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Cuando Rishi Sunak llegó al poder el pasado mes de octubre, el nuevo primer ministro británico tuvo que compartir protagonismo con su mujer, Akshata Murty. Si la biografía de él era irresistible para los medios (el primer descendiente de inmigrantes en convertirse en primer ministro) la de ella lo era todavía más: heredera de uno de los hombres más ricos (y austeros) de la India, Murty era dueña de una fortuna estimada en más de 480 millones de dólares. Los titulares que comparaban su cuenta corriente con la de Carlos III se hicieron virales.
Su biografía, además, daba para perfiles de prensa fascinantes: la estricta y austera educación que recibió de sus padres, su historia de amor con Sunak en Stanford, sus inicios profesionales en una start-up de Silicon Valley, su intento (fallido) de tener su propia marca de ropa...
Medio año después de su llegada a Downing Street, y mientras Sunak trata de estabilizar un liderazgo frágil dentro del partido conservador, Murty se ha convertido en una primera dama que, sin ser reticente, sigue siendo extremadamente tímida y cautelosa. Sin embargo, según un perfil en profundidad que la revista Tatler le dedicó en febrero, su intención es empezar a cambiar esa percepción y, de paso, humanizar a Sunak, observado desde algunos sectores como un frío tecnócrata. Y eso pasa por dejarse ver más.
El primer paso lo dio en febrero, cuando sin grandes aspavientos abrió su propia cuenta de Instagram, donde se define como una «residente orgullosa del 10 de Downing Street» y combina las imágenes familiares (con su madre o sus hijos) con visitas a colegios, actos junto a su marido o post de apoyo a las fuerzas militares ucranianas. Es la evidencia de que está empezando a construir un nuevo perfil público.
Según Tatler, que la describe como una persona dulce y reservada, que viaja en clase turista para llegar desde Londres a la casa de campo familiar y que es prácticamente abstemia como su marido, Murty pretende organizar más eventos en la residencia oficial del primer ministro para poner en valor el significado histórico del edificio.
También se han encargado de redecorar la residencia con cortinas, alfombras y nuevos tapizados para los sofás con telas tan opulentas como caras. Lo ha hecho, eso sí, cargando la factura a su tarjeta de crédito. Lo contrario habría sido una temeridad.
Sobre todo desde que sus finanzas personales se convirtiendo en un grave problema político para su marido. Hace un año, cuando Sunak todavía era ministro de Boris Johnson, las dudosas prácticas fiscales de su mujer acapararon titulares y provocaron una crisis de gobierno por la que el propio Johnson tuvo que dar explicaciones.
Sobre el papel, la práctica, por la que Murty se declaraba no domiciliada en el Reino Unido para evitar pagar impuestos por los dividendos de Infosys, la compañía de servicios de telecomunicaciones creada en 1981 por su padre, no era ilegal. Pero, desde luego, tampoco era estética. Sobre todo, para la mujer del entonces ministro de Hacienda. Presionada por los medios y la oposición, la multimillonaria heredera terminó aceptando pagar impuestos por todos sus ingresos globales, aunque no de manera retroactiva.
El próximo 6 de mayo, la primera dama del Reino Unido tendrá una nueva oportunidad para seguir construyendo su perfil público. Murty será una de las invitadas a la coronación de Carlos III, al contrario que las parejas de los miembros del gabinete de Sunak, que no podrán asistir al evento por las severas restricciones de aforo.