ENTREVISTA

Adriana Abenia: «Si pudiera borrar una etapa de mi vida sería la de cuando fui modelo»

Adriana Abenia ha publicado el libro La vida ahora, en el que aborda los momentos más traumáticos que ha vivido y explica cómo ha sido su crecimiento personal.

Adriana Abenia,, en una imagen reciente. / CORTESÍA

Juanra López
Juanra López

Diferenciar entre el personaje y la persona es el trabajo de introspección que ha hecho Adriana Abenia en su nuevo libro, La vida ahora (Vergara), en cuya portada leemos toda una declaración de intenciones: «No necesitas ser perfecta sino ser tú misma». La presentadora, casada con el empresario Sergio Abad , su pareja desde que tenía 15 años, y madre de una niña, Luna, no escatima detalles del complejo proceso que ha vivido hasta realizar este ejercicio de sinceridad que lleva acaparando titulares desde su publicación, entre otras cuestiones por una violenta agresión que sufrió en 2010 y un ictus que padeció al día siguiente..

Abenia estremece en los pasajes más delicados de este trabajo que es casi un testamento vital. Aborda también con naturalidad cuestiones como la vejez o la muerte así como el lastre que suponen los prejuicios o la percepción a veces errónea que tenemos de nosotros mismos.

Voy a empezar la entrevista con la frase final del libro… «A veces somos muy felices y no lo sabemos». ¿Es esa la conclusión que sacaste después de ese proceso de introspección?

Nos anticipamos tanto en lo que va a suceder que anclamos ahí nuestros sueños y nuestras ambiciones. Lo que estamos viviendo en el presente es lo único que tenemos y lo que de verdad nos proporciona felicidad, porque en el pasado vive la culpabilidad muchas veces de no haber hecho las cosas como queríamos. Y en el futuro nadie sabe lo que va a suceder. Hay que delimitar de alguna manera que es lo que merece la pena vivir y es lo que sucede en este momento. Muchas veces tu vida está siendo increíble y no te das cuenta y estás con la mente en otra cosa.

En el libro enumeras unos cuantos momentos de tu vida en los que el éxito parecía ser la felicidad y, sin embargo, estaba siendo una losa para ti.

Me he acostumbrado a vivir buscando la validación ajena y a forjar mi imagen en torno a lo que los demás pensaban de mí. Eso es terrible. Ellos conocen una pequeña parte o la que tú les estás proporcionando, pero llegó en un momento en el que a base de sustos me di cuenta de que lo estaba haciendo francamente mal. También fue una cuestión de educación. Antes nuestros padres nos pedían con la mejor de las intenciones que fuéramos los mejores en clase, haciendo deporte…

La adolescencia perdida

Desde niña has transitado por ámbitos muy competitivos como el ballet, la gimnasia rítmica o el modelaje.

Son profesiones muy exigentes en las que buscas el aplauso fácil, que todo el mundo te adule, que te diga lo bien que lo haces y lo brillante que eres. ¿Y para qué? Eso no aporta felicidad de ninguna manera y pierdes el tiempo en cosas que podría haber utilizado en vivir una etapa como correspondía. Tal como digo en el libro, la mejor extraescolar es el juego, el permitir con libertad crear, imaginar, pasar tiempo con tus amigos. Con 15 años me fui a vivir a Milán y fue una locura. Es un tema que he tratado largo y tendido con mis padres. Soy producto de mis errores y mis aciertos, pero si pudiera eliminar una etapa de mi vida probablemente sería esa, aquella en la que me salté un periodo tan importante como la adolescencia.

lLa presenta está inmersa en la promoción de su nuevo libro. / CORTESÍA

A propósito de jugar, destacas en el libro que los niños de ahora quizás tengan más recursos materiales, pero les falta posiblemente mayor presencia de sus padres.

Es relativamente nuevo eso de llevar a tu bebé con seis meses a una guardería y proporcionarle cosas materiales para suplir ese amor que no puedes darle porque la conciliación muchas veces es imposible. Para muchas familias es una quimera lidiar con todo. En ese sentido lo único que necesita un niño tan pequeño es que le quieran, que le abracen si llora, estar con sus padres. Eso da mucha pena porque lo que de verdad quieren no lo tienen. Hago un ejercicio de atender a mi hija todo lo que puedo y a veces el trabajo es agotador. Yo quería ser madre estando y hasta ahora lo estoy cumpliendo. Luna es lo mejor que tengo.

Tu madre te tuvo muy joven, con 20 años, y supongo que verá esos cambios sociológicos a través de ti. Más adelante te tocará a ti adentrarte en ese camino con tu hija para que se forje su identidad.

