«Todo empezó en Madrid», cuenta Diane von Furstenberg (Bruselas, 1946) por teléfono desde Los Ángeles, donde acaba de amanecer y en unas horas inaugurará una exposición retrospectiva de toda su carrera. «Pasé un año allí con 17 años. Era una ciudad muy diferente a la de la Movida, claro... Fue el primer sitio en el que me sentí adulta, en el que estaba yo sola. Por eso me hace tanta ilusión volver a Madrid para recibir este premio. Por cierto, ¿por qué me lo dais?».
Hablar con la icónica diseñadora norteamericana, que se autogestiona las entrevistas por WhatsApp y usa emojis de corazón casi como si fueran signos de puntuación, siempre es una pequeña aventura. Lo importante, por supuesto, no son las preguntas, sino interrumpir lo menos posible para no perderse las anécdotas. Pero tampoco los paréntesis, las notas al pie, los flashbacks, los flashforwards y el inagotable desfile de personajes fascinantes que han pasado por su vida.
Todo lo que dice encierra una lección vital y jamás, y aquí está el milagro, pierde el hilo. Solo por eso ya se merecería el premio. Y, por supuesto, eso es lo de menos. Este año, el Premio Icono Mujerhoy lleva su nombre para conmemorar el 50 aniversario de su histórico wrap dress, pero, sobre todo, para celebrar a una mujer absolutamente extraordinaria.
MUJERHOY Lleva medio siglo dedicada a empoderar a las mujeres a través de sus vestidos. ¿Cuándo sintió usted el poder de la moda por primera vez?
DIANE VON FURSTENBERG. Mientras el diseño es funcional, la moda, en mi familia, residía en la actitud. Para mí, es el arte en movimiento... Pero, ¿conoces la historia de mi nacimiento?
La conozco. Es el increíble origen de su leyenda y lo que, para la diseñadora, hace que todo cobre sentido: nació 18 meses después de que su madre fuera liberada del campo de concentración de Auschwitz. «Pesaba 29 kilos, pero volvió a Bélgica, su madre la alimentó como a un pajarito y, en poco tiempo, se casó con mi padre. El médico les dijo que no podrían tener hijos, pero un año más tarde nací yo. Fue un milagro. Mi madre solía decirme que habiéndome dado la vida recuperó la suya. Nací con la bandera de la libertad en la mano. Y eso lo ha determinado todo para mí. No escoges a tus padres ni tus circunstancias ni el sistema político en el que naces, convertirte en una persona al mando consiste en diseñar tu vida en función de lo que tienes y dónde estás... ¿Sabes que yo siempre he tenido mis mejores ideas de moda cuando hacía la maleta?».
¿Y eso por qué?
La vida es un viaje y la maleta, un símbolo. Si sabes hacerte la maleta, sabes vivir. Si viajas ligero, vives ligero. Hay días que quieres vestirte de jefa; otros de creadora, a veces no quieres impresionar a nadie, pero otras quieres ser una diva o sentirse sexy o ser la anfitriona perfecta. La moda refleja todas esas actitudes... ¿Que cómo empecé yo en el mundo de la moda?
Ahí quería llegar yo, sí...
Cuando era una niña no sabía lo que quería ser, pero sí que quería estar al mando, tener la vida de un hombre en el cuerpo de una mujer. Mi primer trabajo, poco después de Madrid, fue como asistente de Albert Koski, un agente de fotógrafos, un hombre muy guapo. Con él aprendí todo lo que tenía que ver con la imagen, las revistas, las modelos, los cuerpos... Luego, a través de Egon [von Furstenberg , su primer marido y sobrino del poderoso Gianni Agnelli ] empecé a trabajar en una fábrica textil en Como. No era el sitio más glamuroso del mundo, pero allí estaba yo mientras este hombre, Angelo Ferretti, estaba inventando aquellas camisetas. Cuando eres joven, no sabes qué puerta va a ser la puerta. Y esa Navidad, mi madre me regaló un billete de avión para ir a ver a Egon a Nueva York...
¿Era su primera vez en la ciudad?
