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Ellas han cambiado sus vacaciones por trabajo solidario

Cada año, miles de profesionales de la salud deciden pasar sus días libres en países sin recursos, trabajando a cambio de nada. O de mucho.

Conoce a estas profesionales de la salud que destinan sus vacaciones a ayudar a quien más lo necesita. / d.r.

Beatriz González
Beatriz González

Andrea de Palacio recuerda claramente el rostro de un recién nacido que no habría sobrevivido si ella no hubiera decidido pasar sus vacaciones en Busuanga, una de las islas del archipiélago filipino. “Aquel viaje fue el más increíble de nuestras vidas”. Habla de las vacaciones que ella y otras compañeras de carrera decidieron tomarse hace dos años, tras presentarse al examen de Médico Interno Residente ( MIR). Mientras esperaban los resultados de la prueba, tenían por delante unos meses para descansar y Filipinas les pareció el destino perfecto para desconectar por sus playas de arena blanca y los paisajes de postal. Mientras preparaban la ruta, se les ocurrió que quizá podrían aprovechar algunos días para echar una mano como doctoras voluntarias. Y aquella decisión cambió sus vidas. “La experiencia fue tan increíble que, cuando llegó la hora de marcharnos para hacer turismo al uso, ya no nos parecía tan buena idea”, recuerda riendo Patricia Núñez, residente de Medicina Física y Rehabilitación, quien unos meses después acabaría fundando la ONG Meds4Busuanga junto a sus compañeras Andrea de Palacio, Irene Nalda y Beatriz Padial, residentes de Urología, Oncología y Cirugía Ortopédica y Traumatología, respectivamente.

Un gran regalo

Como ellas, miles de sanitarios españoles emplean sus vacaciones anuales en seguir trabajando, solo que sin recibir contraprestación alguna. Una opción que, aseguran, les proporciona tantas satisfacciones que ya no conciben unas vacaciones sin entregar su tiempo a cambio de nada. Aunque según ellos, es a cambio de mucho: “Recibes una barbaridad, es como un gran regalo”, dice Patricia Núñez.

La cooperación es un modo de entender la vida en el que siempre recibes más de lo que das”.

Según explica Yolanda Pérez, psicóloga y docente del posgrado de Acción Humanitaria de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), “las personas altruistas suelen tener alta motivación al logro, un rasgo que se traduce en la necesidad de hacer algo sin que conlleve una recompensa material a cambio. Para ellos tiene otros beneficios, como el bienestar psicológico”, señala. Pérez afirma que esa característica de la personalidad se encuentra con frecuencia en los profesionales sanitarios. También el compromiso y la empatía. “Además, los cooperantes suelen tener la necesidad de impactar sobre lo que acontece a su alrededor (es lo que llamamos impacto de acción), conciencia social y deseo de aliviar el sufrimiento del otro. Por eso muchos se comprometen con ONG”.

Trincheras permanentes

La cirujana Carmen Hernández es un buen ejemplo. Ya de niña quería ser médico. Y en cuanto cumplió 16 años buscó proyectos de cooperación en los que participar como voluntaria. Entonces le dijeron que era demasiado joven, y cuando se licenció tampoco encontró hueco. “Me fui embarcando en mi vida profesional sin poder formar parte de ningún proyecto”. Hasta que, cuando acababa de tener su segundo hijo, surgió la posibilidad de ayudar en Turkana, al Norte de Kenia, y se sacó la espina, pese a que no era, a priori, el mejor de los momentos. “Mis hijos eran dos bebés todavía, pero pensé que era el tren que llevaba esperando toda la vida y no lo podía perder. O me subía o nunca más. Y me subí”.

Carmen tenía miedo de que el sueño con el que había crecido le decepcionara, pero ocurrió todo lo contrario. Desde su primera experiencia como voluntaria no solo viaja cada año a Turkana para operar a cientos de kenianos, sino que dedica cada momento libre a un proyecto que forma parte de su vida tanto como su trabajo. “La frase “recibes más que lo que das” parece cursi, pero es absolutamente cierta. Todas las relaciones entre personas que no tienen una contraprestación material son maravillosas”, asegura.

Patricia García está de acuerdo. Sus vacaciones hasta hace siete años no eran muy distintas de las del resto del mundo. Consistían en olvidarse del despertador, tumbarse al sol en una playa, aprovechar para leer todos los libros acumulados en la mesilla de noche… Hasta que, como enfermera en el Grupo de Dermatología Pedro Jaén, vivió la fundación de un proyecto de cooperación internacional. Lo hizo desde la barrera, escuchando las historias de los doctores a la vuelta de las campañas Albinos en Tanzania. Gracias a este proyecto, los albinos del Kilimanjaro, a quienes los tanzanos llamaban “fantasmas blancos de África”, reciben cuidados contra el cáncer de piel que acababa con las vidas de muchos de ellos. Hasta que un día preguntó si podría unirse al siguiente viaje. “Una vez viví la experiencia, me enganché. Creo que nos pasa a todos. Desde hace siete años, no concibo un mes de marzo sin ir. Para mí, cada viaje es como una lavadora humana: vas a Tanzania, te lavas, te centrifugas y vuelves como nueva –dice–. Aprendes a darle importancia a lo que realmente la tiene, y a disfrutar con todo, también con las pequeñas cosas”.

