Ángel Martín. /
«Remontar después de que algo te parta en dos es solo el principio de la historia», dice Ángel Martín en la contraportada de su nuevo libro, Detrás del ruido (Planeta). Se refiere, claro, al brote psicótico provocado por el consumo de drogas que en 2017 le obligó a ingresar en un psiquiátrico durante dos semanas y que ya contó en su libro Por si las voces vuelven, convertido en un auténtico fenómeno editorial en 2021.
Aunque profesionalmente está en un momento hiperactivo, con un podcast y un monólogo girando por toda la España, pero también con el Informativo matinal para ahorrar tiempo que arrasa cada día en Twitter, el cómico y presentador está en un momento particularmente tranquilo en lo personal. Ordenado, como dice él. También muy introspectivo, en el que se ocupa de revisar de manera milimétrica todo lo que sucede en su cabeza. Para quiénes atraviesan una situación similar o están luchando contra una enfermedad mental, Martín aconseja «colocarse detrás del ruido». Hablamos con él para averiguar qué significa eso y cómo lo ha conseguido él.
Igual toda entrevista civilizada debería empezar por la misma pregunta: ¿Cómo está?
Bien, bien… Muy tranquilo y ordenado, sabiendo por qué tomo las decisiones que tomo. Estoy viviendo uno de los momentos más serenos que he tenido en mucho tiempo.
Su anterior libro se convirtió en un auténtico fenómeno editorial: medio millón de copias vendidas. Con ese precedente, ¿da vértigo escribir un segundo?
No, porque cuando me pongo a escribir no pienso en si el libro se venderá o no, yo escribo con la intención de que le sirva de algo a alguien. La única presión es que una persona lo lea y diga: «Me quedo con esto». El libro surge para responder a la pregunta que más me han hecho desde que conté mi historia: «¿Cómo haces para que todo no se vuelva a derrumbar? Me lo preguntaron tantas veces, que un día me lo pregunté a mí mismo.
¿Y cómo lo hace?
Es un viaje extremadamente profundo para tratar de ver lo que has cambiado y que no se repitan ciertas cosas. Cómo eres capaz de gestionar mejor la tristeza cuando aparece o cómo controlas la culpa, la vergüenza o el miedo. O por qué ya no te pones tan nervioso o tus agobios no son tan profundos. Un día, de pronto, tienes la sensación de que has conseguido controlar esas cosas. Pensar en cómo lo haces te obliga a hacer un viaje a lugares extraños.
Supongo que a raíz del libro mucha gente se le acerca a contarle su experiencia. ¿Cómo son esos encuentros?
Ocurren en las firmas de libros o a la salida del teatro, son muy breves, pero funcionan como pequeñas píldoras de agradecimiento. Te cuentan cómo les ayudó leer tal cosa o escuchar uno de tus podcast. Hay gente que te hace consultas más concretas, pero tampoco siento que lo que yo digo sea ley. Solo son cosas que a mí me funcionaron, por si las quieres probar…
En 2017 Ángel Martín sufrió un brote psicótico. /
¿Y las personas de su entorno? ¿Se ha sincerado algún amigo sobre sus propios problemas de salud mental después de conocer lo que le había pasado?
No, porque la gente más cercana, lo conocía. Nadie me ha dicho: «Joder, no sabía lo que te había pasado». Esa gente ya no está en mi vida. He hecho una limpia muy grande. Quien se ha quedado a mi lado, ya sabe lo que hay.
Mantiene que volverse loco es una de las mejores cosas que le ha pasado en la vida. ¿Por qué?
No es una frase que digas nada más salir del hospital, eso está claro. Es algo que puedes decir después de haber pasado todo el proceso y de haber hecho un análisis muy profundo de lo que has vivido. La limpia de la que hablaba antes, por ejemplo, forma parte de poner orden en tu vida y eliminar o reubicar ciertas cosas. Antes, las puertas de mi casa siempre estaban abiertas para todo el mundo: para comer, cenar, quedar… Todos somos amigos desde el minuto uno. Y, de pronto, te das cuenta que no te apetece que sea así y se inicia una reconstrucción.
Lo duro después de un brote psicótico empieza cuando sales del hospital, ¿no?
Claro. Salir del hospital solo quiere decir que puedes irte a casa. Que te den el alta no significa que estés bien. De hecho, estás muy lejos de estar bien. Solo estás controlado. Nada más. El hospital es desesperante porque no entiendes lo que te está sucediendo, no sabes dónde estás ni lo que va a pasar. Es el desconcierto más absoluto. Pero cuando sales, no entiendes el mundo, no sabes cómo gestionarlo. Ahí empieza lo más duro, el trabajo para tratar de reparar lo que te ha pasado.
El reto de mantenerse estable. Cuenta que ahora está muy pendiente de todo lo que pasa por su cabeza. ¿No le resulta abrumador?
No, creo que es algo imprescindible, pero que nadie nos ha explicado cómo hacerlo. No prestar atención a lo que pasa en tu cabeza es absurdo. Eso es lo realmente raro. No sé en qué momento nos hemos convencido de que estar mal forma parte de la vida, que es normal. No estoy para nada de acuerdo. Estar mal es síntoma de que algo está fallando. Y si algo falla, hay que corregirlo y poner orden. Cuanto antes, mejor. Si no, se irá todo al carajo. Se trata de aprender a prestar atención a todo. A por qué estás nervioso o tienes miedo o sientes culpa o vergüenza. ¿De dónde nace eso? ¿Cómo lo controlas? Tirar millas es un error. Lo único que tiene sentido es conocerse muy bien para saber por qué y para qué haces las cosas.
