Adriana Cabello muestra sus piezas y su taller en la Glass House de Las Rozas Village. /
Adriana Cabello es una arquitecta que encontró su forma de levantar un proyecto en la cerámica. De ahí que sus murales, lámparas, mesas y, sobre todo, sus particulares jarrones sean, como ella dice, «miniconstrucciones». Es más, todo empieza por una maqueta, solo que no hecha de cartón sino de arcilla. Lo bueno de esta toledana curtida en Valencia, entre el mar de Sorolla y los alfares de Manises, es que lo mismo se rinde ante un botijo que ante la última pieza de diseño. Las suyas ya decoran la casa de Javier Calvo y Javier Ambrossi (Los Javis), las tiendas de Bimani o muchos de los espacios imaginados por los estudios de arquitectura con los que colabora.
Precisamente, anda estos días, hasta el 20 de abril, entre más de 100 botijos y 3.600 ladrillos. Los que recorren Las Rozas Village (Madrid) a modo de instalación y con ánimo poético dentro del año dedicado a la artesanía por su 25º aniversario. Un Mano a Mano que va a contar con tres episodios. Si ahora le ha tocado el turno a la cerámica, después vendrán los textiles y las fibras naturales. Adriana está ahora mismo en la Glass House del Village, entre sus piezas y sus herramientas, la galería y el taller. Del 21 de abril al 12 de mayo será el momento de Bussoga, estudio fundado por Irina Grosu y Josep Motas. Y después, del 13 al 31, de Andrea Santamarina.
Se trata de contemplar la belleza de la tradición con ojos contemporáneos y en esta evocadora casita de cristal. A Adriana Cabello, madre de dos niños aprendices ya de ceramistas, le gusta envolverse de naturaleza. Al fin y al cabo, el barro es la materia primera de la creación.
MUJER HOY. ¿Qué es para ti el arte?
ADRIANA CABELLO. Es la herramienta para expresarme. Es poder plasmar todas mis vivencias y todo mi mundo interior a través de este material que es la arcilla, el barro.
¿El barro permite la expresión artística en toda su amplitud?
Totalmente. Es un material muy flexible en todos los aspectos, con un millón de posibilidades. Por eso me enamoró y me permitió encontrar mi lenguaje, que está muy ligado a mi formación como arquitecta. Yo trabajo el barro como si fuesen maquetas.
Adriana Cabello trabajando el barro. /
Valencia, el mar, la tradición, la vanguardia… ¿Todo esto cabe en una vasija?
Yo crecí en un pueblo de Castilla, Mocejón (Toledo), muy castizo, y hay mucha influencia de allí en lo que hago. Porque en el patio de mi abuela había botijos, vasijas, incluso algún juego de café decorativo, y a mí siempre me han llamado la atención los objetos tradicionales. Y luego Valencia, que es cuna de la cerámica y el buen diseño. De hecho, ahora hay un movimiento muy vanguardista que lo está rescatando y del que yo intento formar parte.
¿En qué momento de tu vida te cruzaste con la cerámica?
Mi primer contacto fue cuando aún vivía en Toledo y mi madre me apuntó a unas clases de arte. Ahí hice mis primeras esculturas. Años después, al acabar mi carrera y empezar a trabajar de arquitecta, sentí que no había terminado mi camino, que no era mi sitio. Entonces empecé a probar cosas, entre ellas la cerámica, y fue una conexión absoluta. Me enamoró y rápidamente quise formarme en Manises, donde hay una universidad de cerámica, y montar mi taller.
¿Cómo fue esa formación?
Empecé en un taller. Ahora están muy de moda y hay muchísimos, pero en 2017 solo había dos o tres. Recuerdo que la profesora me decía que me apuntara a la escuela de Manises porque veía que se me quedaba corto. Así que me matriculé y allí hice un ciclo formativo porque ya venía de una carrera larga y quería pasar enseguida a la acción. En 2019 comencé a darle forma a mi taller, que está en el centro de Valencia, muy cerca del ayuntamiento y el Mercado Central, y en 2020 ya estaba funcionando.
Desde entonces no has parado…
Gracias a la relación que tengo con mis compañeros arquitectos, el primer encargo que recibí fue del estudio en el que yo trabajaba, que fue una lámpara para un restaurante. Y sigo haciendo muchos proyectos a medida para estudios de interiorismo y arquitectura. Colaboro con Horma Estudio, Viraje, Mesura, Olmos, Paloma Bau...
¿Echas de menos la arquitectura?
No, porque he encontrado mi manera de seguir vinculada a ella. A mí me atraía la parte más artística y más poética de la arquitectura y muchos de mis referentes son arquitectos. Me encanta Barragán. También la arquitectura portuguesa: Álvaro Siza o Souto de Moura. Japón me atrae mucho; por ejemplo, Tadao Ando.