Ser madre es un ejercicio de renuncias. No soy perfecta, pero trato de no construir su mundo sobre los pilares venenosos sobre los que yo construí el mío. Los padres de antes trataban de hacerlo lo mejor posible, pero ahora disponemos de más herramientas para educar mejor y debemos utilizarlas. La comunicación es clave porque si tienes una comunicación fluida con tu hijo desde pequeño es más fácil que te cuente si está sufriendo bullying o ayudar a prevenirlo. Hay que hacer esa escucha sin miedo, sin menospreciar, sin juzgar. Para mi hija puede ser tan importante que hay perdido un juguete o que haya discutido con un amigo como para mí que me hayan tirado de un trabajo o cualquier otra cosa.

La agresión sexual que lo cambió todo

Mencionas las herramientas de las que disponemos y pienso en ese episodio de 2010 en el que sufriste una agresión sexual y física por parte de una multitud. Es razonable pensar que si hubiera pasado ahora hubieras reaccionado de otra manera y también te hubieran arropado más.

En el libro no pongo nombre a lo que me sucede el 6 de octubre de 2010 ni al día siguiente, pero narro los hechos para que la gente que lo lea pueda juzgarlos. Por supuesto que si esto hubiera ocurrido ahora no lo hubiera gestionado ni parecido, porque entonces tendíamos a normalizar este tipo de cosas. En aquel momento me bloqueé hasta tal punto, sobre todo lo que ocurrió el día 7, precipitado por lo que había sucedido el día anterior, que no dije nada por inmadurez. Era muy joven, pensé que si contaba que había tenido un problema tan grave de salud nadie iba a querer contratarme.

Voy a educar a mi hija para que si algo así se le sucediera, ojalá no, pidiera ayuda, algo que no hice. Antes ir a un psicólogo o un psiquiatra era poco menos que estar loco. Hay que darle mucha más importancia a la salud mental, más importante casi que la física, aunque de alguna manera van unidas. Hay que cuidarse, hacer ejercicio de manera regular, cuidar tu alimentación, tus relaciones sociales, proteger tus momentos de ocio, que nos han hecho pensar que tocarse la barriga es malo y no lo es. Es súper importante. He aprendido a decir que no„ a no malgastar el tiempo con gente o en lugares donde no quiero estar. Me ha costado. He estado muchos años bloqueada.

El libro de Adraian es un éxito editorial.

A consecuencia de ese capítulo sufres un ictus, aunque tampoco utilizas este término en el libro.

No lo he mencionado así, pero entiendo que se haya utilizado esta palabra para los titulares. Lo único que pretendo es que la gente entienda que es el hilo conductor para el resto de la historia y que vean cómo yo, destrozada y en un momento muy oscuro de mi vida, trato de construir lo que soy. Posteriormente sufrí una recaída por olvidar todo e incluso por negarme a mí misma que eso había sucedido. Hay mucho de autocrítica en el libro.

Las vicisitudes que atravesaste cuando te extirparon un tumor en las cuerdas vocales y un bulto en un pecho, si las comunicaste, pero no ha sido hasta ahora cuando hemos conocido estos problemas de salud mental.

Tenía sed de verdades . Necesitaba dar esas píldoras de que mi vida no es perfecta. A veces la realidad no es publicable, pero era necesario que se supiera que mientras me veían preciosa en una revista porque me habían maquillado y me habían producido, no era yo. Esa es una parcela profesional que va vinculada a mi imagen que me ha beneficiado y me ha perjudicado a veces. Me ha abierto las puertas, pero luego he tenido que demostrar mucho más.

Su abuela, una figura clave en su vida

Uno de los capítulos más duros del libro es cuando te conectaste por videoconferencia por tu abuela en el hospital durante la pandemia cuando creías que iba a morirse…

¡Es increíble! No sabes lo duro que fue. La situación me vino muy grande porque mi abuela es una importante para mí. ¡Cómo te agarras a la vida cuando estás en el postre! Le voy a llevar el libro ahora en Navidad. Hablo con ella todo lo que puedo. Al ser mi madre tan joven pasé mucho tiempo con mis abuelas y también con mi bisabuela, que vivía con ella.

Otra de las cuestiones claves que abordas es envejecer, asumir cuando la vida te despoja de todo y cómo quieres que tu hija sea consciente cuando llegue el momento de que toos vamos a morir en un momento u otro.

Hay que valorar el tiempo, porque nos pasamos la vida postergando planes, conversaciones con personas… El tiempo no es para siempre, habrá un momento en que se nos termine. Esto no quiere decir que haya que vivir todos los días como si fuera el último, porque es agotador y contraproducente. Es verdad que el ir deprisa te mantiene excitado y hace que las cosas fluyan, pero no puede ser siempre así. La vida no puede ir a mil revoluciones constantemente, porque te pasa lo que me ocurrió a mí. Este libro a modo de advertencia viene a decir que no vivas así en tu trabajo. Yo hablo de la tele, pero se puede extrapolar a cualquier trabajo, un médico, un abogado. Hay que cuidar la salud porque con ella puedes empezar una y mil veces, pero sin ella no.

Adriana Abenia estambién autora de la novela La lluvia moja. / CORTESÍA

En tus páginas encontramos una visión de la maternidad nada romantizada, especialmente en lo que concierne a la lactancia.

