La fotógrafa y modelo Lee Miller. /
Acabábamos de tener a nuestra primera hija y mi mujer estaba buscando fotos mías de bebé cuando se encontró con todo aquello», rememora Antony Penrose en conversación por Zoom desde la misma casa familiar del condado de Sussex en la que, en 1977, una visita al ático dio lugar al descubrimiento de un manuscrito olvidado sobre la liberación de Saint-Malo. Cuando él y su mujer terminaron de inspeccionar todas las cajas, cerradas durante más de 30 años, tenían 60.000 documentos entre manos: fotografías, negativos, diarios...
«Yo la conocía en el papel de madre y, por desgracia, sabía muy bien cómo le afectaban el alcohol y la depresión. Todo con ella era un drama. Cuando vi su trabajo, cuando leí por primera vez los manuscritos, no podía creérmelo. Entonces, mi padre me mostró un número antiguo de Vogue y ahí estaba: « Lee Miller , corresponsal de guerra».
Penrose es el único hijo de la fotógrafa, modelo, aristócrata y chef Lee Miller. También es el guardián de su legado, el fundador del Lee Miller Archives y el autor de la biografía The Lives of Lee Miller, cuya adaptación llega ahora al cine con Kate Winslet en el papel protagonista. «Su trabajo está marcado por el surrealismo, desde luego, pero también por la compasión. Es una mirada muy diferente a la de los fotógrafos hombres de esa época. Ella se fija en las refugiadas, las enfermeras, las mujeres que hacen cosas cotidianas en medio de la guerra...», explica sobre una obra que puede contemplarse hasta el 20 de marzo en la exposición de la galería Fotonostrum de Barcelona Lee Miller: crónicas de guerra.
Miller nació en Nueva York en 1907 y, aunque creció en una familia acomodada, no tuvo una infancia fácil. Cuando tenía siete años, un amigo de la familia la violó y el trauma la acompañó toda la vida. Expulsada de todos y cada uno de lo colegios de la zona, su padre, un gran aficionado a la fotografía, accedió a que viajara a París para aprender diseño, iluminación y vestuario nada más cumplir la mayoría de edad.
A su regreso a Nueva York, y mientras seguía cultivando sus inquietudes artísticas, fue descubierta de manera fortuita por un editor de Vogue que impidió que un coche la arrollara en plena calle. Así es como protagonizó la portada de la revista en 1927 y, con su look moderno y sofisticado, enseguida se convirtió en una de las modelos más cotizadas de la ciudad. De la misma manera meteórica, se aburrió de aquella vida. Y volvió a París.
Lee Miller conoció a Picasso en 1937 a través de Man Ray y mantuvieron una estrecha relación, que seguramente fue algo más que una amistad, hasta la muerte del pintor en 1973. Él la retrató en varios de sus cuadros y ella a él, en más de un centenar de fotografías. /
Aunque el surrealista Man Ray no solía aceptar aprendices en su taller, ella consiguió convencerle ofreciéndose, primero, como modelo para sus retratos. Lee aprovechó todas las oportunidades que tuvo mientras trabajaba con él. Era una esponja: absorbía toda la información y aprendía todas las técnicas», asegura su hijo. Muy pronto se convirtió en la colaboradora más estrecha del artista. También en su musa y amante. Y así, mientras desarrollaban juntos técnicas como la solarización, empezó a codearse con el círculo íntimo del artista, formado, entre otros, por Picasso , que acabó siendo amigo íntimo y amante esporádico, o el escritor Jean Cocteau.
Los siguientes años fueron un ir y venir continuo: volvió a Nueva York y abrió su propio estudio, en el que retrató a celebridades como Elizabeth Arden o Helena Rubinstein; se fue de nuevo para casarse con el empresario egipcio Aziz Eloui Bey y mudarse a Egipto, solo antes de divorciarse y regresar a Francia, donde había conocido al pintor surrealista británico Roland Penrose.
Pero Miller no encontró su auténtico propósito hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y empezó a cubrir el conflicto para la revista Vogue. «Ser fotógrafa de moda le resultaba frívolo. En la guerra, en cambio, tenía un objetivo claro: hacer lo que estuviera en su mano para derrotar a Hitler. Como mujer, nadie le iba a dar una pistola o un avión, así que usó sus cámaras. Cada fotografía que disparó era su forma de luchar contra los nazis», explica Antony Penrose sobre un periodo en el que su madre fotografió enfermeras y hospitales, documentó batallas, retrató a soldados y visitó los campos de concentración de Buchenwald o Dachau.