Ese es un ejercicio introspectivo muy intenso. ¿Ha descubierto quién es realmente en este proceso?
Sé que soy una persona a la que le apasiona ver hasta dónde se puede llegar utilizando la comedia y la palabra. Eso es lo que me mueve. No tiene más. Cuando echo la vista atrás, es lo que siempre ha permanecido en mi vida: sea en forma de programa televisión, música, redes sociales, informativos o libros. Tengo súper claro que eso es lo que me apasiona.
En este libro habla de colocarse detrás del ruido. ¿Qué significa eso y cómo lo consigue?
Tiene que ver con descifrar el por qué y el para qué de las cosas que haces. Nos dejamos llevar tanto por la inercia que, muchas veces, no sabemos por qué pensamos lo que pensamos ni por qué estamos donde estamos. Un ejemplo superficial, pero que sirve para entendernos. Cuando alguien te dice que quiere encontrar pareja. Pero, ¿por qué? ¿Por qué hay que tener pareja? Qué problema hay en estar a solo a los 20, 30 o 40 palos. ¿Quién te obliga? Mucha gente opina y actúa por razones externas a ellos que no tienen que ver contigo o con lo que piensas.
Ha dicho que antes del brote, era imbécil. ¿Se ha quedado con algo del anterior Ángel?
Yo era alguien que no sabía nada, no tenía ni idea de por qué hacía las cosas. Actuaba por inercia, sin pensar, dejando pasar las emociones. Te rodeas de gente porque hay que ser sociable. les abres las puertas de tu casa y cuantos más amigos, mejor. ¿Cómo vas a estar solo? Y un día dices: «Frena, frena, frena… ¿Esto me apetece realmente? ¿Por qué lo hago?». Y no tienes ni una sola respuesta acerca de quién eres. Eres un desconocido para ti mismo.
Está girando por toda España con un monólogo cómico basado en su primer libro. ¿Poder reírnos de la enfermedad mental es una señal de que el estigma cada vez lo es menos?
Es cierto que viene mucha gente al espectáculo que está pasando por un proceso complicado y, de pronto, es capaz de reírse un rato de eso. Pero creo que el gran estigma no está en quien sufre un problema de salud mental, sino en quienes no saben escucharle. Si tú supieras que puedes decir estuviste 15 días ingresado en un psiquiátrico porque se te piró la cabeza, sin que te juzguen, te etiqueten o cambien su actitud hacia ti, no habría estigma. El problema no lo tiene el que pasa la movida, sino el que no sabe escuchar, que hace de tapón para desbloquear todo eso.
Su informativo matinal es un hit absoluto. ¿Qué es lo que más le interesa de la actualidad?
Lo que realmente me interesa, que es la cultura, la música o el entretenimiento, a menudo ni siquiera forma parte de la actualidad. De vez en cuando veo algún avance en ciencia que me llama la atención, pero poco más. Yo te resumo las cuatro cosas que aparecen en todos los sitios para que no pierdas el tiempo buscando, pero no las elijo porque me interesen particularmente.
¿Y la política? En general no se suele mojar mucho…
Es un tema que puedo hablar con mis amigos, pero no creo que mi opinión importe lo más mínimo. Todo el mundo ha decidido con quién va, da igual lo que suceda. Pase lo que pase, siempre te parece bien lo que haga tu equipo y mal lo que hace el contrario. Fin de la historia. Entonces, ¿qué importa lo que diga yo? Me lo guardo para hablar con mis amigos, donde sabes que puedes argumentar, explicar, donde te escuchan y nadie cree que estás buscando incendiar las calles.
Termina todos sus informativos con una coletilla que ya es un clásico: «Os quiero muchísimo. Te quiero». ¿Por qué le gusta despedirse así?
Hace no mucho me di cuenta de que cuando te dedicas a la comunicación y el entretenimiento es porque la gente te sigue y apoya tus proyectos. No hay más. Dependemos de la gente. En televisión no tienes ese tipo de interacción, porque las personas solo son un número de audiencia, pero en las redes y en el teatro, sí. Puedes dedicarte a lo que te gusta únicamente porque la gente hace un acto de fe cada vez que lanzas un proyecto. Y tengo la sensación de que debo un montón de agradecimientos atrasados. Además, hace poco, una chica me dijo durante una firma de libros algo en lo nunca había pensado: «Para mucha gente ese te quiero es el único que escuchan». Yo estoy muy acostumbrado a escuchar y decir «te quiero» a mis amigos y familiares y se me hizo muy extraño. Me di cuenta de que hay gente que puede pasar temporadas muy largas sin escucharlo.
Cuando te pasa algo como lo que le ocurrió a usted, es habitual que tus prioridades se reorganicen. ¿Cuáles son ahora?
Yo. Mi prioridad soy yo. Imagino que si tienes hijos, a lo mejor son ellos. Pero incluso en ese caso, me atrevería a decir que si no te tienes a ti mismo como prioridad, puede que tus hijos acaben pagando el pato de una infelicidad profunda o de problemas graves de autoestima. Claro que hay cosas y personas muy importantes en mi vida, pero después de darle muchas vueltas sé que si yo no estoy bien, no puedo entregarme ni esforzarme para proteger lo que es importante para mí. Mi prioridad soy yo para poder hacer todo lo demás.
Una pregunta un poco cursi, pero también bastante profunda, para terminar. ¿Qué le hace más feliz ahora?
Lo que consigue mantener la estabilidad de esa felicidad es saber el motivo real por el que tomo las decisiones que tomo. Eso no significa que siempre acierte, pero si cometo un error, puedo corregirlo o identificar dónde fallé. Ahora mismo, esa es la columna vertebral de mi felicidad.