María Oruña (Vigo, 1976) acaba de presentar El camino del fuego (Debate), una nueva entrega de su serie Los libros de Puerto Escondido. En esta ocasión, la guardia civil Valentina Redondo verá alteradas sus vacaciones en Escocia por un asesinato, cuyo móvil podría responder a viejas rivalidades entre clanes, jugosas inversiones inmobiliarias y la aparición de las memorias perdidas de Lord Byron.
Mujerhoy Después de cinco títulos de Los libros de Puerto Escondido, ¿cómo se lleva con Valentina Redondo y el resto de personajes?
MARÍA ORUÑA. Ha ido evolucionando. Me planteé el reto de escribir en cada libro un misterio independiente y autoconclusivo, utilizando los mismos investigadores, pero evitando que fueran como Sherlock Holmes o Poirot. Aunque tienen sus particularidades, porque uno es drogadicto y el otro un marisabidillo, ninguno de los dos tiene pareja, ni perro, no cambian de trabajo… Mis personajes son de carne y hueso, y les suceden cosas que transforman sus vidas.
Valentina ha experimentado importantes cambios vitales. Por ejemplo, la imposibilidad de ser madre biológica. Como autora, ¿se arrepiente de haber tomado decisiones que marcan el futuro de los personajes en los siguientes libros?
No me planteo los libros con una mentalidad comercial o macroliteraria. Sencillamente, funciono por pálpitos. De repente quiero escribir un libro de fantasmas y hago Cuando fuimos invencibles, que es el tercero de la serie. Cuando me apeteció hacer un guiño a las novelas de principios del siglo XX, escribí Lo que la marea esconde, que es el cuarto.
Luego quise un domestic noir e hice este quinto. Por eso, más allá de las circunstancias de cada personaje, como que uno sea cojo, otro estéril o lo que sea, no hay nada que me sujete a la hora de escribir el sexto o el séptimo.
¿No teme que esa variedad de registros desconcierte a los lectores?
En todos los libros hay una misma base, que soy yo como autora. Aún así, asumo que no van a gustar a todos por igual. Aunque este planteamiento es arriesgado, creo que al final me ha beneficiado porque los lectores piensan: «y ahora, ¿por dónde va a salir?». Además, cuesta mucho estar un año y medio o dos, que es lo que me lleva escribir un libro, delante de un ordenador con algo que te aburre porque, si te aburre a ti, le aburrirá al lector.
Su personaje principal no es del FBI ni de Scotland Yard. Se llama Valentina Redondo y es una agente de la Guardia Civil. ¿Cree que el elemento local enriquece la historia o dificulta llegar a más lectores?
Quiero que me lean y, cuantas más personas lo hagan, mejor. Sin embargo, no quiero escribir un producto comercial solo porque se me vaya a traducir más. En lugar de pensar si una fórmula va a funcionar o no, hay que reflejar una realidad y, si los crímenes del ámbito rural y del mar los gestiona la Guardia Civil, no queda otra que lo lleven ellos.
Mis libros son honestos, los escribo con muchísima sinceridad y lo que se ve es lo que soy. Si para traducirlos me van a cambiar el cuerpo de policía, diría que no. Bueno, de hecho ya lo dije. Un agente literario me contó que, en un país nórdico, estaban interesados en traducir mis libros pero, claro, que siendo la Guardia Civil… Lo siento, pero esto es lo que es.
Este nuevo caso está construido a partir de hechos históricos documentados que se mezclan con otros, como la aparición de las memorias perdidas de Lord Byron, que son pura ficción.
Un buen mentiroso sabe que tiene que incluir verdades en su mentira para que su relato sea creíble. Es como cuando leo en un libro forense un caso que sucedió solo una vez en 40 años. ¿Es raro? Sí. ¿Muy improbable? También. ¿Pero pudo suceder? Sí. Entonces quiero ese caso para un libro.
No descarto que las memorias de Lord Byron, por ejemplo, estén en algún sitio. En origen, fueron enviadas de manera epistolar por el poeta a su amigo Thomas Moore. Esos legajos estuvieron pululando por Londres y, posteriormente, Moore escribió la biografía de Byron. ¿No iba a tener ninguna de esas hojas? Algo debe de haber en alguna biblioteca.
Según su editorial, sus libros los han leído medio millón de lectores. ¿Es un dato irrelevante a la hora de escribir, o la presión es mayor ahora que cuando comenzó?
Escribiría lo mismo si me leyeran 500 lectores, cinco mil o cinco mil millones. Lo hago siempre con el mismo respeto y me es indiferente el número de personas que me siguen. Lo que sí influye es el trato con los lectores, las redes sociales o la promoción, que no solo conlleva más trabajo cuantos más lectores tienes, sino que son compromisos que me impiden escribir. Hay autores que pueden trabajar en trenes, en aviones, pero yo no. Tengo que estar rodeada de mis libros y, al ser muchos y voluminosos, es imposible cargar con ellos. Además, en ocasiones he ido en tren con un libro de venenos y la persona del asiento de al lado se ha quedado mirándome preocupada.
20 de enero-18 de febrero
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