Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022 / getty

Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022: «me vi convertida en madre y en sirvienta de mi marido, obligada a escribir a escondidas»

A veces duda de si se ha perdido cosas importantes por escribir, pero se reafirma cuando alguien dice que un libro suyo le ha salvado la vida. Hablamos con la nueva Nobel de Literatura sobre las mujeres maduras, la justicia social y el deber de hablar.

«Mi objetivo en la vida es que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, que mi existencia quede disuelta por completo en las mentes y las vidas de los otros», nos aseguraba Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) antes de recibir el Premio Nobel de Literatura 2022.

Dado el sentido del compromiso por el que se ha regido a lo largo de medio siglo –con el feminismo, con las ideas progresistas, contra la desigualdad de clases–, su elección resulta increíblemente relevante en este momento. Sin embargo, sería injusto explicar el galardón exclusivamente en esos términos.

Annie Ernaux, la pionera de la autoficción (aunque no quiera)

A través de más de una veintena de relatos esencialmente autobiográficos, ha ido perfeccionando una forma literaria única –muchos la consideran pionera del subgénero conocido como autoficción, pero esa es una etiqueta de la que ella reniega–, en la que la intimidad, la sociología, la política y la memoria acanzan la fusión perfecta, y que funciona como sismógrafo de la sociedad moderna.

«Me considero una suma de experiencias y de postulados culturales y sexuales que permanecen en diálogo con el mundo», explica ella acerca de su método. El suyo es el decimosexto Nobel del Literatura que va a parar a Francia –los 15 anteriores los ganaron hombres–, y el decimoséptimo que recibe una mujer en la historia de los premios.

La Academia Sueca, responsable de otorgarlos, ha destacado su obra por «el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los distanciamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal», y ninguna de sus obras deja tan claras esas cualidades como ' Los años' (2008), épico retrato de seis décadas de su vida, y de la de todos, que le proporcionó el reconocimiento internacional.

Su primera película, a los 80

Y, dado su persistente interés en el arte de rememorar, tiene mucho sentido que disponga de una importante colección de películas caseras con las que ha creado su primera película. Ernaux ha debutado en el cine, superados los 80, con un mediometraje, que llega poco después del estreno de las adaptaciones a la pantalla de dos de sus mejores libros, 'Pura pasión' (1992) y 'El acontecimiento' (2000).

' Los años Super 8' recupera fragmentos de grabaciones familiares rodadas entre 1972 y 1981 por quien era su marido, Philippe Ernaux, y las ilustra con un texto escrito y leído por ella misma a modo de crónica, sobria, precisa y conmovedora, sobre la lenta disolución de un matrimonio.

«Esos 10 años son los más importantes de mi vida, porque en su transcurso decidí atender mi necesidad de escribir, y logré conquistar mi libertad», comenta acerca de la película, que ha dirigido junto a su hijo David Ernaux-Briot. A lo largo de su metraje asistimos a fiestas de cumpleaños, celebraciones navideñas y escapadas a la nieve; también a viajes al Chile de Salvador Allende, a España y Portugal tras sus respectivas dictaduras, a la Albania y la Rusia comunistas. «En esa época, creíamos que el mundo iba a expandirse sin cesar, que se abriría al progreso cultural y político. ¡Qué ingenuos éramos!», recuerda.

Una mujer fuera de lugar

A través de su triste mirada azul y de una sonrisa que se adivina forzada, Ernaux se revela como una mujer fuera de lugar, incapaz de explicarse qué hace ahí. «Yo, que había sido una joven fuerte e independiente, me vi convertida en madre y en sirvienta y cocinera de mi marido, obligada a escribir a escondidas».

Su primer libro, ' Los armarios vacíos', fue publicado en Francia en 1974. «Me volqué en él para alejarme de Philippe y del mundo que él y mis suegros representaban». La escritora había nacido en Normandía, en el seno de una familia «explotada por el sistema, con un abuelo analfabeto y unos padres que habían empezado a trabajar en una fábrica siendo niños».

Hasta que se marchó de casa para estudiar, su vida transcurrió en el negocio familiar, un local «sucio, feo y repugnante», mitad cafetería, mitad tienda de ultramarinos. «Lo que me impulsó a escribir fue justo eso: la conciencia de ser una desertora de clase, y la necesidad de entender cómo llegué a convertirme en una burguesa», reconoce. «Un desertor permanece para siempre como alguien que no pertenece a ningún mundo, ni aquel del que procede ni aquel en el que vive».

Una obra basada en sus momentos más traumáticos y humillantes

Para ella, el lenguaje es como un escalpelo. Su estilo es austero, desprovisto de lirismo y de metáforas o frases bonitas; usar esas florituras, sostiene, significaría traicionar a su clase social, para hacerla aceptable a los editores y los lectores burgueses, y traicionar también «a todas las mujeres para hacer que sus cuerpos y sus vidas sexuales resulten agradables al patriarcado».

Define su obra como un estudio etnológico de sí misma, una sucesión de momentos traumáticos y humillantes de su pasado: en 'El acontecimiento' habló del aborto clandestino al que se sometió en 1963; en 'Memoria de chica' (2016) recordó su primera relación sexual, a los 18 años, cuya brutalidad le dejó profundas secuelas psicológicas; 'El uso de la foto' (2005) le sirvió para revivir su experiencia con el cáncer de mama; y en 'No he salido de mi noche' (1997) reflexionó sobre la demencia senil de su madre. Y Vergüenza (1997), empieza así: «Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio, a primera hora de la tarde».

Su prosa descarnada la ha llevado a ser juzgada como «obscena» y «miserable» por parte de sus detractores, y su respuesta a las críticas siempre fue la misma: «nunca he dejado que me afecten, porque sé que proceden de aquellos que temen la justicia social y se aferran a jerarquías vetustas».

Desató el escándalo con la publicación de 'Pura pasión', cuyas páginas describen su tórrida relación sexual con un hombre casado, y volvió a abordar un tabú en 'El hombre joven', el relato sobre su relación romántica con un hombre 30 años más joven que publicó en Francia en primavera. «La mujer madura sigue siendo condenada al ostracismo. En cuanto dejamos de ser fértiles, la sociedad nos arrebata nuestra sensualidad y nuestro poder erótico».

Las críticas tras el Nobel

La concesión del Nobel ha sido criticada por el apoyo explícito de la escritora a Francia Insumisa, la agrupación de izquierdas liderada por Jen-Luc Mélenchon. «Me enfurece la desigualdad de estilos, condiciones y esperanzas de vida que dos bebés distintos pueden tener al nacer, y que ha aumentado de forma dramática en los últimos 30 años», nos comentaba acerca de su compromiso político.

«Es inaceptable que las sociedades actuales sigan más centradas en perpetuar diferencias de religión y raza que en lograr avances en educación, sanidad, feminismo y ecologismo. Y no puedo permanecer callada al respecto, porque cualquiera que posea el poder de ser escuchado tiene el deber de hablar».

En cualquier caso, para ella la literatura responde a una necesidad muy personal. «A veces tengo tan poca impresión de vivir la realidad, que ponerlo por escrito me ayuda a experimentarla. Por eso necesito escribir todos los días, porque un día sin hacerlo es un día desperdiciado. A veces me pregunto si dedicar a ello tanto tiempo ha hecho que me pierda otras cosas importantes, pero entonces pienso en todas las cartas que recibo, de gente que afirma que algún libro mío les ha salvado la vida. Entonces comprendo que he nacido para esto».

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