De esa época data también su imagen más famosa, aunque no la tomara ella. El mismo día que Hitler se suicidó en su búnker de Berlín junto a Eva Braun, ella y el fotógrafo americano David E. Scherman se colaron en su apartamento de Munich. En el cuarto de baño, junto a una fotografía enmarcada del líder nazi, Miller se desnudó, dejó sus botas manchadas de barro sobre la alfombra impoluta del dictador y se sentó dentro de la bañera. La imagen se convirtió en una de las más icónicas del final de la Segunda Guerra Mundial. Pese a todo, Miller jamás reclamó ningún tipo de protagonismo. De hecho, su obra fotográfica era prácticamente desconocida hasta que su hijo la rescató del ático en el que crio polvo durante más de tres décadas y, cuando Lee murió, apenas se escribieron obituarios sobre ella.
Era una mujer en un mundo de hombres–reflexiona Penrose–. Y eso podía ser corrosivo: tenía que probar que era la mejor cada día. Luchaba en dos guerras: contra el patriarcado y contra los nazis. De alguna manera, se escondió y se suicidó profesionalmente. De hecho, Lee es un hombre andrógino. No daba pistas. Su forma de luchar fue convertirse en invisible. Muchas mujeres tuvieron que hacerlo. No iban de grandes figuras a lo Hemingway», razona sobre el motivo que llevó a su madre a mantener siempre un perfil tan bajo.
Después de trabajar como modelo y fotógrafa de moda, Miller cubrió la Segunda Guerra Mundial para publicaciones como Time o Vogue. /
Pero esa no era la única razón. «También sufrió síndrome de estrés postraumático, cuando todavía eso no tenía nombre. Y toda su vida luchó contra el trauma de haber sido violada siendo una niña. Aprendió a suprimir todos esos traumas y, cuando volvió de la guerra, no pudo hablar de ello. Por eso, enterró su carrera como fotógrafa. No quería que nadie despertara aquellos recuerdos horribles», reconoce su hijo.
Cuando la guerra terminó, la fotógrafa regresó a Londres. En 1947 se casó con el pintor Roland Penrose y fue madre después de que los médicos le aseguraran que nunca podría quedarse embarazada. Aunque siguió trabajando esporádicamente para Vogue, el alcoholismo y la depresión marcaron su relación con su hijo que, ante la ausencia física y emocional de Miller, fue criado por una niñera.
¿La ha perdonado? «Ha sido algo gradual. De hecho, trabajar con Kate Winslet despertó una nueva perspectiva en mí. Empecé a verla con los ojos de las mujeres que hicieron la película y eso abrió una nueva conexión emocional. Y, de pronto, de manera inconsciente, empecé a referirme a ella como «mamá». Yo siempre la había llamado Lee y ahora se había convertido en mi madre».
Penrose intentó llevar la vida de Miller al cine por primera vez en 1985. Hubo hasta cinco proyectos diferentes y otros tantos guiones. Unos buenos, otros «muy malos», la mayoría mediocres. Hasta que llegó Kate Winslet. «Kate vino al archivo muchas veces. Se sentaba en silencio a leer las cartas, los manuscritos, los telegramas... Estaba buscando la personalidad de Lee debajo de todo aquello», ilustra Penrose, que cree que el secreto de la cinta, que se estrena el 7 de marzo, es que, además de protagonizada, está dirigida y escrita por dos mujeres. «Cuando vi la película por primera vez, sufrí una especie de disonancia cognitiva. Me daba la impresión de estar viendo a Lee. Fue abrumador. El resultado es mucho mejor de lo que nunca pensé. Captura la época, los personajes, la química entre ella y Sherman...».
Kate Winslet da vida a la fotógrafa en Lee, que se estrena el próximo 7 de marzo. /
En sus últimos años, ya convertida en lady Penrose después de que su marido fuera nombrado caballero de la corte británica, Miller dejó de lado la fotografía para dedicarse a la cocina y ser una respetada experta en gastronomía histórica. También superó su alcoholismo, algo que para su hijo constituyó el mayor logro de su vida.
«No había enemigo exterior, como los nazis; la batalla era consigo misma. Mucha gente la desdeñaba como una borracha inservible. Nadie, ni siquiera yo mismo, nos paramos a pensar por qué hacía lo que hacía. Yo pensaba que era demasiado dramática. Pero, en los años 70, poco a poco fue saliendo del alcoholismo, escalando fuera del pozo con las yemas de los dedos. Y salió. Nunca dejó de beber, pero sí consiguió que no dominara su vida. Y creo que lo que más le ayudó fue convertirse en chef y escritora. En contra de todas las expectativas, en sus últimos años no destacó como fotógrafa sino por escribir fantásticos libros. Utilizó la comida como arma», cuenta sobre los últimos años de su madre, que falleció en 1977 a los 70 años.
Entre todas aquellas vidas, ¿quién fue realmente Lee Miller? ¿Quién era de verdad su madre? «Me resulta muy difícil poder resumirlo en una sola frase, pero si quisiéramos destilar su esencia diría que fue una mujer que siempre luchó por traer la paz, la libertad y la justicia al mundo. Desde pequeña, entendió lo injusta que podía ser la vida y, en lugar de sentarse y ser simplemente una víctima, quiso provocar un cambio. Su epitafio diría: «Una mujer que luchó para cambiar el mundo».