Pueden encontrarse todos los conocimientos para la vida real en los libros? La respuesta es no. Entonces, ¿hay que apuntarse a la “escuela de la vida” para salir adelante con ventaja? Pues la verdad es que tampoco. La clave es saber adaptarse... y eso solo lo conseguirás combinando ambas cosas.
En Estados Unidos los llaman book smarts (los que aprenden en los libros) y street smarts (los que se educan en la calle). El estereotipo dice que los primeros son “ratones de biblioteca”: cultos y buenos teóricos (siempre y cuando su abanico de lecturas y de intereses de estudio sea amplio y abarque materias, contenidos, ideologías y puntos de vista diversos), pero con frecuencia ingenuos e incapaces de resolver problemas prácticos.
Por su parte, los segundos son más “ratones callejeros”, si mantenemos el simil. Son de los que no pudieron o no quisieron estudiar, pero han aprendido de la experiencia. Tienen un gran sentido común e inteligencia emocional, pero carecen del background suficiente para enfrentarse a reflexiones complejas. Aunque, eso sí, su prestigio ha crecido en los últimos años gracias al éxito de los emprendedores digitales hechos a sí mismos.
¿Tu infancia ha estado marcada por la lectura o por la improvisación? ¿Tus tardes han sido más de calle o de biblioteca? Repasar y llevar al extremo con humor cómo se desenvuelve cada grupo en el día a día nos pone frente al espejo de las ventajas y las carencias de alistarse al 100% en uno u otro bando. Y también nos convence de que, como en casi todo en esta vida, en el término medio se encuentra la virtud.
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Tus opiniones siempre están bien argumentadas y nunca hablas por hablar, no importa si se trata de vinos, de política internacional o de elegir un destino para unas vacaciones en pandilla. Lo tuyo son los datos y las referencias históricas, bibliográficas y culturales, que has ido aprendido y anotando meticulosamente en tu memoria. Ni siquiera las charlas sobre fútbol te pillan fuera de juego. Y estás acostumbrada a tener siempre la razón. El futuro. Si notas que tus amigos 1) reprimen un bostezo cada vez que tomas la palabra, o 2) asienten mecánicamente a tu discurso y procuran cambiar de tema, ándate con ojo y apúntate a un cursillo acelerado de frivolidad. Porque lo siguiente puede ser que planeen su próxima escapada sin contar contigo.
2. Si solo te fías de tu instinto... Las anécdotas sobre las aventuras que has vivido y las personas que has conocido (basadas en hechos reales pero a veces, admítelo, enriquecidas con una pizca de fantasía) entretienen cualquier sobremesa. Contigo el aburrimiento lo tiene difícil pero, ay, qué mal lo llevas cuando la conversación se pone profunda y reflexiva o cuando toca seguir los planes a rajatabla. El futuro. Antes o después, a tus amigos les tentará entregarse a cierto nivel de apoltrone. La improvisación no siempre encaja bien en sus vidas y notarás que tus sorpresas y no saber por dónde vas a salir, ya no les hace tanta gracia
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Desde el final de la adolescencia, has elegido sin cesar a novios que les gustan a tus padres. Tú que has leído las obras completas de Jean Austen sabes que hace siglos que quedó claro que en el amor no mandan las convenciones, pero siempre has sabido que lo que funcionaría para ti sería casarte con alguien de tu misma clase social y, a ser posible, superior a la tuya. Y ahora que ha llegado el momento, has preparado minuciosamente tu boda según los cánones tradicionales del “buen gusto” con vestido de princesa, vals y tarta clásica incluidos. Hay otras opciones más actuales y tal vez más divertidas, pero no lo cierto es que no son para ti. El futuro. Tanta corrección acaba con cualquiera. Al cabo de siete años de vida en común, nuestro “ratón” se aburre. Ha pasado de ser un personaje de Edith Wharton –refinada y con los valores muy claros– a convertirse en una madame Bovary sin ilusión y sin horizonte.
2. Si solo te fías de tu instinto... Desde la adolescencia, no te has guiado por otra cosa. El problema es que eso te ha llevado siempre a hombres bohemios y encantadores de serpientes, amigos de la noche o casados y con hijos. En tu afán por emparejarte con personajes fuera de la norma, has acumulado experiencias como para escribir una guía. El futuro. Tus desengaños te han empujado a desarrollar un radar para detectar a los tipos de los que es mejor huir. El problema es que, a fuerza de correr en el sentido contrario, puedes tardar 20 años en encontrar a tu alma gemela y acabar en brazos de un ingeniero clasicón que juegue al pádel con tu padre.
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Para ti, la pareja es como una asignatura en la que hay que conseguir un sobresaliente. Has leído todos los libros de autoayuda, de desarrollo personal y de psicología de la pareja que se han publicado en la última década. Además, tus principios son firmes: absoluta paridad a la hora de ocuparse de las tareas domésticas, nada de televisión en el dormitorio, cena romántica cuatros veces al mes, sexo dos veces y media a la semana y los embarazos, con un intervalo de tres años. Nada de broncas, porque eres una auténtica reina del consenso, de la negociación y del “tenemos que hablar”… El futuro. Tu rigidez espanta a tu entorno y, especialmente, a tu pareja, que prefiere no tocar el tema, convencido de que esa conversación abrirá la caja de Pandora. Tu vida conyugal parece un power-point, y tú, a pesar de las apariencias, acabas agotada con tanta planificación, tanto plazo y tanto objetivo.
