Con 28 años, Genie Espinosa (Barcelona, 1984) decidió dar un giro radical a su vida. Renunció a su puesto como jefa de Marketing en una empresa de automoción y empezó desde cero en lo que realmente le gustaba: la ilustración.
«Acabé trabajando allí después de estudiar ilustración y Diseño Gráfico y, aunque mucho de lo que aprendí me ha servido luego, cuando dejé mi empleo me di cuenta que no tenía ni idea de por dónde empezar. ¿ Qué haces para que te llegue un encargo? ¿Y para que te llame Apple? Escribí a varias agencias para salir de dudas, no me respondieron y, como en Inglaterra el sector tenía más movimiento que aquí, me fui para allá».
A pesar de que había comenzado a recibir encargos de ilustración infantil, el agotador ritmo de trabajo hizo que regresara a España. «Aquí los encargos no estaban tan bien remunerados y, además, tenía que pagar autónomos. Me desanimé tanto, que entregué el currículum en un Starbucks». Mientras esperaba que se aclarase su futuro profesional, canalizó su desencanto haciendo fanzines que vendía en festivales de editores independientes y en los que contaba historias para un público adulto.
Genie Espinosa
« Los niños te obligan a controlarte a la hora de ilustrar. De hecho, había tenido algunos conflictos por esa razón. Los clientes me decían: «Esos niños están muy gordos» o «tienes que borrar los pezones a los gorilas» y yo alucinaba porque, a ver, ¿quién sexualiza a un gorila?», se pregunta la ilustradora antes de relatar otra anécdota de esa etapa.
«Estaba haciendo un libro de Prehistoria y, al final de la escala evolutiva, puse una mujer. Cuando lo vio el editor, me dijo: «Tiene que ser un hombre; si no, no se entiende». Para mí, que he crecido leyendo cómics y jugando a videojuegos donde los protagonistas eran hombres y nunca me he sentido excluida de la historia, no tenía sentido. ¿De verdad un niño no entiende que ese personaje femenino también se refiere a él? Al final, como estaban distraídos con lo de la escala evolutiva, puse a una mujer como descubridora del fuego y a unas embarazadas como exploradoras de nuevas tierras porque, a diferencia de lo que siempre nos han contado, no eran simplemente recolectoras».
Después de la incertidumbre de esos primeros años, la creadora catalana ha conseguido hacer de la ilustración su modo de vida. «He trabajado mucho, pero no creo que sea solo cuestión de esfuerzo, también ha contado el factor suerte», reflexiona.
Cuando abre su correo electrónico, no sabe si el azar le traerá el encargo de un cartel, una ilustración editorial o una propuesta para hacer una colección de ropa. «Un día me contactó una empresa china de urban wear. Les gustaba una tipografía con forma de tigre que había hecho y me propusieron trabajar con ellos. Ya hemos hecho una colección y a final de año saldrá la segunda», explica.
«Participar en este tipo de proyectos supone formar parte de un equipo que valora tu trabajo, lo posiciona y te propone nuevos retos porque, en ocasiones, son procesos que no conozco». Además de esa nueva colección de ropa, acaba de realizar un mural para Amazon, que será pintado próximamente en Brooklyn, y prepara un segundo cómic con el que intentará repetir el éxito de Hoops, su primer trabajo largo.
«Igual que creí que era mayor para cambiar de empleo con 28 años, pensé que lo era para sacar un cómic con 37. Son cosas que tenemos en la cabeza y que no tienen sentido», explica Espinosa, que comenzó a trabajar en Hoops con la misma actitud que cuando hacía fanzines. «Ni siquiera tenía editor. Lo hacía por mi cuenta e iba colgando cosas en Facebook hasta que Octavio Botana me pidió verlo y dijo que lo quería para su editorial».
Hoops (Sapristi, 2021) es una aventura de amistad, amor incondicional y autoestima protagonizada por tres amigas con cuerpos no normativos, que quedan atrapadas entre dos universos paralelos. En esta fantasía distópica, feminista y post millennial, los hombres han desaparecido misteriosamente. De hecho, el único personaje masculino es un joven cuyo papel es semejante al de las princesas de los cuentos clásicos: sin iniciativa, se limita a esperar ser rescatado por las protagonistas. Ese proyecto surgido por casualidad y desarrollado durante la pandemia ha sido galardonado con el Premio Ojo Crítico y el del Salón del Cómic de Barcelona.