Imagen de Cirstobal Balenciaga, uno de los pocos retratos sobre el maestro de la costura. / getty images

El libro que arrasa

María Fernández-Miranda, autora de El enigma Balenciaga: «Sonsoles de Icaza fue la influencer de su época; las aristócratas imitaban su vestuario»

La periodista y escritora María Fdez. Miranda publica El enigma Balenciaga, un libro en el que repasa los momentos más relevantes de la carrera de uno de los modistos españoles más importantes de la alta costura internacional.

A mediados del siglo XX, cuando a España todavía le quedaban unas décadas para abrazar la democracia y Europa se reponía de la II Guerra Mundial, había un hombre que en su cartera de clientas tenía nombres como Ava Gardner, Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor, Wallis Simpson, o la Princesa de Mónaco, Grace Kelly. Un hombre que, cuando nació en Guetaria (Guipúzcoa), era el tercer hijo de José Balenciaga, pescador, y Martina Eizaguirre, costurera, y fue bautizado con el nombre de Cristóbal.

Por qué alguien que se quedó huérfano de padre a los 11 años se convirtió en una de las figuras más relevantes de la alta costura de la época, y uno de los modistos españoles más importantes de nuestro país, es una de las incógnitas que trata de resolver en El Enigma Balenciaga (Plaza & Janés) la periodista y escritora María Fernández-Miranda.

Empujada por su experiencia en revistas de moda, y deseosa de satisfacer su curiosidad sobre la figura del modisto al que alabaron sus colegas coetáneos, Fdez. Miranda ha pasado los dos últimos años inmersa en los libros, artículos y documentos que, como ella, trataban de acercarse a Cristóbal Balenciaga, una figura tan venerada como desconocida.

El resultado es, como ella misma explica « una mezcla de biografía, de reportaje y de novela, pensado para quien no sabe mucho de moda pero siente curiosidad e interés por acercarse a un personaje interesante». Un personaje del que, confiesa, «acabas enamorándote».

Portada del libro de María Fdez. Miranda sobre el diseñador Cristóbal Balenciaga. / Plaza & Janés

Cristóbal, el discreto modisto vasco

Basta con acudir a cualquier archivo fotográfico para descubrir que el diseñador vasco era poco dado a la exposición pública, las fotos en las que sale retratado, solo o en compañía, son más bien escasas. La leyenda cuenta que veía sus desfiles, y las reacciones de los asistentes, desde un agujero hecho en las cortinas de las bambalinas. En su vida solo concedió dos entrevistas, tal vez porque consideraba que sus diseños ya hablaban por él.

En sus primeras colecciones, voluntaria o involuntariamente, Cristobal Balenciaga dejó claro quién era y de dónde venía. Porque es en ellas en las que están presentes «los colores que él veía en Guetaria, el azul del agua, el verde de las montañas, el rojo de los cascos de las embarcaciones», señala la escritora. Y en los años finales de su carrera acompañó un vestido de novia con un tocado similar «al gorro de los pescadores» tan presentes en su infancia.

Fotograma de la serie de Disney+ sobre Cristobal Balenciaga recreando uno de sus desfiles. / Disney+

Pero Balenciaga no solo fue vasco, y las «chaquetillas de los toreros» que creó «para que las mujeres las llevaran con sus vestidos», o la inspiración que encontró en pintores como Velázquez, El Greco o Zubarán también mostraban al mundo su amor por su país. Una España en la que «ayudó a vestirse y a disfrutar de la moda a las mujeres de la posguerra», apunta Fdez. Miranda, «pero no solo a aristócratas como Sonsoles de Icaza, sino también a muchas mujeres del norte que vestían Balenciaga en las casas de Eisa, la marca que tenía en España».

El hilo de la historia

La autora dedica el primer capítulo de El enigma Balenciaga a narrar cómo el más pequeño de una familia humilde pudo ser una figura relevante en la alta costura. Con su madre haciendo arreglos y vestidos para las familias pudientes que veraneaban en la zona, Cristóbal sintió su primer impulso costurero a los seis años cuando, como recoge el libro, hizo un abrigo para su gato.

Pero no fue hasta los 12 cuando llegó su primera oportunidad real, cuando su atrevimiento infantil le llevó a confeccionar, copiando el que llevaba puesto, un vestido para Blanca Carrillo de Albornoz y Elio, la sexta marquesa de Casa Torres. Fue ella la que hizo posible que Cristóbal saliese de su Guetaria natal y familiar para convertirse en aprendiz de una firma de moda en San Sebastián.