Aunque no siempre es todo tan amable. Y mucho menos fácil. Los voluntarios también hablan de la terrible sensación de impotencia cuando no logras salvar la vida de alguien que sobreviviría si no hubiera nacido allí. Y la rabia por no poder hacer más. “Si no puedes operar a un paciente que lo necesita porque el quirófano está lleno, por ejemplo, es frustrante –cuenta Cristina Sevilla, oftalmóloga voluntaria que ha viajado a los campamentos saharauis de Tinduf con Médicos del Mundo–. Quizá ese paciente lleve cinco días caminando para llegar hasta nosotros, y solo puedes pedirle que regrese dentro de seis meses, cuando haya otra campaña”.

Y aún así, dejar de intentarlo no forma parte del plan. Tanto ella como sus compañeras voluntarias ya tienen marcada en el calendario la fecha de regreso y cuentan los días que faltan para repetir la experiencia. Se sorprenden cuando se les pregunta si no les cuesta renunciar a sus vacaciones (que a veces son días de guardias acumulados) para seguir trabajando. “No veo mejor forma de disfrutar de mi tiempo libre”, afirma Cristina Sevilla. “Cada uno procura hacer en sus vacaciones lo que más le gusta, y a mí esto es lo que me hace feliz”.

Cristina Sevilla: Oftalmóloga voluntaria en los campamentos saharauis de Argelia con Médicos del Mundo.

La oftalmóloga Cristina Sevilla. / d.r.

“Después de sacar el MIR, hice un voluntariado en República Dominicana. Y, ya de vuelta en España, conocí a oftalmólogos que se iban a Burkina Faso, a la India y a otros países, a operar con distintas ONG. Encontré mi oportunidad cuando coincidí con un compañero que llevaba en el Sáhara la logística de una campaña de oftalmología de Médicos del Mundo. Le pedí que me avisara si surgía alguna vacante y, al poco tiempo, viajé a los campamentos de refugiados saharauis de Argelia.

La oftalmóloga Cristina Sevilla en uno de los hospitales de los campos de refugiados saharauis de Argelia, donde la población padece muchos problemas oculares. / d.r.

Nadie ha pedido nacer aquí. Saberlo te hace más agradecida”.

Mi familia me animó muchísimo desde el principio. Se sienten felices por mí, saben que lo disfruto. Siempre he creído que podemos hacer algo más de lo que hacemos. Estas campañas me gustan profesionalmente –me encanta mi trabajo–, pero también siento que estoy ayudando a otros, y eso es algo que no se paga.

El pueblo saharaui ya no espera nada, está olvidado por todo el mundo, y quizá por eso son las personas más agradecidas que he visto. Lo que más me pesa es tener que decirles que no puedes atenderlos. Este año, una niña saharaui vino a vernos porque no habíamos podido atender a su padre. Era un beduino que vivía en el desierto y no había llegado a tiempo a la consulta. Al final, gracias al empeño de su hija, que al día siguiente lo llevó a otra wilaya (provincia) donde atendíamos, pudimos operarle. De vez en cuando me escribe whatsapps preguntándome dudas. Me hace ilusión poder mantener el contacto. Ves las posibilidades que tienes de ayudar en sitios como este, y eso te enseña a apreciar lo que tienes aquí. Nadie ha pedido nacer donde ha nacido. Ser consciente de ello te hace ser mucho más agradecido”. +info.: www.medicosdel-mundo.org.

Patricia García Galeote: enfermera en el proyecto de dermatología solidaria del Dr. Pedro Jaén en Tanzania.

Patricia García. / d.r.

“El primer día que estuve en Tanzania fui a ducharme y no había agua caliente. El segundo no había luz; y al tercero, ni luz ni agua. Pero para entonces ya nada de eso me parecía un problema. Aprendes a valorar todo (por ejemplo, que el primer día sí hubiera agua). En el día a día, ni siquiera notas el cansancio, aunque te pegues madrugones, trabajes 12 horas y te acuestes tarde porque tienes que contar lo que has vivido a tus compañeros, que son tu familia allí.

Aunque se te parta el alma, necesitas volver una y otra vez”.

Todo está muy organizado, pero hay imprevistos. La tarde antes de inaugurar los quirófanos nuevos, faltaba una pieza del respirador. ¡Y estaba en Suecia! Pero había que operar, así que improvisamos con otra pieza y ahí sigue, funcionando. Somos como McGyver.

El primer día vienen centenares de pacientes, les diagnostican y los quirófanos se organizan por orden de prioridad. Luego, se opera mientras se da clase, porque no vale de nada ir, hacer 100 intervenciones y no volver hasta el año que viene. Se forma a dermatólogos que vienen de todo el este de África. Además de ayudar a los albinos, hemos empezado un proyecto para tratar el xeroderma pigmentoso (XP). A diferencia de los albinos, los XP tienen melanina, por lo que su color es normal, pero tienen mucho riesgo de cáncer.