Sí, entonces era peligrosa, sucia y muy barata. También muy emocionante: el arte, la cultura, Broadway... Yo llegué como la novia de un guapo aristócrata, un Agnelli, con el que todas las chicas de la ciudad soñaban con casarse. Así que pretendían ser amables conmigo y me llevaban a conocer a diseñadores como Halston o Giorgio Sant'Angelo. Seis semanas después, cuando tuve que regresar a casa, solo podía pensar: ¿cómo vuelvo a Nueva York?
Un nuevo paréntesis. Aquel verano, viajó con Egon a Italia, donde él le regaló un anillo y ella se desmayó en medio de una piazza. Volvió a Suiza y fue al médico con su madre. Le costó horas escribir el telegrama en el que le anunciaba a su novio que estaba embarazada. «No médico. No operación. Boda organizada. París, mitad de julio», le contestó él por la misma vía. Unos días más tarde, volvió a la fábrica y le dijo a su jefe: «Estoy embarazada, me voy a casar y me voy a mudar a América. Pero quiero ser independiente. Por favor, ayúdame a hacer estos vestidos para venderlos allí. Y así empezó todo».
Poco después, llegó con una maleta llena de aquellos diseños al despacho de Diana Vreeland, la mítica editora de moda. ¿Cómo recuerda aquella reunión?
Estaba aterrada. Entré en su oficina y sus ayudantes trajeron un burro con ruedas. Abrí mi maleta, saqué mis vestidos y los coloqué en las perchas. Entonces, entró ella. Estaba fumando uno de esos cigarrillos alargados con los labios pintados de rojo. Venía con dos chicas. Una de ellas resultó ser Loulou de la Falaise, pero debía tener 22 o 23 años. Solo dijo: «¡Guau!». Y eso fue todo. Antes de darme cuenta, se había ido.
¿Qué pasó después?
Su asistente, muy simpática, me ayudó con los vestidos y me dijo: «Creo que le han gustado». «¿Y ahora qué hago?». Me aconsejó reservar una habitación en un hotel de Los Ángeles durante la semana de la moda, anunciarme en el Women's Wear Daily y solicitar el ingreso en el listado de diseñadores. Le pregunté si podía usar su teléfono y nos sentamos juntas en su escritorio a organizarlo todo.
Meses más tarde empezó a vender vestidos por miles. Y luego, por millones. ¿Cómo recuerda aquel boom?
Yo creé el vestido y el vestido me creó a mí porque se convirtió en mi comercial: me llevó a todos los rincones del país para vestir a miles de mujeres. Cuanta más confianza tenía en mí misma, más confianza vendía a través del vestido. Así es como se convirtió en un símbolo e hizo que toda una generación de mujeres se sintieran mejor con su cuerpo, pero también consigo mismas.
Su compañía ha vivido muchos altibajos desde entonces. Después de revolucionar el mercado en los 70, perder tirón comercial en los 80 y relanzar la marca en los 90 para triunfar entre una nueva generación de mujeres, DVF tuvo que cerrar en 2020 la mayor parte de sus tiendas físicas y despedir a gran parte de su plantilla. Una auténtica montaña rusa corporativa.
¿Qué se aprende de los fracasos que el éxito no te enseña?
La vida es una aventura que nunca se detiene y es importante aceptar las cosas tal y como vienen. Al final de este año voy a recuperar el control de mi marca. En la pandemia entró un socio chino, pero nos hemos dado cuenta de que estábamos perdiendo nuestra identidad y eso no podía ser. Cuando cuentas tu historia, lo más importante no es el éxito, sino ese momento difícil, ese desafío, al que te enfrentaste en un momento determinado. Ahí está la auténtica inspiración.
El suyo sigue siendo un negocio familiar. ¿Qué consejos les da a sus hijos y nietos de cara al futuro de la marca?
Siempre les digo lo mismo: lo más importante es la autenticidad, ser fiel a uno mismo en los negocios y en la vida. Porque si eres fiel a ti mismo, eres libre. Pero no es fácil, requiere coraje, aunque también hace que la vida sea interesante. Mírame a mí. Yo estoy entrando en el invierno de mi vida e iniciando lo que llamo la «operación legado».