Me parece que las mujeres nos hacemos un flaco favor hablando de cosas que nada tienen que ver con ella. Hay momentos en los que no descansas, que sientes la soledad… Hablo de lo que supone un embarazo , que rara vez sale según lo planificado. Hay muchos elementos a tener en cuenta como por ejemplo el suelo pélvico, que hay que cuidarlo, puedes tener incontinencias… Trato de aligerar esa culpabilidad que nos meten a las mujeres cuando no damos el pecho. En mi caso fue porque para mí descansar es prioritario para no tener ningún episodio de salud más además de los que describo en el libro. Necesitaba delegar y que Sergio se ocupara de Luna por las noches también. La lactancia a veces lleva aparejadas una mastitis, frustración, dolor de pecho… Puede ser maravilloso y hay gente que así lo describe, pero yo no creo que a base de cartelería tengan que convencernos en hospitales públicos y privados de que es casi la única manera de ser buena madre.

Tampoco ofreces una visión idílica de la vida de pareja y eso que tú llevas con tu marido toda la vida…

La perfección no existe y cuando tragas con algo que no es justo o no te parece bien con tu pareja estás dejando de ser tú. Todo eso a la larga se hace una bola y cuando te quieres dar cuenta y solucionarlo ya no hay vuelta atrás. Hay tanta mierda acumulada que ya no se puede enderezar de ninguna manera. En ese sentido, lo digo, llevo veintitantos años con Sergio porque hemos dejado claro cuáles eran nuestros límites, nuestras pasiones, lo que no nos gusta. Fijar cómo sería la convivencia, que es una negociación, ha sido clave para que esto funcione. Puede ser que en algún momento la relación se vaya al traste, yo voy sumando días, pero tampoco me monto algo irreal de una pareja, que nunca se sabe.

Amante de la buena gastronomía

Afirmas que si te dieran a elegir entre el sexo o la comida, lo tendrías muy claro.

Sí. Es verdad que nunca me ha faltado el sexo, porque desde los 15 años, lo he tenido ininterrumpidamente cuando he querido. Mi relación con la comida fue muy mala mientras duró la moda, pero ahora es estupenda. Me gusta celebrar en torno a una mesa con alimentos ricos. Y si hay arroz con socarrat, mucho mejor. Por supuesto que disfruto del sexo. Cuando llevas tantos años con una pareja, te acoplas muy bien. No lo he probado, pero no creo que fuera tan guay con otra persona. Nunca se sabe, por el tiempo y por el trabajo, se distancia más, porque no te da la vida y a algo te tienes que renunciar…

En estos días te han sacado algunos titulares de tu «gran amiga» la reina Letizia, con quien coincidiste mucho cuando eras reportera de Sálvame. ¿Cómo has visto su evolución de princesa, cuando la conociste, a ahora de reina?

La cogí mucho cariño. Casa Real me facilitó las cosas y se portó muy bien. Yo también porque siempre fui muy educada, al margen del protocolo de tratarles de usted, que a veces se me olvidaba. De hecho, le he enviado el libro. El día 21 voy a coincidir con los reyes en un evento y me acercaré a ver si se lo ha leído… -dice entre risas-. Es una gran relaciones públicas y habla muy bien inglés. Sin ser yo muy monárquica, creo que tal como se están haciendo las cosas es importante que exista.

El fin de Sálvame

Para ti Sálvame fue una experiencia dura, ¿cómo has vivido su salida de Telecinco y su vuelta a Netflix? ¿Crees que se podrían haber hecho las cosas mejor contigo?

Obviamente, se podían haber hecho mejor las cosas conmigo. Me desvinculé por completo de todo lo que pasó con el programa. Sí tengo conocimiento de que están en Netflix, pero no sé nada más. Queda muy atrás en mi vida. Ahora lo he vivido a flor de piel, pero al no sintonizar Telecinco en esa franja, no he ido viviendo lo que ha pasado en estos años y no estoy informada para darte la respuesta que tu esperas…

La verdad que no espero ninguna…

En realidad ocupa poco espacio en el libro, solo en el prólogo y al principio de un capítulo. No podía eludir el tema porque esa manera que tenía de trabajar, de entregarme en cuerpo y alma…Me acuerdo que mi representante, José Muro, me decía que si no era yo iba a ser otra… Me hizo mucho daño y no fue tanto el programa, que no tuvo ningún reparo en llevarme al límite, sino que yo no supe poner límites. Todo habría sido diferente.

Porque la tele no es solo glamour…

Es una profesión muy competitiva. He aprendido a controlarla, pero la tele es un mundo difícil en el que a veces todo fluye, en otras parece que todo el mundo se ha olvidado de ti. Las redes sociales me han aportado estabilidad y me han dejado seleccionar los trabajos en televisión con más mimo. Lo que tiene la televisión es que estás más expuesto, pero en todos los trabajos se arrastra su propia cruz.

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