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Como si fueran tuyos

El amor hacia el hijo o la hija de tu pareja solo será posible si te sientes aceptada y tú aceptas tu lugar. Una relación compleja que se cuece a fuego lento y que necesita la generosidad del adulto.

En la mayoría de los casos se necesita tiempo para aceptar a la otra persona. / d. r.

Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

Enamorarse de un padre divorciado implica construir una compleja red emocional con sus hijos. Una alianza que dependerá, sobre todo, de la generosidad y la capacidad psíquica del adulto que intente comprender, contener y aceptar al hijo de su pareja. Si bien el recorrido para querer a esos hijos que no son tuyos lleva tiempo, no es igual cuando tú misma tienes hijos de otra relación.

Cuando se trata de hijas, la complicidad puede aparecer, pero en muchas ocasiones también hay rivalidad. Al principio, casi siempre resulta inevitable, pues en esta relación se juegan los celos y las peleas por mantener en el corazón del padre un lugar importante. Estas rivalidades que las hijas de él pueden tener contigo evocan las que tuviste que elaborar en la infancia en relación con tu madre y tus hermanas.

Reproches desplazados

Sus hijos pueden culparte de la separación de sus padres, proyectando sobre ti los afectos agresivos, pero inconscientes, que sienten hacia sus padres por no haber sabido seguir juntos. En esos momentos, ellos no quieren herir a sus padres, pero les reprochan la situación, y ese reproche se desplaza con facilidad a la nueva pareja. En ese caso, la posición del padre es muy importante: tiene que defender su relación contigo, algo que hará si no se siente culpable y ha podido elaborar la relación con su ex.

El amor hacia ellos solo se hará posible si te sientes aceptada y aceptas tu lugar, el de la pareja de su padre, con quien has comenzado a construir otra nueva familia. Y es que al principio, y en relación a ellos, se te define más por lo que no eres que por lo que eres: y lo que no eres es su madre. Así que debes permanecer en un segundo plano cuando la prudencia lo indique. Con frecuencia, aunque no lo parezca, los conflictos no tienen que ver contigo. Conviene, pues, que en ciertas situaciones, te retires y dejes que el padre las resuelva con sus hijos.

Los hijos pueden empezar a aceptarte cuando comprueban que no pierden a ninguno de sus progenitores, entonces sienten que no les has quitado nada y el amor empieza a fraguarse. Ser madrastra entraña la dificultad de resolver relaciones personales que vienen marcadas por la experiencia de un fracaso. La anterior relación de ese hombre naufragó y probablemente sus hijos se sienten inseguros. Además, la madrastra quizá proviene de otro fracaso sentimental y ha decidido apostar fuerte por crear una nueva familia. Pero la situación cambia si los niños son adolescentes o pequeños.

Elena se ha quedado sola con su hijastro, de seis años. Andrés, el padre de Hugo, había llamado diciendo que llegaría un tarde. Cuando ella le da la comida, se encuentra con su resistencia.

-No me lo voy a comer. No los quiero. Ya está.

-¿Qué te pasa, Hugo? ¿No me han salido como a ti te gustan?

- No, no eso, es porque no me quieres, solo quieres a mi padre.

Elena se queda sorprendida por su respuesta. Se siente culpable porque piensa que quizá Hugo lleve algo de razón.

- Lo que dices no es cierto, Hugo. Yo quiero mucho a tu padre, pero también te quiero a ti. Lo que pasa es que son amores diferentes.

El niño comienza a llorar y a Elena se le hace un nudo en el estómago. En realidad, no sabe si quiere o no a ese niño. Aunque le tiene cariño, cree que lo que él dice es cierto: a quien ella quiere es a su padre. Se siente culpable. ¿Por qué? Aunque el niño dice la verdad, Elena hace todo lo que puede sin conseguir caerle bien y, en ocasiones, se cansa. No se da cuenta de que el niño proyecta sus sentimientos en ella. Él tampoco la quiere; él ama a su padre y la ve a ella como la persona que se lo ha quitado. Además, siente que si Elena le cae bien, está traicionando a su madre. Así que la frase de Hugo está hablando de sus propios sentimientos: "Tú no me quieres (yo no te quiero); quieres (quiero) solo a mi padre".

A una madre se la quiere a priori; a una madrastra, siempre, a posteriori.

La relación con los hijos de tu pareja promueve tanto en ellos como en ti conflictos emocionales inéditos. A una madre se la quiere a priori; pero a una madrastra se la quiere a posteriori, después de que haya demostrado sus habilidades para ocuparse y contener a un hijo que siempre compartirá con otra. La función de la madrastra tiene un aspecto muy saludable, pues proporciona al hijo más modelos de mujer que el de la madre y permitirá al niño tener otra relación de apoyo.

Llegará el momento en que podrás decir: "Es como un hijo para mí". Y seguro que él, al pensar en su relación contigo, también se dirá: "Es como una madre para mí". Entonces ya se habrá instaurado el amor entre vosotros. Pero hay que darse y darle tiempo.

Las claves:

  • Hay que darse tiempo para amar a los hijos del otro. Una nueva familia siempre se crea a fuego lento. No conviene fabricar expectativas poco realistas ni creer que los niños se adaptarán pronto a ti. No es así: cuanto mayores sean, más tiempo necesitarán.

  • Los hijos de tu pareja pueden tener la fantasía, sobre todo si son pequeños, de que sus padres volverán a estar juntos. Cuando se den cuenta de que no va a ser así, puede que inconscientemente te hagan responsable de su ruptura y desvíen hacia ti la hostilidad que, en principio, iba dirigida a ellos. Tendrás que esperar a que se resuelva su malestar: pasará cuando estén seguros de que no van a perder a ninguno de los dos. Entonces surgirá un amor tranquilo

  • Conviene controlar el deseo de ser amadas: el miedo a decepcionar a la pareja impide a veces poner a sus hijos los límites precisos. Las tareas domésticas pueden convertirse en un campo de batalla hasta que no se asumen como integrantes de la nueva familia. Mientras no acepten tu lugar junto a su padre, pueden intentar imponer su orden y rivalizar contigo. Es una forma de decirte que están en su casa y no en la tuya.

  • Paciencia es una palabra clave para afrontar los conflictos emocionales con los que alguien se acaba enfrentando al organizar un lazo afectivo con el hijo o la hija de su pareja.

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