El barro te permite jugar con la geometría, las líneas…
Claro, yo digo que lo que más me gustaba de la arquitectura era pensar en los volúmenes, en la volumetría, hacer las maquetas. Y, al final, me dedico un poco a eso porque hago miniconstrucciones. Me gusta cómo se integra la arquitectura en la naturaleza, esos juegos de luz y sombra, de volumen y vacío. Todo eso lo represento en mis piezas. Los murales son como maquetas, como paisajes, edificios en el terreno. Hay mucha influencia.
La Glass House en la que Adriana Cabello muestra su obra y su taller. /
Como buena arquitecta, huyes de los colores estridentes y apuestas por los neutros y los pasteles.
He decidido respetar el color natural del material, su pureza y autenticidad. Utilizo diferentes tipos de gres y juego con la temperatura para dar distintos tonos al barro. También juego con las texturas, porque me interesan los acabados, como las fachadas de los edificios. Desde el estucado veneciano, que es más pulido, hasta sacar mucho el grano y hacer que parezca algo más tosco. Uso varias herramientas para cerrar el poro y conseguir un acabado más liso y brillante, o rascarlo para que salga la chamota, que es como el grano del barro.
¿Forma o función, lo bello o lo útil?
Siempre la belleza va por delante. Sí que es verdad que a algunas de mis piezas me gusta darles funcionalidad para que sean algo más que un objeto a contemplar. Mis obras más artísticas son los murales porque están concebidos como esculturas de pared sin ninguna función. Pero sí que me gusta hacer mesas, lámparas… Todo con un aire escultórico. Y cada vez creo más objetos útiles pero inútiles al mismo tiempo. Esa delgada línea entre diseño, arte y artesanía. Quiero darles utilidad porque es una visión romantizada del objeto, pero siempre priorizo la belleza.
¿Es antes el florero o la flor?
La flor. El florero se concibe gracias a la existencia de la flor. La flor crece en la naturaleza. Y de esa necesidad de que la belleza permanezca, de cortarla y querer llevártela a tu casa nace el concepto de florero.
¿Cómo cambia uno de tus jarrones cuando pones una flor?
Es algo muy interesante. Yo comisarié junto a una compañera, Inma Bermúdez, una exposición que se llamaba Mujeres que no son florero, y el hilo conductor eran jarrones de diferentes diseñadoras, artesanas, artistas. Luego otra persona se encargaba del arreglo floral. Como un diálogo entre el que ha creado la pieza y el que la vive.
La ceramista británica Lucie Rie hacía botones para casas de alta costura, ¿has pensado alguna vez meterte en este terreno?
Precisamente estoy ayudando a una futura diseñadora de moda con su colección de final de carrera. Se trata de hacer una hebilla de cinturón, un broche, un asa para un bolso y una pieza de cerámica que representa la clavícula y el omoplato, de la cual cuelgan las telas del vestido. Así que estoy vinculándome al mundo de la moda y no descarto la idea de hacer botones. También ando ahora con los azulejos para el frontis de una cocina.
Adriana Cabello con las manos en la masa. /
¿Qué sientes al tocar el barro?
Siento mucha paz, la verdad, mucha conexión conmigo misma. Fue lo que me enamoró realmente. Tengo muchos momentos de silencio y a solas con el barro. El barro necesita tiempo, lentitud. Cuando le metes prisa, se rompe.
¿Qué materiales y pigmentos usas?
Son diferentes tipos de gres de canteras nacionales. Compro el material en Manises, donde hay todo un mundo industrial alrededor de la cerámica. En cuanto a los pigmentos, estoy reencontrándome con el mundo del color, pero siempre lo aplico de manera muy sutil. Yo pinto, sobre todo, con acuarela. Entonces, esa manera muy aguada de pintar en el papel me la llevo a la cerámica, creando un efecto acuarelado.
¿Y la técnica?
Sobre todo, me baso en la técnica de planchas rígidas. Hago una plancha con el barro, espero a que tenga una dureza adecuada, que se llama dureza de cuero, y eso me permite manejar la plancha, levantarla y que se sostenga. Después corto con el cúter y pego como si fuese una maqueta de cartón.
¿Escuchas música cuando trabajas?
Siempre. Mucho jazz y gente como Bon Iver, Kings of Convenience, Madeleine Peyroux, Billie Holiday... También muchos pódcasts. A veces dedico ese tiempo a seguir aprendiendo. Sigo formándome en arte y autoconocimiento, porque mi trabajo al final es una expresión de mi mundo interior.
¿Cómo valoras el hecho de que la cerámica se haya puesto tan de moda?
Me parece una maravilla. La gente necesitaba reconectar y desconectar al mismo tiempo del ritmo frenético de sus vidas y buscar una pausa. El arte y la creatividad es importante para la vida en general, para regular las emociones. Además, por fortuna, se está volviendo a valorar todo lo artesano, lo hecho despacio, e incluso la artesanía se está ya considerando arte.