Generación Kintsugi o cómo el triunfo de la imperfección se ha convertido en tendencia

Del mismo modo que la técnica japonesa ensalza los errores al reparar objetos dañados con oro, la sociedad comienza a huir de la perfección para presumir de sus errores.

Pincha en la foto para ver los mejores estrenos de series de televisión del mes de noviembre para un fin de semana de mantita y sofá/D.R.

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Marita Alonso
Marita Alonso

Tenemos buenas noticias: la perfección no está de moda. En parte se lo debemos a que la salud mental ha salido del armario, y ha despertado con este outing la conciencia de los peligros que acarrea el perfeccionismo . La pandemia es también responsable de que hayamos reconectado con nuestra propia verdad, rechacemos los artificios y busquemos la felicidad dentro de la imperfección. Precisamente esa es la idea que aflora en Presente Imperfecto (Dos Bigotes), donde cada personaje descubre la necesidad de asumir y mostrar sus heridas. «Estamos reivindicando hablar de dolor, de salud mental e incluso mostrar el llanto, porque creo que hay un movimiento a favor de la honestidad emocional.

Los personajes del libro aparecen en más de un relato precisamente para mostrar que somos poliédricos y que cada cara es igual de verdadera. No solo hay una persona verdadera, sino que somos diversos. Eso es también una imperfección, y aunque se nos acuse de incoherentes, tenemos derecho a contradecirnos. Hablo mucho del error, de la importancia de asumirlo y de entender que forma parte de la vida», explica Nando López, el autor de este libro de relatos.

IMPERFECCIÓN 3.0

El perfeccionismo es un círculo vicioso que empuja a quienes ansían alcanzar la perfección a creer que, al alcanzar sus estándares, se sentirán mejor. Sin embargo, la satisfacción resultante se torna efímera, y al no ofrecer la sensación de reconocimiento ansiada, les lleva a asentar nuevos estándares aún más elevados. La ironía del perfeccionista radica en que olvida que los errores son imprescindibles para crecer y aprender, por lo que al intentar a toda costa evitarlos, dificulta el logro de sus objetivos.

«Un mandato irracional perfeccionista es una exigencia cultural que promueve la realización personal (véanse prosperidad, bienestar, éxito) o la adecuación social (véanse excelencia, ejemplaridad, prestigio, reconocimiento) a través de una supuesta perfección psicológica, conductual y emocional, que, además de inalcanzable, es profundamente nociva. Cuando entran a nuestras mentes, producen estrés, fatiga crónica, desesperanza, altos niveles de ansiedad, sensación de fracaso, infelicidad, frustración y sinsentido, entre otras muchas», advierte Walter Riso en la introducción de Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz (Planeta/Zenith).

Beyoncé en el vídeo de Why don't you love me / D.R.

Frente a la oda de perfeccionista que hasta ahora dominaba las redes, surgen los llamados genuinfluencers, que emplean sus perfiles para generar debate, educar y participar en conversaciones culturales, no para vender cosas. Estas figuras reivindican a su vez las imperfecciones y el valor de las mismas. Desde Danae Mercer, que normaliza la celulitis y las estrías con sus fotografías carentes de filtros, hasta Emma Chamberlain, que cuenta a sus seguidores en pijama su día a día, los genuinfluencers buscan ofrecer un contenido sin fines económicos en el que la perfección no es la meta.

Judith Tiral, conocida por sus vídeos de viajes y las curiosidades con los que educa de forma entretenida y divertida, asegura que un genuinfluencer es «una persona auténtica que no intenta crear un personaje inexistente para aparentar tener una vida perfecta en redes». Le preguntamos el porqué del éxito de este tipo de cuentas. «Al final, todos estamos deseando encontrar personas genuinas en las redes en las que vernos reflejados. Creo que por eso ahora muchísimos jóvenes ni siquiera utilizan los filtros en TikTok, sino que se graban en pijama, muestran su acné o lloran delante de cámara, algo impensable cuando nosotros empezamos en las redes. Lo hacen porque están hartos de la perfección y buscan sentirse reflejados en el contenido que crean y consumen», explica. Desde su experiencia en las aulas, Nando López asegura que el abrazo a la imperfección conecta con esa nueva mirada digital. «En clase, muchas adolescentes me dicen que cada vez usan más sus perfiles sociales más para compartir cosas que les gustan que para exhibirse. Hay un movimiento que busca expresarse desde la verdad, renunciar a la idea de la felicidad que nos venden desde fuera y asumir la felicidad de lo pequeño».

No solo buscamos la imperfección en las redes, donde Bella Hadid reconoce sufrir depresión y ansiedad con el fin de recordar a sus seguidores que Instagram no es la vida real, sino que buscamos contenido que ahonde en el poder de las grietas. Desde el podcast de Elizabeth Day How to fail, en el que nombres importantes comparten sus tropiezos, hasta el libro Los dones de la imperfección (Gaia), de Brené Brown, nos esforzamos por aprender más acerca de la necesidad de asumir nuestros errores. Cuando el canciller Helmut Schmidt dijo que «una gran coalición, por muy teutona y gigantesca que sea, siempre es una alianza de perdedores», no sabía que sus palabras resonarían con fuerza en la actualidad, pues las nuevas generaciones se esfuerzan en no esconder sus fracasos y en mostrarlos con orgullo. Así se enfrentan a los «mandatos irracionales perfeccionistas» a los que alude el psicólogo Walter Riso, para quien esos preceptos desembocan en una autoexigencia que conduce al sufrimiento de una cultura adicta a los ganadores. ¿Otra buena noticia para finalizar? La generación Z ahora aplaude a los perdedores.

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