EXTRAVAGANTES Y DIVINAS
EXTRAVAGANTES Y DIVINAS
« Daphne no es una persona, sino un concepto», dijo en una ocasión de ella su amante, el famoso y controvertido filósofo francés, Bernard-Henri Lévy. Y, seguramente, no hay una manera más certera de definir a Daphne Guinness. La musa teatral y avant-garde que, a sus 55 años, sigue luciendo como nadie las plataformas imposibles, las grandes gafas de sol y los diseños de alta costura; la aristócrata y heredera del imperio de la cerveza que se casó (y divorció) de un Niarchos.
Pero también la diseñadora y amiga íntima de Isabella Blow y Alexander McQueen; la fashionista y actriz ocasional que frecuenta los círculos de Naomi Campbell y Lady Gaga ; la cantante a la que David Bowie apadrinó en su carrera musical. Todas esas vidas en una sola son Daphne Guinness. El concepto.
Hija del barón Jonathan Guinness, heredero del imperio cervecero del mismo nombre, su queridísima abuela Diana Mosley fue un personaje controvertido por haberse casado con el líder fascista y amigo de Hitler Oswald Mosley. Ella, sin embargo, recuerda que fue con ella con quien descubrió la moda y asistió a su primer desfile.
Creció entre internados británicos, mansiones irlandesas, niñeras japonesas y las vacaciones de verano en Cadaqués, donde su padre compró un antiguo monasterio sin electricidad y su madre, una sofisticada francesa amiga de los artistas surrealistas, le llevaba de visita a la casa de Dalí, donde solía nadar en la piscina llena de langostas del artista.
Dotada de una gran imaginación, ha contado que soñaba con ser astronauta o viajera en el tiempo, señal de que la influencia de aquel ambiente vanguardista que respiró siendo una niña dejó una profunda huella en ella. Más tarde viviría en Nueva York, donde su hermana Catherine, trabajaba como asistente personal de Andy Warhol.
Autodefinida como una romántica empedernida, con 19 años se casó en París con Spyros Niarchos, segundo hijo del famoso armador griego Stravros Niarchos, archienemigo de Aristóteles Onassis. Durante dos décadas, vivieron entre Nueva York, St. Moritz y la isla privada de la familia Niarchos en Grecia y tuvieron tres hijos.
Pero ser la mujer de un magnate y frecuentar los círculos de la alta sociedad terminó convirtiéndose en una jaula de oro de la que decidió huir después de firmar un multimillonario acuerdo de divorcio y recuperar su soltería en 1999.
A su regreso a Londres después del divorcio, Guinness entró en la órbita de las dos personas más influyentes de la moda británica: Isabella Blow y Alexander McQueen. «Se rió de lo que llevaba puesto. Me dijo que parecía un saltamontes. Me cayó bien de inmediato. Me hacía reír como una loca», ha contado sobre la primera vez que conoció a Blow, que le llevó a las fiestas más exclusivas de la ciudad, la sentó en la primera fila de los desfiles y le introdujo al universo de la moda y sus personajes.
Convertida en musa de ambos, empezó a diseñar sus propia ropa y joyería, a posar para las grandes cabeceras de moda, a colaborar con marcas como Comme Des Garçons, con diseñadores como Karl Lagerfeld y fotógrafos como David LaChappelle o trabajar como consultora para firmas como Gucci por indicación del mismísimo François-Henri Pinault.
Los suicidios de Blow, en 2007, y McQueen, tres años más tarde, fueron un mazazo terrible para ella. Alguien llegó a sugerirle que ella podría ser la siguiente, pero en cambio terminó comprando la colección completa de Blow, organizando una exposición retrospectiva de su obra y creando una fundación con su nombre para apoyar a artistas emergentes poniendo el foco en la salud mental.
Después de subastar una importante parte de su armario, incluidas decenas de piezas de alta costura y cajas y cajas de accesorios, decidió volcarse en su pasión desde que era una niña. Amiga personal de Lady Gaga o David Bowie, el cantante le animó a emprender una carrera musical propia y le presentó a su productor de toda la vida, Tony Visconti.
Con él, Guinness ha lanzado tres discos y está preparando su cuarto álbum, que podría ver la luz este mismo año. De dirigir algunos de sus videoclips se ha encargado el legendario David LaChapelle, otro de los íntimos de Guinness, que cita a Beethoven o Bach como dos de sus grandes referentes musicales y que cuando era joven fantaseaba con convertirse en cantante de ópera.
Desde su divorcio, hace más de 20 años, su vida privada ha dado para un par de titulares jugosos, aunque hace mucho que sus relaciones están fuera de los focos. Después de un romance fugaz con el actor Tom Hollander, su relación con el intelectual francés Bernard-Henri Lévy se convirtió en la comidilla de la alta sociedad neoyorquina en 2008.
Pese a que él siguió casado con la actriz francesa Arielle Dombasle, ella reconoció la relación en 2010 y se ha referido a Lévy como el gran amor de su vida. Cuando en una reciente entrevista con The Guardian le preguntaron si consideraría casarse de nuevo, Guinness contestó: «¡Por Dios! No creo que nadie me lo propusiera. Creo en el arte. Esa es la única cosa que jamás me ha decepcionado».