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entrevista

El fantasma de Rock Hudson, el libro que tienes que leer este otoño: drama familiar, crónica rosa y proceso catártico (todo en uno)

El periodista Juanra López publica su primera novela El fantasma de Rock Hudson (Editorial MaLuma). Hablamos con él para que nos de las claves de su debut literario (y de ese título singular y sugerente).

Rock Hudson y su mujer, Loretta, en Florencia / getty images

Javier Díaz de Lezana
Javier Díaz de Lezana

El fantasma de Rock Hudson (Editorial MaLuma) es la primera novela de Juanra López , tras más de veinte años de experiencia en la crónica social. Por eso resulta lógico que por sus páginas desfilen personajes como María Teresa Campos , Rocío Dúrcal o Terenci Moix y estrellas internacionales como Anthony Quinn o Gina Lollobrigida: «Forman parte de mi educación sentimental y tuve la suerte de conocerlos en un contexto en el que la prensa del corazón tenía mucha mayor influencia que ahora y no competía con los famosos surgidos en las redes sociales».

Son muchas las anécdotas de celebrities que Juanra López cuenta en esta historia de una madre y un hijo que viven un proceso catártico después de superar numerosos obstáculos para encontrarse bien consigo mismos: «Vivimos en una sociedad muy preocupada por proyectar felicidad, pero debajo de esos filtros hay a veces mucha mentira y dolor que se trata dejar debajo de las alfombras. Como aquella telenovela de Verónica Castro que inauguró las emisiones matinales de televisión española a mediados de los 80, Los ricos también lloran… Y los demás también, añadiría yo», explica.

¿Por qué aparece Rock Hudson en el título de tu novela?

Cuando Rock Hudson murió yo tenía once años y sus imágenes en estado terminal me impactaron mucho. Se quedaron en mi retina mucho tiempo y a veces irrumpían en mis pesadillas. Fue muy valiente al confesarlo, porque los enfermos de sida morían de manera terrible, pero además tenían que ocultarlo para evitar el escarnio público. La cantante israelí Ofra Haza falleció a consecuencia de una neumonía nada menos que en el año 2000 porque no quiso hacerse las pruebas del VIH por temor a que se descubriera y ser repudiada. Quería reflejar esa realidad que a veces se nos olvida.

¿Es un libro autobiográfico?

No, para nada, por suerte mi vida ha sido mucho más feliz que la de Juan Villar, ese periodista y escritor atormentado que protagoniza la novela. Sí son reales las las anécdotas que cuentode los famosos que aparecen. No podía ser de otra manera. Por eso el personaje tiene mi misma edad y mi misma profesión, para que las piezas del puzle encajen. Habrá muchos que se busquen entre las páginas y se encontrarán, pero que no pierdan de vista que es una ficción. La literatura no respeta la verdad sino la verosimilitud y todo lo que se ha colado de mis propias vivencias está tan deformado que cualquier parecido con lo que pasó es bastante remoto. Los personajes y las tramas están escritos desde el cariño y no desde el rencor, que es la peor actitud para afrontar cualquier cosa en la vida.

Entre ellos ocupa un lugar especial María Teresa Campos. ¿Qué destacarías de tu experiencia con ella?

La primera vez que fui a entrevistarla estaba aterrorizado, porque en las pausas publicitarias de 'Día a Día' era como un sargento que ponía firme a sus soldados. Una vez nos metimos en su despacho, se relajó y me respondió con mucha amabilidad. Las siguientes ocasiones, iba igual de asustado, no se me quitaba el pánico escénico. Mis primeros recuerdos de ella están muy ligados a mi infancia.

Escuchaba con mi madre 'Apueste por una' en la radio y nos parecía tan apabullante que por empatía nos poníamos siempre del lado de la periodista Patricia Ballesteros, que era quien se enfrentaba a ella en los debates. Ahora, con el paso del tiempo, veo que nos dejábamos llevar por las emociones, porque sus argumentos siempre tenían mucho peso, tenía un bagaje intelectual enorme. En realidad, María Teresa era mucho más cariñosa y cercana que el concepto que tenía de ella desde mi ignorancia. Es un referente profesional para mí.

Juanra López, autor de 'El fantasma de Rock Hudson'

Haces un retrato de Rocío Dúrcal también muy ligada a los recuerdos de tu infancia.

Sí, crecí viendo sus películas, las de Marisol, las de Joselito… Así que cuando llegué a Madrid y descubrí los cines en versión original me sentí como Alfredo Landa en 'Cateto a babor'. Qué gran trabajo hizo José Manuel Parada en 'Cine de barrio' dándoles el lugar que se merecían en la historia del cine español a esas películas que son impagables documentos sociológicos. Cuando Rocío falleció para mí fue un golpe emocional porque la mejor entrevista de mi carrera se la hice a ella, como cuento en el libro.

En ese momento, proyectaba grabar un disco de dúos para celebrar sus 50 años de carrera y tenía en mente a Manolo García, a Sabina, a Ricky Martin, a Alejandro Sanz… Cada nombre propio que me daba me hacía salivar más. Por desgracia, como fan, no pude ver esa fantasía de disco realizada. Era espontánea, divertida y, como los mexicanos, envolvía muy bien de palabras sus declaraciones. Se manejaba muy bien en la metáfora y el eufemismo, que decían más que las palabras desnudas.