El proyecto de Pedro Jaén trata el cáncer de piel de los albinos de Tanzania y forma a médicos locales. / Ana palacios

Estos proyectos te cargan de energía. Todo el mundo está deseando volver. Los gastos corren de tu cuenta, y esos días que pasas en Tanzania salen de tus vacaciones, pero algo tendrá cuando todos repetimos. ¿La parte negativa? Que a veces se te parte el alma. Recuerdo a un niño que se me enganchó a la pierna y no se soltaba. Tenía que entrar a quirófano, así que avisé a su madre. Me dijo: “Llévalo contigo. Por muy mala vida que le des en tu país, siempre va a ser mejor que la vida que yo pueda darle aquí”. +info.: www.grupopedro-jaen.com

Carmen Hernández: cirujana y directora médica de Cirugía en Turkana (Kenia)

Carmen Hernández. / d.r.

“Conocí Turkana (Kenia) hace 11 años y fue muy duro. No sabía nada del lugar, solo lo que había leído sobre las enfermedades y la miseria, y que nos tocaría desde hacer una cesárea hasta amputar una pierna.

En Turkana haces de todo, desde una cesárea a cortar una pierna”.

No me daba tanto miedo lo que iba a ver como lo que me podía pasar. Tenía dos bebés en casa y pensaba que quizá no había sido buena idea ir en ese momento. Ves que a uno le pica una araña y muere, ves que a otro le disparan, ves malaria y tuberculosis… Pero ese miedo se supera pronto. A lo que no te acostumbras es a ver que esta gente no tiene los recursos mínimos para llevar una vida digna. Mis hijos han crecido con historias de Turkana, y ahora mi marido se encarga de la logística y la recaudación de fondos. El año pasado operamos en España a Jimmy, un niño con un tumor en la cara. Se quedó en casa y se hizo muy amigo de mis hijos.

Para la cirujana Carmen Hernández, Turkana es ya parte de su vida. / Gisela Fernández-Pretel para Cirugía Turkana.

Cuando se fue, le pregunté al mayor si estaba triste porque se había ido su amigo me dijo: “No, mamá. Se ha ido mi hermano”. Ahora está pasando la Navidad con nosotros, comiendo churros con la abuela, como él dice. La cooperación es un modo de entender la vida. Y no hace falta viajar miles de kilómetros. Hay Turkanas en cualquier sitio donde a alguien le falte lo básico”. +info.: www.cirugiaen-turkana.com.

Andrea de Palacio: médico residente de Urología y cofundadora de Meds4Busuanga en Filipinas

Andrea de Palacio. / d.r.

Cuando decidimos ir de vacaciones a Filipinas hablamos con un dentista local, el doctor Joseph Tradio, que organizaba misiones dentales en la provincia de Busuanga, para ver si nos podía organizar algo como voluntarias. Allí viven 20.000 personas y solo hay un médico. Acabábamos de terminar Medicina y solo habíamos trabajado bajo supervisión, pero abrimos un chat con familiares y amigos médicos y les consultábamos si teníamos dudas.

Busuanga es mi segunda casa, no lo considero trabajo".

En Busuanga atendemos todo lo que viene... con la mitad de medios. Aprendemos muchísimo y vivimos una experiencia preciosa con ellos. Son personas muy agradecidas y acogedoras.

Además de atenderlos, damos talleres de higiene y de cuidado de mayores y niños, que son fundamentales para que reconozcan los síntomas del dengue, de una infección o de la hipertensión.

Andrea de Palacio y sus amigas convirtieron sus vacaciones en una misión de voluntariado en Filipinas. / d.r.

Había intentado ser voluntaria antes, y los proyectos siempre se habían cancelado por atentados terroristas, así que esto es como cumplir un sueño. Te das cuenta de que eres muy afortunada, y ellos te aportan tanto que vuelves con más de lo que has dado. Para mí, Busuanga es como una segunda casa. No lo considero trabajo. Aunque hay momentos difíciles. En una ocasión, al llegar al puerto varias mujeres vinieron a buscarnos porque Judy, una chica embarazada de 20 semanas, se había puesto de parto. Como el hospital más cercano está a dos horas, a las mujeres les dan tocolíticos, unos fármacos que frenan las contracciones, para que les dé tiempo a llegar. Le dimos la primera dosis y, mientras mis amigas la subían al barco, esterilicé en su casa unas tijeras y unas pinzas de la ropa, lo guardamos en un paño y cogimos unas toallas por si el bebé nacía. Afortunadamente, no hubo que utilizarlo, pero el viaje no fue nada fácil. Judy pasó varios días ingresada, pero finalmente su hija nació a término y nos mandó una foto con un mensaje en el que decía que la niña estaba viva gracias a nosotras”. +info.: meds4busuanga.org.

20 de enero-18 de febrero

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