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¿Eres una hipocondriaca de la felicidad?

Pueden parecer términos contradictorios, pero en un mundo obsesionado por el consumo y la imagen, ser (y, sobre todo, parecer) feliz se ha convertido para muchos en una obsesión. Sin embargo, la realidad muestra que, cuanto más se busca, menos se alcanza.

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Elena Castelló
Elena Castelló

Parece una ironía contemporánea: uno quiere ser feliz con tanto ímpetu, que acaba siendo profundamente infeliz. Proliferan las terapias, científicas y no científicas, y nuestra mayor cultura psicológica nos hace hiperanalizar todo, convirtiendo en problemas cosas que no lo son y que simplemente forman parte de la vida. Es una nueva tiranía, dicen la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas en Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Paidòs). Esta “industria de la felicidad” mueve millones de euros y sostiene que las personas pueden resistirse a los sentimientos negativos para sacarse el mejor partido. ¿No será, sin embargo, una forma de control para convencernos de que el éxito y el fracaso, o la salud y la enfermedad, son solo responsabilidad nuestra?

Las proliferación de obras escritas por figuras como Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, con recetas para los momentos complicados, ha creado una nueva ansiedad: ¿somos lo suficientemente felices? ¿Somos lo suficientemente luchadores? ¿O nos hemos equivocado en todo y por eso no tenemos éxito? ¿Qué fue antes la insatisfacción y la autoayuda o la autoayuda y la insatisfacción?

“Vivimos en una sociedad que ha sustituido sentimientos por sensaciones –dice la psicóloga Marian Rojas–. Las emociones fuertes no son felicidad, sino una gratificación instantánea”. “La felicidad no llega sin cierto sufrimiento, hay que saber manejarlo”, recuerda el psicólogo Rafael Santandreu. ¿Será acaso que no queremos pagar ese precio? Repasamos cinco maneras erróneas de perseguir la felicidad.

¿De verdad existe?

“Esta es una pregunta que hace alguien que no conoce la felicidad –explica el psicólogo Rafael Santandreu, autor de superventas como El arte de no amargarse la vida (Grijalbo)–. La gente que vive feliz asegura que es un estado que sobrevive ante adversidades importantes. Uno está triste y a la vez tiene una sensación de plenitud. Los budistas lo llaman “contento”. La felicidad es “una sensación general de placer y significado vital –explica el catedrático de Psicología y escritor israelí Tal Ben-Shahar–. Por eso, puede que una persona experimente dolor puntual, pero que sea feliz en lo global”.

Un jefe de la felicidad

Chief Happiness Officer o Happiness consultant (algo así como jefe de la felicidad) es una figura que han empezado a implantar algunas empresas y cuya misión es velar para que los empleados sean más felices: que tengan mejor conciliación, mayor seguridad laboral o buenas condiciones de salud en su puesto. Porque, uno de cada cuatro empleados españoles asegura que no es feliz, según Adecco. El problema es grave, si tenemos en cuenta que esa insatisfacción puede provocar un estrés crónico superior al del desempleo y repercutir en la productividad (el bienestar aumenta entre un 60% y 70% el rendimiento, según datos recopilados por la escuela de negocios española IMF Business School). ¿Cuáles son las funciones de ese consultor de la felicidad? Escuchar a los empleados, para que se sientan valorados y sus necesidades tengan respuesta; mantener buen ambiente; retener el talento y fomentar el trabajo en equipo.

1. Eres una perfeccionista de los sentimientos

-¿Cuál es el problema?: A veces, preparamos con esmero un momento –como una fiesta familiar– y, en vez de disfrutarlo, nos pasamos el tiempo pendientes de todo lo que sale mal. Queremos ser felices de manera perfecta, pero la vida real nos lo impide. Hay personas que tienden a ver así todo lo que les sucede. Marino Pérez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo, lo llama hiperreflexividad: cada vez nos centramos más en nosotros mismos y no aceptamos los altibajos normales de la vida.

-¿Qué hacer?: “La ausencia de felicidad se ha convertido en algo disfuncional”, escribe la socióloga Eva Illouz. Si somos felices, tenemos que serlo sin matices. Queremos que todo sea un éxito. Pero ¿por qué no admitir que, a veces, uno no se siente tan feliz como se supone que debería ser, que no hay un manual de instrucciones para eso, y que no pasa nada? “Hemos anulado la capacidad de nuestro cerebro para conectar con el momento presente, tanto con las personas como con el aquí y el ahora”, señala la psicóloga Marian Rojas, autora de Cómo hacer que te pasen cosas buenas (Espasa). Nos vemos desde fuera, como si estuviéramos en un escenario. Quizá logremos ser más felices cuando no nos esforzamos por serlo, y simplemente disfrutamos del momento.

2. Estás más pendiente de Instagram que de la vida real

-¿Cuál es el problema?: En internet, la única preocupación de la gente es parecer feliz, interesante, exitosa. Para eso se exhiben en las redes sociales. El problema es que mucha gente confunde “parecer” con “ser”. No es raro que, repasando nuestros contactos, nos sintamos excluidos de esa felicidad perfecta y nos cuestionemos todo. Un estudio de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), de 2016, mostraba que los que son acérrimos seguidores de las redes sociales tienen 2,7 más probabilidades de sufrir una depresión.

