El terror

No suelo escribir en esta carta sobre las entrevistas que publicamos, porque creo que la historias tienen que defenderse por sí solas. Pero, por favor, no dejen de leer la conversación con Lyubov Sobol, líder de la oposición rusa en el exterior y también, y sobre todo, una de las personas más cercanas a Alexéi Navalni en los últimos años.

Sobol , que tiene cinco causas pendientes y está en búsca y captura en su país, que ha sido señalada como uno de los nombres más relevantes de la disidencia, que ha estado en contacto con Navalni de manera habitual y frecuente hasta una semana antes de su muerte en circunstancias no aclaradas, vive en Estados Unidos sin servicio de seguridad.

¿Por qué? Porque, según ella explica, está convencida de que el día que se quiera acabar con su vida, estará muerta sin remedio y sin importar cuántas precauciones haya tomado.

Lyubov Sobol era mucho más que la abogada de Alexéi Navalni. Era su amiga. La persona que le escribía habitualmente, para intentar ponerle al día de lo que pasaba en el mundo, a la prisión olvidada en la que le habían sepultado y donde finalmente fue encontrado muerto.

Es la mujer que procura no tocar las paredes de las habitaciones de hoteles y lugares desconocidos porque sabe que la vida es un bien muy frágil para un disidente ruso y que las trampas aparecen en cualquier lugar insospechado y cotidiano. Es una disidente en un sistema que no disuade, aplasta, que no discute, extermina.

No creo que nadie pueda imaginar el miedo con el que debe de vivir cada día. No hay nada más aterrador que sentirse inseguro las 24 horas del día, que ver a los tuyos siempre al borde un precipicio. Por eso es tan poderoso su mensaje, la idea de que los principios a veces deben sobreponerse a todo lo demás. A la ambición, al terror, a la certeza incluso de que nuestra existencia va a ser siempre una terrible cuerda floja sin remedio.