Matrioskas, gatos y porcelana
Matrioskas, gatos y porcelana
Brianda Fitz-James Stuart dibuja desde que tiene uso de razón y siempre tuvo claro que quería ser artista. Quizá porque creció rodeada de las obras de arte de su aristocrática familia y animada por sus padres, Eugenia Fernández de Castro y Jacobo Fitz-James, a explorar su pasión por la pintura. Aunque durante un tiempo se dedicó al diseño de moda, la nieta de la desaparecida duquesa de Alba lleva años dedicada en exclusiva a su trabajo como pintora e ilustradora, pero ahora con una pequeña distracción. El año pasado fue madre por primera vez junto a su pareja, Francisco Javier Lozano Oroz.
«La maternidad es un bombazo. No me esperaba que fuera a gustarme tanto ser madre. Obviamente, es agotador en muchos sentidos, pero al mismo tiempo es maravilloso», contaba hace unos meses en una entrevista con Mujerhoy acerca de su hijo, Merlín.
Su casa, que está decorando con sus propias pinturas en un proyecto personal que cree que «durará toda la vida», es el reflejo de su universo creativo: los pinceles descansan en cualquier rincón, igual que los objetos esotéricos y los libros, que abarrotan su biblioteca, y son la principal fuente de inspiración de sus obras.
Aunque se describe como una persona introvertida y reservada, Brianda Fitz-James Stuart nos ha abierto las puertas de su casa para enseñarnos su estantería y todos los objetos (y recuerdos) que forman parte de ella. Desde los que rescató en algún rastro hasta los que heredó de su abuela, Cayetana de Alba.
«Colecciono y me obsesionan los libros de arte. Supongo que Marie Kondo me los hubiera tirado todos. Antes solía tenerlos apilados en el suelo, ahora me gusta ordenarlos. Mi biblioteca está organizada por géneros: novelas y ensayos por un lado; los libros de Atalanta [la editorial de su padre, Jacobo Siruela] por otro... Luego, están mis libros de inspiración. Los de botánica y los diccionarios de símbolos siempre están conmigo. Cuando viajo, cargo con ellos. También tengo espacio para los de mi hijo, Merlinchín».
«Me obsesionan los objetos bellos. La matrioska me la compraron mis padres en un viaje y la mariposa, que es peruana, me la regaló mi padre. A veces la pincho en una planta y parece que está volando... No soy muy de poner fotos, pero esa me encanta. Es mi madre [Mª Eugenia Fernández de Castro] cuando era pequeña. Se pasaba el día bailando en puntas por la casa».
« Tampoco voy a ninguna parte sin mis pinturas. Si paso muchos días sin pintar, siento que me falta algo. El azulejo es una escena medieval que pinté en el Centro Cerámico de Talavera de la Reina y el espejo fue un regalo de mi abuela María Eugenia. Es precioso: tiene unos diablillos que representan las vanidades».
«Soy una loca de la cerámica y la porcelana. Algunas piezas las he comprado en rastros y anticuarios; otras las he heredado. El gato de la estantería me lo regaló mi abuela Cayetana. Son unos animales que me fascinan. Son superiores y lo saben... El jarrón es de Exvotos, unos artesanos de Sevilla maravillosos».
« Siempre me ha interesado lo esotérico. Es una sensibilidad que he heredado de mis padres. Visualmente es un mundo muy rico. También colecciono cartas del tarot. Mi hijo, que acaba de cumplir un año, las ha descubierto y me las encuentro tiradas por todas partes».