La artista Anh Duong lleva total look de Stephan Janson y joyas de Vrai, FoundRae y Bulgari. /
«La primera película que rodé fue Los reyes del mambo. En el set, coincidí con Antonio Banderas y conectamos enseguida. Nos hicimos amigos. Para él también era su primera vez en Hollywood. Rodamos en Los Ángeles, pero un día vino a Nueva York, adonde me acababa de mudar desde París, y estaba con Almodóvar . ¡ Así fue cómo conocí a Pedro! En aquel tiempo, el pintor Julian Schnabel era mi pareja y solíamos pasar el verano en la antigua residencia de Andy Warhol en Montauk, Long Island. Era una casa cerca del Atlántico. Los invitamos a los dos y lo pasamos muy bien. No recuerdo qué cocinamos, pero seguro que fue en el porche y comimos pasta o pizza. ¡Era una época en la que no te preocupabas por si engordabas! [Risas] Ya sabes, éramos jóvenes. Y, naturalmente, hablamos de cine, arte... Yo pinté allí mi primer cuadro. Antonio estaba lleno de esperanza y emoción. Almodóvar me dijo que quería hacer un drama porque, entonces, en los 90, era famoso por sus comedias. Luego, nos encontramos alguna que otra vez, pero perdimos el contacto», recuerda la pintora, escultora, actriz y modelo Anh Duong (Burdeos, 1960).
Hace unos meses, Duong recibió una llamada de un director de casting con el que trabaja a menudo en Manhattan para filmes independientes. Le pidió que hiciera una prueba y ella, con la ilusión intacta de una adolescente, se presentó puntual a la cita. Más de 30 años después, las piezas del puzle encajaron. Pedro vio el corte en Madrid y decidió contratarla para ese drama que siempre quiso rodar, La habitación de al lado, su primera cinta en inglés, donde aborda descarnadamente la muerte. Como venía siendo una tradición al más puro estilo Hitchcock, los seguidores de su cine no encontrarán a su hermano Agustín ni a la productora Esther García, su mano derecha en El Deseo, haciendo algún cameo descacharrante. Pero sí verán a Duong, que encarna a la asistenta del personaje de Julianne Moore, una escritora de best-sellers.
Este es un guiño con enjundia: entre muchos personajes famosos, Anh retrató en aquellos felices años 90 a Ana Leza, la primera mujer de Antonio Banderas , quien, según el propio malagueño ha reconocido, jugó un rol fundamental para que consiguiera el papel, ya que no hablaba inglés y se lo aprendió de memoria mientras recitaba todas las noches frente a ella. Luego, él se enamoró de Melanie Griffith y se divorció. Leza dejó la interpretación –trabajó para Almodóvar en Mujeres al borde de un ataque de nervios– y se entregó al misticismo. Pero esa es, evidentemente, otra historia.
Con Pedro Almodóvar en una fiesta en el 2000. /
« El reencuentro con Pedro fue muy emotivo», apunta Duong, desde su apartamento en el East Village, el barrio más bohemio y latino de Nueva York. «Es una persona muy cariñosa y humana. ¡Nos abrazamos! Yo estaba nerviosísima, porque era el primer día de rodaje. La secuencia tuvo lugar en la tienda de Rizzoli en Broadway. Le llevé una copia dedicada de la monografía que esta editorial ha publicado de los 25 cuadros que hice para la exposición Dal Cuore alle Mani, de Dolce & Gabbana, inspirados en sus colecciones de alta costura y en su influencia en la historia de Italia. Tras exponerse en el Palazzo Reale de Milán, la muestra llegará al Grand Palais de París el 10 de enero y estará hasta el 25 de marzo. ¡Estoy muy contenta! Pedro me comentó que había seguido mi trayectoria y entonces recordé que, aquella noche en Montauk, me animó a que siguiera pintando», confiesa, a ratos con un inglés muy francés y, en otras ocasiones, con un español muy americano.
«Aparecer en una película de Almodóvar era un sueño para mí. Tiene su propio punto de vista y es extremadamente poético, humano y original. Describe muy bien a los personajes, especialmente a las mujeres, como todo el mundo sabe. Les da mucha importancia, algo que hace un tiempo no era habitual. Así que es admirable y todo un honor», añade la actriz, quien se siente afortunada porque no ha tenido que elegir una profesión concreta y ha podido combinar diferentes roles como artista. «Nunca me planteé nada como una carrera, porque es difícil y hay pocas posibilidades de triunfar. Así que creo que tiene que ser una elección de vida, una necesidad. De otro modo, es posible que te desanimes y lo termines apartando».