-¿Qué hacer?: Desengánchate. Solo así podrás calibrar, de verdad, qué es ser feliz, porque en internet, nunca nada es suficiente, y menos la felicidad “normal”. “Debe existir un equilibrio entre cuatro facetas de nuestra vida –expica Marian Rojas–: lo que muestro que soy (mi imagen), lo que yo creo que soy (el autoconcepto), la verdad sobre mí mismo y la e-imagen (la imagen de las redes sociales). Los fundadores de Facebook ya sabían que la red resulta adictiva y que cada like es como un chispazo de dopamina, una hormona del placer que sube y luego produce un síndrome de abstinencia”.

Las redes sociales, además, afectan tanto al que las ve como al que se exhibe en ellas. “La exhibición de la propia vida es una actitud narcisista y supone una presión enorme para el que lo hace, porque tiene que mantener el listón siempre alto”, asegura Rafael Santandreu.

3. Estás obsesionada con ser positiva

-¿Cuál es el problema?: En ocasiones, intentar ver el lado bueno de las cosas es muy difícil. Querer “positivizar” a todas horas deja los problemas reales fuera de foco. Y no siempre un “no te preocupes, todo saldrá bien” es oportuno, cuando un amigo está pasando una mala racha. Es mejor trabajar la empatía. Para Eva Illouz y Edgar Cabanas, los libros de desarrollo personal imponen, en ocasiones, una “ideología de la felicidad” que puede hacernos creer que todo es culpa nuestra, por no ser lo suficientemente “positivos”. Pero se nos olvida que las circunstancias en las que nos encontramos forman parte de la ecuación de nuestra vida. Y a veces se pueden cambiar y, en ocasiones, no.

-¿Qué hacer?: La expresión de la cólera o el resentimiento también forman parte de la vida y nos ayudan a cambiar las cosas. “ La psicología positiva no se reduce a sonreír a todo el mundo –explica Marian Rojas–, porque entonces nos planteamos que en la vida todo depende de nosotros y no es así. Mandar mensajes negativos al cerebro puede hacer que enferme, pero si hay algo tóxico de verdad es la culpabilidad”.

Ser positivo es esencial, pero hay que saber cómo. “Es un concepto que defiende el budismo, por ejemplo: una de las claves para el bienestar interior es no quejarse y valorar lo que sí posees –explica Rafael Santandreu–. Indignarse es siempre un error, porque es pensar que cualquier adversidad es el fin del mundo. Pero nuestra mente hiperexigente nos hace pensar que, si no vivimos en un entorno perfecto, es intolerable, y eso es lo contrario a la felicidad. No es casual que el 30% de la población sufra ansiedad o depresión”.

4. Lees demasiados libros de desarrollo personal

-¿Cuál es el problema?: Vas en busca de una solución para tu falta de autoestima, pero, muchos libros de autoayuda plantean un cambio tan exigente que exacerban tu perfeccionismo y te hundes más. Eso sin contar con que muchos autores llenan páginas con todo tipo de teorías pseudocientíficas que, además, pueden hacerte daño.

-¿Qué puedes hacer?: “Hay un exceso de libros mal denominados de autoayuda, que se alejan de los verdaderos avances de la neurociencia”, explica Marian Rojas. “Yo diría que el 95% de los libros de desarrollo personal son malos y algunos perjudiciales –dice Santandreu–. Por ejemplo, los que plantean que, si deseas algo, lo atraes por una especie de ley cósmica. Esta es una ideología supersticiosa y negativa, que lleva a la confusión y a la frustración. Yo aconsejo acudir a contenidos basados en la evidencia y contrastados científicamente”. Ya sabes: más ciencia y menos misterio. Los libros de autoayuda deben hacerte reflexionar, desecha los manuales de instrucciones. Mejor leer buena literatura.

5. Eres incapaz de tomar una decisión

-¿Cuál es el problema?: En una relación, a la hora de aceptar o no una oferta de trabajo, de comprar una casa o de elegir el colchón para la cama: en múltiples situaciones de la vida cotidiana –de la vida, a secas– hay que tomar decisiones. Una vez más, la perfección no existe. Lo contrario es vivir en una angustia permanente.

No vas a ser más feliz por acertar con el mejor hervidor o por escoger a tu novio como si estuviera en un catálogo. Si te pasa eso, tienes dos problemas: cosificas a las personas y no quieres aceptar que vivir es elegir y responsabilizarse de esa elección.

-¿Qué puedes hacer?: “En nuestra sociedad hay, sin duda, una obsesión por la perfección –señala Marian Rojas–. Y el perfeccionista, por definición, es el eterno insatisfecho, que no encuentra nunca nada a la altura de lo que espera y se pasa el día detectando fallos en el entorno, en su vida, en la vida de sus hijos. La felicidad consiste en aceptar el derecho al error.

La autoexigencia nos hace vivir constantemente en modo alerta, pero el cerebro no está diseñado para ello y se enferma”. “El problema de la indecisión parte de la idea de que necesitas mucho para vivir y perderlo es terrible, cuando, en realidad, se necesita muy poco para ser feliz”, explica Rafael Santandreu. “Cuando ves esto claro, entonces es fácil elegir una opción, porque sabes que, decidas lo que decidas, puedes ser feliz. Tener esa seguridad hace que las cosas sean sencillas”.