Pasan por tus páginas estrellas internacionales como Gina Lollobrigida, Shirley MacLaine o Anthony Quinn.

Con Gina Lollobrigida coincidí en el ocaso de su carrera. Llevaba una túnica de Armani de esas de lentejuelas que tan mal han envejecido. Me pareció muy anodina, era mucho más inteligente que lo que dejó entrever en esa rueda de prensa. Shirley MacLaine decía que a su edad, 65 años entonces, no estaba para hombres en su vida y hacía unos planteamientos vitales que no entendía, porque a los 20 años uno tiene poca experiencia e ideas preconcebidas de la vida. Me pareció que no estaba en sus cabales porque creía en los extraterrestres y la reencarnación, pero en realidad el ignorante era yo porque cuanto mayor me hago menos certezas tengo.

Anthony Quinn, que vino a España con sus hijos pequeños a los que había tenido con su secretaria, me recuerda mucho a Papuchi, el padre de Julio Iglesias, a quien le encantaba que le llamaran así. Seguía teniendo ese halo canallesco y seductor que también mantuvo Paco Rabal hasta el final de sus días. Por cierto, el doctor Iglesias Puga fue uno de los ginecólogos que trató a mi madre antes de que yo naciera y cuando coincidí con él en una cena y se lo comenté me contestó: « Seguro que tu madre todavía está buenísima».

Comienzas el libro con una cita de María Félix, cuentas anécdotas de Sara Montiel y muestras tus admiración por Terenci Moix.

Son tres referentes en distintos sentidos. María Félix estaba tan endiosada que no creía que había en todo México alguien mejor que ella, aunque acabó siendo una parodia de sí misma. Aun así, era una feminista con unas ideas mucho más modernas sobre el lugar que acabará ocupando la mujer en el mundo que muchas que ahora se creen que han inventado el feminismo y defienden postulados excluyentes y sectarios. También era machista al mismo tiempo, porque remedaba los peores ademanes y actitudes de cierto tipo de hombres. ¿Quién no es contradictorio?

Con Sara Montiel estaba comiendo aquel trágico 11-S. En el salón no había cobertura y me enteré de la tragedia al salir del hotel Miguel Ángel de Madrid. Me encantaba su capacidad de inventar historias delirantes. Años antes me había contado que le habían ofrecido una película con Marlon Brando sobre los reyes Católicos, pero que no la iba a aceptar porque se tenía que ir seis meses a Hawái y no quería separarse de sus hijos tanto tiempo.

Portada de 'El fantasma de Rock Hudson', la primera novela de Juanra López
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En cuanto a Terenci Moix, el documental que ha estrenado Filmin me ha dejado muy mal cuerpo porque había momentos que me recordaba al peor Truman Capote cuando empezó a escribir 'Plegarias atendidas', donde era desleal con todas las amigas ricas que le habían utilizado como bufón para sus fiestas. Coincidí con Terenci en su esplendor y en su decadencia física, cuando su enfisema estaba muy avanzado. Mi padre también murió de esa enfermedad casi a su misma edad y sé lo terrible que es ese final.

Hay dos tramas paralelas que confluyen al final: la del periodista Juan Villar y la de su madre, una mujer marcada por la muerte de su primer hijo. ¿Tuviste en mente a alguien para crear este segundo personaje.

Sí, a una mujer que conocí cuando niño que había perdido a su hijo con algo más de 20 años y lloraba constantemente. Nunca recuperó la serenidad de espíritu. Y en Ana Obregón, porque quería que el arco dramático de esa madre fuera desde la oscuridad a la luz. También tuve presente a Romy Schneider, que enloqueció después de que su hijo se desangrase al intentar saltar una verja. Admiro la entereza de Ana Obregón y su capacidad de ponerse vestidos de flores porque eso simboliza su manera de afrontar un dolor que no se le irá nunca. Cuando escribí el libro aún no se sabía nada de su nieta por gestación subrogada , sobre lo que prefiero no opinar porque siempre que sale ese debate en mi entorno acabamos sin llegar a un entendimiento.

Por último, intenta convencer a un hipotético lector para que se compre el libro.

Creo que la literatura como los afectos no se pueden imponer, surgen. Diría que les va a emocionar la historia de una madre y un hijo que han tenido muchos elementos en contra, pero han logrado sobreponerse a su dolor y a sus propias limitaciones. Que van a comprender mejor y van a empatizar más con los homosexuales de su entorno. Con esos niños y adolescentes que no tienen referentes y tienen que sobrevivir en ambientes hostiles como el patio del colegio y ya de adultos con pensarse dos veces si pueden besarse por la calle o plantearse cómo comportarse en según qué países. Y, desde luego, van a disfrutar mucho con las anécdotas reales de los personajes famosos que se van a encontrar. Aparecen muchos más de los que hemos mencionado en esta entrevista…