women only
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Criada en una familia influyente y adinerada de Philadelphia, cuando a finales de los años 40 Grace Kelly les anunció a sus padres que quería irse a Nueva York para estudiar interpretación y probar suerte como actriz, la noticia cayó como una bomba en casa. La negociación con su padre, un medallista olímpico propietario de una exitosa empresa de construcción, incluía una condición insalvable: si quería trasladarse a la ciudad, debería vivir en el Barbizon, el hotel solo para mujeres más famoso de Nueva York. Así es como Kelly llegó al edificio situado en el número 140 de la calle 63 en el corazón del Upper East Side, hoy convertido en leyenda y que pronto inspirará una serie de televisión producida por Jennifer Lopez.
Mientras estudiaba en la American Academy of Dramatic Arts y conseguía su primer contrato como modelo, Kelly ya era famosa en el Barbizon por sus bailes hawaianos en topless y los rumores sobre su promiscuidad y apetito sexual, como contó la escritora Paulina Bren en su libro de 2021 Barbizon: The Hotel That Set Women Free.
Por el Barbizon también pasaron actrices como Joan Crawford y Rita Hayworth, que posó en bañador en el gimnasio para una sesión de fotos con la revista Life, o Liza Minnelli después de que su madre, Judy Garland, la obligara a alojararse allí para después acosar al personal del hotel insistiendo en conocer todos los movimientos de su hija.
Molly Brown, la famosa sufragista y superviviente del Titanic, se alojó en el Barbizon después de volver a Nueva York desde París, donde había probado suerte como actriz después de protagonizar uno de los divorcios más escandalosos de la época. De hecho, Brown murió en el Barbizon en 1932 mientras dormía. Tenía 65 años y había disfrutado de una vida extraordinaria. Pero su caso era excepcional.
Las residentes del Barbizon procedían de familias blancas de clase media y alta llegadas de todos los puntos de Estados Unidos y prácticamente ninguna estaba casada. De hecho, su estancia en el Barbizon solía ser la primera experiencia independiente de la mayoría. Para sus familias, también era una garantía de respetabilidad.
Los hombres tenían terminantemente prohibido el acceso a las habitaciones y la política era tan estricta que por las noches se registraban los cuartos. Y las camas. Pese a todo, muchos trataban de saltarse las normas haciéndose pasar por médicos y el escritor J.D. Salinger, autor de la celebrada El guardián entre el centeno, solía frecuentar su cafetería de la primera planta fingiendo ser un jugador de hockey canadiense.
Inaugurado en 1927, el Barbizon no era el primer hotel exclusivamente femenino de Nueva York, pero sí era el único que aspiraba a convertirse en refugio de cantantes, escritoras o actrices que perseguían una carrera artística en Nueva York o de veinteañeras de buena familia atraídas por la promesa moderna de una carrera profesional.
De hecho, la prestigiosa academia de secretarias Gibbs tenía reservadas dos plantas completas para sus estudiantes, igual que la mítica agencia de modelos de Eileen Ford o la revista femenina Mademoiselle, que utilizaba el hotel como residencia para sus editoras más jóvenes. Así llegaron al Barbizon dos de sus residentes más famosas: las escritoras Joan Didion y Sylvia Plath, que llevó a la ficción su estancia allí en su celebrada novela de 1963 La campana de cristal, publicada poco antes de suicidarse en 1963.
Para vivir en el Barbizon, primero había que superar un estricto proceso de selección que incluía varias cartas de recomendación, la demostración de que se disponían de medios económicos suficientes para hacer frente al alquiler, pero también de otros atributos intangibles como «una apariencia femenina» o «un buen carácter moral». De hecho, las candidatas eran clasificadas por edad, pero también por su atractivo físico. Por algo el Barbizon terminó siendo más conocido en Nueva York como la Casa de muñecas.
El edificio de 23 plantas y más de 700 habitaciones ofrecía estancias minúsculas, con poco más que una cama, un escritorio y un armario, pero todo tipo de servicios y actividades culturales. No había cocinas (para eso estaba el restaurante o el bar), pero sus instalaciones incluían una piscina, un gimnasio, una biblioteca y un solárium. Por las noches, se organizaban veladas literarias y recitales de música, sus residentes artistas exhibían su obras en los pasillos y las músicas podían alquilar pequeñas habitaciones insonorizadas si necesitan ensayar.
Aunque hubo algunos intentos de suicidio y hasta un asesinato en el edificio, hasta mediados de los 60 el Barbizon siguió siendo un alojamiento muy solicitado entre las mujeres jóvenes que acababan de llegar a Nueva York y habitualmente su lista de espera acumulaba más de un centenar de nombres. Su decadencia comenzó en los años 70, cuando Nueva York aprobó una ley que prohibía la discrimación por cuestión de género en los espacios públicos y el movimiento feminista y la revolución sexual que le acompañó empezó a cuestionar el modelo de los hoteles women-only.
El día de San Valentín de 1981, el Barbizon recibió a su primer huésped masculino. Tras varias operaciones de rebranding frustradas, el hotel cerró sus puertas en 2005 para convertirse en un edificio de apartamentos de lujo en el que algunas de sus antiguas residentes consiguieron conservar sus pisos y rentas antiguas.
Después de que la escritora Paulina Bren rescatara la historia del edificio en el libro The Barbizon: The Hotel That Set Women Free, Jennifer Lopez anunció en 2022 el desarrollo de Backwards in Heels, una serie para Amazon Prime que tendrá al mítico hotel para mujeres como escenario y que podría estrenarse el próximo año.