Felipe Juan Froilán, fotografiado a la salida del restaurante madrileño donde su madre, la infanta Elena, celebró su cumpleaños el pasado diciembre. /
El silencio informativo rodea la nueva vida de Felipe Juan Froilán, el mayor de la tercera generación Borbón de nuestra actualidad. Hace algo más de un año, la infanta Elena le envió a Abu Dabi para alejarle de las fiestas con pistolas, los afters de lucecitas y una dieta a base de pizzas. Allí, al cuidado de su abuelo Juan Carlos, 'very important person' en Emiratos Árabes Unidos, debía iniciarse en el trabajo , el deporte y el horario laboral. La toma de contacto se consiguió gracias al sultán Sultan Ahmed Al Jaber, gran jefe de la petrolera ADNOC y amigo del emérito. Le ha tenido en nómina durante un año.
La noticia de que Froilán se ha quedado sin trabajo hay que cogerla con pinzas, pues hasta se ha desmentido que el nieto del emérito trabaje para una petrolera (así lo aseguro el pasado junio Paloma Barrientos). Antaño, este silencio informativo servía de cortafuegos a la publicación. Hoy, solo promueve la proliferación de suposiciones, teorías y ficciones más o menos fan acerca del joven, una verdadera lluvia de noticias imaginarias que terminan calando por poseer cierta verosimilitud. Se ha publicado, sin fuentes, que el hermano de Victoria Federica ha sido despedido por impuntual y vago.
Efectivamente, resulta del todo increíble que las razones del despido de Froilán, si hubiera sucedido, trasciendan y de manera tan cruda. Ahora bien: no parece increíble que el nieto del rey emérito Juan Carlos , famoso por su dificultad para seguir sus estudios y sin experiencia laboral alguna hasta los 24 años, tenga problemas por adaptarse al horario de oficina o adolezca de motivación e iniciativa con la que conducirse en su profesión. Una que, por lo que sabemos, no ha elegido.
He aquí la paradoja de la familia Marichalar Borbón: mientras Victoria Federica derriba todas las barreras habidas y por haber para hacer carrera en el mundo del espectáculo y las famosas de televisión, Felipe Juan Froilán se ve impelido por su familia a buscar un destino profesional que no tiene nada que ver con la vocación que el joven habría expresado. A saber: dedicarse a las relaciones públicas y el mundo de la noche, quizá en funciones de promotor, anfitrión o animador. ¿Cómo podemos explicar esta diferencia de expectativas al respecto de uno y de otro?
Vídeo. A qué dedican su vida los sobrinos de Felipe VI /
De alguna manera, parece que la decisión de Victoria Federica de profesionalizarse como famosa de la tele en base a su relación con la familia real, pues no tenemos noticias de que se esté formando en ninguna especialidad del mundo del espectáculo o la creación de contenidos, es más asumible que el deseo de Froilán de dedicarse a la noche.
A Victoria Federica le favorece la esperanza última de cualquier aristócrata con hijas que se salen por la tangente: que tarde o temprano, termine casándose con un aristócrata que la convierta en madre de familia, a ser posible numerosa. Puede que el coqueteo de la sobrina de Felipe y Letizia con la moda y la televisión no vaya a ningún sitio, pues la joven va quemando etapas en plataformas y formatos sin afirmarse en nada en concreto. Cabe, efectivamente, esperar que esta etapa de seducción por la fama y la vida loca quede atrás gracias a un matrimonio formal. Vic ha confesado, de hecho, que admira los valores tradicionales.
Froilán, Victoria Federica y la infanta Elena, cuando aún ninguno de los dos jóvenes había comenzado a volar por cuenta propia. /
Froilán, sin embargo, no puede esperar de su familia paciencia ni comprensión, pues a medio plazo no le espera un príncipe que le rescate de su pasión por la noche y la fiesta, sino todo lo contrario. Los cachorros de la aristocracia no se dedican a la promoción de fiestas electrónicas, sino que invierten a través de sus sociedades en restaurantes elitistas, hoteles de superlujo o desarrollos urbanísticos.
En uno de sus últimos viajes relámpago a España, este para asistir al cumpleaños de su prima Leono r, los reporteros que le acechaban en el aeropuerto le recibieron diciéndole que le echaban de menos. «Yo también a vosotros», contestó un tierno y sincero Froilán. Dicen que se siente solo en Abu Dabi, donde no ha terminado de cuajar ni personal u profesionalmente.
Aún así, el silencio informativo alrededor de la vida de Felipe Juan Froilán favorece informaciones contrapuestas: unas dicen que el joven nieto del rey Juan Carlos está feliz allá y que incluso busca establecerse al menos a medio plazo, porque la presión mediática española le resulta insoportable; otras dicen que en realidad se muere por volver a España .
Imposible averiguar qué piensa y siente realmente Froilán al respecto de su exilio emiratí, aunque no carece de lógica pensar que pueda sentir nostalgia de España y desinterés por un trabajo que no le agrada. ¿De verdad resulta tan estrambótico que un espíritu libre y creativo busque su destino profesional fuera de las oficinas?
¿Por qué le está vedado a Froilán explorar caminos que, sin embargo, su hermana sí prueba? No sería, además, el primer aristócrata que elige un estilo de vida no convencional. Recordemos a Pocholo Martínez Bordiú , adorado y respetado precisamente por ser él mismo. ¿Acaso no querríamos a Froilán como adoramos al barón de Gotor?