por lo que se puede visitar en cualquier época del año sin grandes aglomeraciones. Imprescindible visitar la Capilla de San Juan de Dios Letrán y la Torre del Reloj.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?