2. Si solo te fías de tu instinto... Tomas a tu pareja como es, no intentas cambiarla ni cambiar tú. Tu auténtico credo: cuanto menos le persigas, más se acercará a ti. Tres principios guían vuestra convivencia: las broncas a gritos (después de tres años juntos, ya no puedes soportar su lado hipster y que solo ponga la lavadora bajo amenazas), los ataques de risa en común... y el sexo. Pero nuestro “ratón callejero” prefiere no hacerse muchas preguntas, no sea que descubra verdades que no le gustan. El futuro. Con este cóctel vital, quizá acabes divorciándote y guerreando por la custodia, incluso antes que el “ratón de biblioteca”, siempre tan perfeccionista y tan aburridamente “feliz”.
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Haces todo como recomiendan los mejores pedagogos: practicas la educación positiva, el método Montessori y la neurociencia. Tus hijos dan un poco de miedo por su perfección: son responsables y con unos modales exquisitos. No se ensucian jamás ni dicen una palabra más alta que otra, ni siquiera en la adolescencia. En una ocasión, le diste un azote a uno de ellos pero fuiste tú quien acabó llorando durante días. El futuro. Tus hijos no tendrán nada que contar a sus psicólogos y nada que reprocharte salvo, tal vez, el hecho de que les hayas inculcado la idea (falsa) de que ahí afuera todo el mundo es tan paciente y tan educado como tú.
2. Si solo te fías de tu instinto... Durante el embarazo, te limitaste a observar a los niños más simpáticos del parque, preguntándote cómo lo habrían conseguido sus padres. Nada de manuales, por favor, el secreto de era sencillo: cuanto más a su aire se les deja, mejor expresan su personalidad. Tus hijos han crecido como flores en el campo, descalzos, comiendo a su antojo cremas de chocolate y jugando, día sí día también, con todas las pantallas de la casa. El futuro. Todos tus hijos parecen los pequeños de la casa: mimados, pero felices; despreocupados y listos para sacarse las castañas del fuego gracias a su imaginación. Eso sí, quizá con un ligero sobrepeso e incapaces de consentir un no por respuesta. Su adolescencia promete y, de adultos, tal vez te echen en cara que, además de tener más cicatrices que un veterano de Vietnam, han acabado en el psicólogo, incapaces de soportar las frustraciones.
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Sigues disciplinadamente lo que ves en las revistasy eres experta en comprar la prenda adecuada de la temporada y firmada por el creador que está más de moda. Tu estilo es la culminación del normcore: todo en tu armario tiene tonos beiges, negros y grises. No sabes qué hacer con los demás colores de la paleta, ni cómo sacar partido a prendas y complementos sin seguir instrucciones. Te gustaría parecerte a Gwyneth Paltrow y crees haberlo conseguido, pero, en realidad, eres incapaz de idear un look propio y personal. El futuro. La planificación acaba pasando factura también en el estilo. De tanto seguir las tendencias más discretas y elegantes, uno acaba vistiéndose todo el rato igual ¿Elegante? Sí. Aburrido también.
2. Si solo te fías de tu instinto... ¿Falta de gusto? ¿Qué es eso? Tu estilo de 2018 puede ser el mismo que el de 2010.. o el de 1990. No le dedicas ni medio pensamiento a tu indumentaria del día. Eres la reina de las mezclas, de la ropa de mercadillo por menos de 20 € y de los looks coloristas. Pero ni siquiera eres hippy, solo descuidada. El futuro. Con tu falta de organización y de coherencia a la hora de elegir la ropa, corres el riesgo de acabar pareciendo una influencer enloquecida, pero encima sin recibir los favores de ninguna marca.
1. Si solo crees en lo que dicen los libros... Por supuesto, sabes cocinar a la perfección y tu familia come cada día las cinco raciones de fruta y verdura recomendadas. En tu despensa nunca faltan semillas de chia, verduras ecológicas y leche de granjas sostenibles. Jamás invitas a tus amigos sin haber ensayado antes el menú al menos tres veces. Visitas con regularidad los restaurantes a la última para formarte una opinión gastronómica de lo que se lleva y hablas de los grandes chefs con estrella como si fueran íntimos. El futuro. Cada comida o cena es un derroche de energía agotador. El protocolo es tan estricto y el menú tan perfecto que tus amigos no se atreven a invitarte a su casa por miedo a no estar a la altura.
2. Si solo te fías de tu instinto... Lo tuyo es la improvisación. ¿Hay huevos? Puedes hacer un soufflé maravilloso... o una simple tortilla. Tu desorganización natural y la falta de tiempo han agudizado una astucia impagable para salir del paso. Se te dan mejor las app del móvil que los utensilios de cocina, así que te has convertido en la reina de la comida a domicilio. El futuro. Tus cenas, a menudo repetitivas, no son precisamente un imán para tus invitados. Eso sí, en tu casa nunca falta un buen vino, pero eso solo no basta
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