Anh Duong con traje de Thom Browne en su apartamento de Nueva York. /
Si algo ha formado parte del ADN de su familia, es la pasión por la cultura. Su historia arranca, sorprendentemente, en Tortosa (Tarragona). «Mi madre se llama Esther Tejedor y tiene 91 años. ¡Está estupenda! Ahora, vive cerca de París. Tuvo una infancia dura, ya que escapó de España a los seis años. Mi abuelo, Manuel, regentaba un negocio de automóviles y llevaba una vida acomodada, pero estaba muy comprometido políticamente y se enroló en el bando republicano. Él iba por los pueblos para que la gente aprendiera a leer y a escribir. Tenía grandes ideas, igual que su hermano Fermín. Pero, con la guerra, primero tuvo que mandar a sus dos hijos a Francia, con unos familiares, y luego llegaron mi madre y mi abuela. Fue muy dramático. Tuvieron que esconderse en los bosques para evitar a los alemanes, que habían invadido el país, y estuvieron un año en un campo de refugiados al que llegaron a pie, cruzando los Pirineos. Mi abuelo murió un tiempo después, ya en Francia. Mi abuela, Carmen, era guapísima y tenía muchos pretendientes, pero nunca se volvió a casar. Provengo de un matriarcado fuerte, donde las mujeres hemos sido siempre independientes. Finalmente, se pudo reunir con mis tíos y así fue cómo mi madre llegó a Burdeos. Ahora tengo primos en España. Algunos viven en Vinaròs y son médicos y dentistas. Estuve no hace mucho con ellos», recuerda Duong.
Esther Tejedor es, igual que su hija, una gran pintora. «Mi abuela quería que se dedicara a ello, porque intuyó desde el principio que tenía un talento descomunal. Se esforzó mucho, pero luego, ya sabes, se distrajo con el matrimonio. Conoció a mi padre, Loi Duong, que era vietnamita y llegó a Francia para estudiar en la universidad. Tuvieron tres hijos... ¡Mi abuela se quedó muy decepcionada! Ahora, al pensar en ello, creo que mi madre puso esa semilla en mí. No sé por qué decidí ser artista. Fuera el destino, el talento o el propósito, esa pulsión siempre ha decidido por mí. Nunca fui a la escuela de arte, pero sentí que mi mano dibujaba lo que estaba viendo exactamente en mi cabeza. ¡Esa conexión inexplicable!». Pero Anh Duong, cuyo museo favorito en todo el mundo es El Prado y sus referentes son Velázquez y Goya, también se distrajo antes de convertirse en una artista reputada, bautizada como la Frida Kahlo del siglo XXI y cuyos pinceles han dibujado a Anjelica Huston, Diane von Furstenberg , Natalia Vodianova...
Siendo adolescente, se matriculó en una escuela de ballet, pero rápidamente el fotógrafo David Seidner se dio cuenta de su enorme belleza y, en 1986, la contrató para protagonizar una campaña de Yves Saint Laurent junto a Tina Chow. «Yo ya había pensado en ello, pero no encontraba un agente. Pensé que era porque mis rasgos eran demasiado únicos. Él creyó en mí y me gustó, porque su mirada es muy diferente», narra. Aquello la lanzó al estrellato y, rápidamente, comenzó a posar para grandes leyendas de la fotografía de moda, como Deborah Turbeville, Herb Ritts, Steven Meisel, Patrick Demarchelier o Peter Lindbergh. La fórmula funcionó y, pronto, se convirtió en musa de Christian Lacroix. «Fue al principio de su carrera y le gustó trabajar conmigo», dice Duong, sin darse ninguna importancia.