Imagen de la boda de Fabiola y Balduino de Bélgica, en la que ella vistió un Balenciaga. / Getty Images

«Como si fuera el guión perfecto de una película», comenta Fdez. Miranda, fue él quien confeccionó el vestido de novia de «la nieta o bisnieta de la marquesa». Y esta no era otra que Fabiola de Mora y Aragón quien, tras casarse, se convertiría en Fabiola de Bélgica. «Si de niño no hubiera copiado el vestido de la marquesa de la Casa Torres, nunca habría llegado a ser quién es porque, aunque fuera un genio, vivía en Guetaria y esa mecenas fue esencial en su vida», apunta la autora.

Sonsoles de Icaza, influencer

Alabado por los consagrados modistos a los que Fdez. Miranda ha consultado por su dominio de la técnica, «yo lo comparo con un prestidigitador que va sacando trucos de la chistera» apunta ella, la lista de mujeres relevantes que visitaban sus tiendas y acudían a sus desfiles es aún más amplia que la que encabeza este artículo. De entre todas la autora destaca a «Claudia Heard de Osborne, que dijo que al morir quería que la enterraran con un Balenciaga».

La paisajista y coleccionista de arte Bunny Mellon tenía en su vestidor más de 600 piezas del guipuzcoano, porque le confeccionaba hasta pijamas y ropa de jardinería. Y aunque la mayoría de sus clientas, de renombre o no, nunca le pusieron cara, con una entabló una relación especial. Esta no era otra que la mujer «que epataba cuando entraba en una habitación, solo existía ella», apunta la autora, Sonsoles de Icaza, la marquesa de Llanzol.

Cristóbal Balenciaga con Sonsoles de Icaza. / Cortesía Sonsoles Díez de rivera

Aunque muchos la consideraron su musa, Fdez. Miranda habló con Sonsoles Díez de Rivera, su hija, y le preguntó por ello. «Respondió con mucha humildad», explica la autora, «que Balenciaga no necesitaba musas. Y creo que es verdad, aunque también lo es que la que llevó los mejores diseños del modisto fue Sonsoles de Icaza». «Lo más interesante de los dos», a pesar de su inusual primer encuentro, «es que se hicieron amigos, aunque me parece que tenían carácteres totalmente contradictorios».

«También tenían cosas en común, como que les gustaba visitar a anticuarios, ir al Rastro de Madrid. Creo que de alguna manera se complementaban y ella también era su mayor fan», señala la autora antes de apuntar que «Sonsoles de Icaza era lo que hoy llamaríamos una influencer de la época, algo que hizo que su vestuario fuera aspiracional para muchas aristócratas».

Balenciaga y lo instagrameable

A pesar todo lo que sabe sobre la figura del diseñador, María Fdez. Miranda reconoce que no tiene ninguna prenda de Balenciaga. «Ya me gustaría», responde resignada. Preguntada sobre cuál le gustaría tener, primero duda, y luego se sincera descartando «el vestido de novia que le hizo a Carmen Martínez Bordiú, el último que confeccionó, o algún vestido de noche» y señalando que «me encantaría tener uno de sus abrigos sencillos, me lo pondría todos los días. No es instagrameable, quizá, pero no ha pasado de moda».

Hablando de la red social en la que la moda tiene un infinito escaparate, es inevitable cuestionarse cómo lo vería Balenciaga. «Yo creo», se aventura respetuosa Fdez. Miranda «que estaría sorprendido con este ritmo que ha asumido la moda, porque él trabajaba muchísimo, y hacía muchas colecciones, pero hacía una ropa que era para permanecer. Y hoy todo va más rápido y la moda está hecha para que muera muy muy rápido».

Alberto San Juan como Cristóbal Balenciaga en una imagen del biopic que se estrenará en enero. / disney+

A dos meses del estreno del biopic sobre el maestro guipuzcoano que podremos ver en Disney+, María Fdez. Miranda también habló con Alberto San Juan, que ha sido el encargado de ponerse en su piel. Cuando le preguntó si, como ella, no se había enamorado del diseñador al acercarse a la persona para construir su personaje «me respondió «le quiero mucho». Porque Balenciaga será un enigma, pero «con toda su complejidad le acabas queriendo».

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