¿Y en qué consiste exactamente?
El legado es, por encima de todo, el bien que has hecho durante tu vida, las personas a las que has ayudado e inspirado. Ésa es la gran riqueza de la vida. Por su puesto, la familia. En ese aspecto, me siento bendecida: tengo dos hijos y cinco nietos magníficos, que son independientes y buenas personas. Y, luego, claro, está mi obra: tengo unos archivos maravillosos. He vivido plenamente y estoy tratando de reunir toda esa vida, toda esa experiencia, toda esa sabiduría, todos mis errores, todo lo bueno y lo malo, bajo un mismo paraguas. He tenido la suerte de convertirme en la mujer que quería ser y solo espero poder ayudar a muchas mujeres a lograrlo también.
Hay pocas personas tan bien conectadas como von Furstenberg. A sus eventos van desde amigas íntimas como Oprah Winfrey y la histórica feminista norteamericana Gloria Steinem , hasta Hillary Clinton, Jane Goodall, Jacinda Ardern, Amal Clooney , Emma Thompson, Katy Perry, Meryl Streep o Naomi Campbell. Todas ellas han sido distinguidas con los premios DVF, que se entregan desde 2010 y que celebran a mujeres tan inspiradoras como la propia diseñadora.
Nadie tiene una agenda como la suya. ¿El networking es cuestión de carisma o simplemente parte del trabajo?
Toda mi vida he sido feminista. Amo a los hombres, pero yo siempre quise ser una mujer al mando y, para convertir eso en un gran movimiento, empleo muchísimo tiempo en conectar a otras mujeres entre sí. Lo hago cada mañana y se lo recomiendo a todo el mundo. Puedes hacer un auténtico milagro poniendo en contacto a dos personas que no se conocen y nunca lo harían si no fuera por ti. A mi edad, he descubierto que la amabilidad es una divisa y la generosidad, la mejor inversión.
A dos semanas de las elecciones en Estados Unidos y sin ninguna certeza sobre quién ganará, ¿cuál es su estado de ánimo?
Estoy emocionada y aterrada a partes iguales. Me encantaría que Kamala Harris se convirtiera en la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Me gustaría más que cualquier otra cosa ahora mismo. Sobre todo, porque la alternativa es horrible. Si lo consigue, logrará también cambiar la percepción que se tiene sobre Estados Unidos en este momento. Podríamos recuperar esa América a la que yo vine, la América en la que quería vivir porque era un país de oportunidades.
Ahora tiene otro refugio en Venecia, donde cada vez pasa más tiempo. ¿Qué ha encontrado allí que no tiene en su casa de Nueva York o en París?
Cuando tenía 20 años, Egon me llevó a Venecia por primera vez. Su familia tenía un palacio allí. Era el sitio más glamuroso en el que yo había estado nunca. Cada año, regresaba. Mi actual marido [el empresario de la comunicación Barry Diller] y yo navegamos mucho y siempre terminábamos allí. Hace tres años, mientras leía un libro de un historiador, me di cuenta de que Venecia era como una mujer. Lo ha inventado todo: el sistema bancario, la diplomacia, la logística, las aduanas... Es seductora, es una guerrera, una mujer de negocios, una musa. Es una ciudad única. La tía de Egon, que ahora tiene 97 años, me invitó a mudarme al palacio porque no le gustaban los inquilinos que tenía y porque, de ese modo, todos seríamos familia. Y es lo que hice.
Iniciar una nueva etapa a los 77 años. No está nada mal...
Lo estoy disfrutando muchísimo. Nunca pensé que llegaría a esta edad. A los 26 años ya lo había hecho todo y siempre pensé que moriría joven, pero aquí estoy. Es bonito ver los frutos de toda una vida, ver a tus hijos y tus nietos convertirse en personas creativas que construyen sus vidas. Eso es lo mejor de mi vida ahora mismo: puedo mirar atrás, mi cerebro aún funciona y sigo leyendo y aprendiendo a diario. No se puede pedir más.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?