Para su boda en 2006 con el empresario Barton Hubbard Quillen, Lacroix le hizo un vestido con el que la artista se autorretrató una vez divorciada, tan sólo un año después. El cuadro se tituló The Urgency of the Worst [en inglés, La urgencia de lo peor]. Porque, ante todo y sobre todo, Anh es elegante, inteligente, pero también demuestra un fino sentido del humor. Después, durante un viaje a Londres, desfiló para John Galliano, recién salido de la escuela Saint Martins, y para Margiela, Ungaro, Yohji Yamamoto o la española Sybilla . «No recuerdo cómo la conocí. Quizás fue a través del productor de desfiles Alexandre de Betak, pero sí sé que solía ir a Deià (Mallorca), donde ella también veranea –relata–. Recuerdo que hice su primer catálogo con las fotografías de Javier Vallhonrat. Siempre ha estado cerca de mi corazón porque sentía que volvía a mis raíces». También fue estrecha colaboradora de Karl Lagerfeld, tan temido como adorado. «No fue en su etapa en Chanel, pero siempre me presentaba como artista. Yo le contestaba: «Oh, no, no, por favor, Karl». Pero él insistía: «Es increíble». Estaba muy entusiasmado con mi trabajo».
A partir de la década de los 90, Anh Duong comenzó a trabajar como actriz. Desde Los reyes del mambo, donde coincidió con Antonio Banderas, hasta La habitación de al lado, la nueva de Almodóvar, ha participado en más de una decena de películas, algunas dirigidas por cineastas consagradas como Laetitia Masson o Desiree Akhavan. Sin embargo, al llegar a Estados Unidos y compartir su vida con Julian Schnabel, retomó la pintura. «Creo que en la vida es muy importante tener un modelo a seguir. Lo que necesitas no es que alguien te diga qué hacer, sino ver que es posible hacerlo. Cuando era más joven, lo veía imposible, porque mi madre lo dejó, pero Julian era un hombre muy exitoso entonces, como lo es ahora. ¡Estaba en la cima del mundo! Con la interpretación, fue un poco más difícil porque tenía acento francés. Así que siempre me tocaba el papel de una sofisticada dama y era un poco aburrido ser siempre exótica y misteriosa. En cambio, con el arte, todo sucedió muy rápido. Al poco, me ofrecieron una gran exposición en la galería Sperone Westwater Gallery», desvela.
La artista está muy emocionada porque, en marzo, participará en una exposición de retratos de las mujeres más influyentes en las artes y las letras contemporáneas de Marcel Proust en Villa du Temps Retrouvé, en Cabourg, Normandía, donde el célebre escritor francés escribió A la sombra de las muchachas en flor y descansaba en su balneario. «El año pasado el artista invitado fue David Hockney», comenta Duong, quien podría ser un trasunto de la duquesa de Germantes, un mito proustiano.
Tanto en Nueva York como en París, todo el mundo la conoce. Trata con intelectuales como Fran Lebowitz y editores de la talla de Hamish Bowles. Es un rostro habitual en las cenas de gala y los bailes de etiqueta, donde siempre se corona como la mejor vestida, gracias a sus diseños de Schiaparelli, Giambattista Valli o Valentino. Y, lo mejor de todo, es que no se siente disociada cuando se refieren a ella como socialite. «Soy superviviente de refugiados políticos. Mi padre también lo pasó mal con lo que sucedió en Vietnam. Cuando la guerra te lo quita todo, sólo quedan los sueños. Vestirme de alta costura es una forma de escapar y crear una fantasía. Es algo que me ayuda a sentirme en un mundo mejor», reflexiona Anh.
Duong no ha olvidado las visitas que hizo a su tío abuelo Fermín, «un hombre muy mayor, con gafas como las de Lenin, que vivía retirado en el campo y se dedicaba a la agricultura y a escribir un libro sobre la Guerra Civil». Ella no ha desechado la idea de relatar su fascinante vida en unas memorias ni la posibilidad de exponer su obra en nuestro país. «Creo que, a medida que envejezco, es importante volver a las raíces. Cuando eres joven, quieres salir del lugar de donde vienes, construir lo que quieres ser y descubrir el mundo».
Anh Duong desfilando para Lacroix (1998) e Isaac Mizrahi (1993) y en un autorretrato para Dolce&Gabbana. /
En este momento de madurez, ve como un piropo que ahora la llamen chica Almodóvar. «Sí, es increíble. Es importante aceptar la edad, estar agradecida por ello y usarlo para entrar en esta era en la que te sientes más libre y mejor como mujer, y poder contar tus historias. Cuando empecé a trabajar como modelo, pensé que solo tenía que estar parada y ser mona. Ahora, creo que todo tiene un sentido más profundo. Es como si, al fin, todo hubiese encajado.» Aunque todavía tiene retos que asumir, como traer su obra a España y, por supuesto, retratar por primera vez a Pedro Almodóvar. «¡Lo tengo pendiente!».