Si te han dejado por otra persona, te han hecho 'ghosting' o, en general, has sufrido por amor, tienes que leer el libro de relatos 'bola ocho'

Elizabeth Geoghegan firma 'bola ocho' (Nórdica libros, trad. Blanca Gago), una colección de historias en la tradición de Raymond Carver o Dorothy Parker de la que consideran discípula de la gran Lucia Berlin.

Laura Caso

Más allá del 'name dropping' que acabamos de hacer en el subtítulo, 'bola ocho' es un libro deslumbrante por derecho propio. No obstante, las comparaciones -además de odiosas-, sobre todo si son tan buenas como esta, sirven para hacerse a la idea del 'mood' de esta lectura: «Si Lucia Berlin es una Patti Smith precoz, Geoghegan sería Blondie, Joan Jett y Florence and the Machine mezcladas en un mismo y generoso bocado», resume la poeta Susan Bradley Smith. Estas ocho historias son independientes pero comparten un universo común. Todos sus protagonistas lidian con la pérdida, la complejidad de las relaciones (sentimentales, pero no solo), la búsqueda de intimidad -aunque nos dejemos la dignidad por el camino...-.

Elizabeth Geoghegan nació en Nueva York, creció en el Medio Oeste estadounidense y lleva varios años viviendo en Roma. Aunque muchos la consideran protegida de Lucia Berlin, una escritora que ha protagonizado un pequeño fenómeno editorial (y póstumo) en España en los últimos años, Geoghegan la conoció en un momento en que casi todos sus libros estaban descatalogados y casi nadie la recordaba o incluso conocía. Ha escrito un libro de memorias y dos de relatos, incluyendo este 'bola ocho' que es el primero que se publica en España.

¿Te ha pesado alguna vez ser 'la protegida' de Lucia Berlin?

Conocer a Lucia Berlin nunca podría ser una carga para mí. La echo de menos terriblemente. Cuando la conocí ella no era famosa, más bien pasaba una mala racha. Había publicado varios libros que habían pasado desapercibidos y era lo que los americanos llaman «una escritora de escritores». Cuando murió [en 2004] todas sus obras estaban descatalogadas. Con suerte podías encontrar copias en librerías de segunda mano. Yo iba rastreando las estanterías buscando sus antologías para poder regalárselas a mis amigos. Poco antes de que la editorial FSG comprara Manual para señoras de la limpieza su anterior editorial había vendido todas las copias ¡a un dólar cada una! Así que sí, cuando la conocí, la idea de tener un protegido le hubiera hecho reír.

Para mí es, por supuesto, un gran honor que mi nombre se asocie al suyo. Nunca me canso de leer sus historias y siempre encuentro algo que admirar en ellas. Su manera de escribir es impresionante -infaliblemente íntima, totalmente falta de pretensiones, única-. No creo que nadie pueda parecerse a ella estilísticamente, y tampoco quiso nunca que yo lo hiciera. Su regalo como maestra fue ayudarme a confiar en mi propia voz.

Sin duda nuestra amistad ha influido enormemente en mi escritura, en mi vida, pero siempre de maneras inesperadas.

Creo que uno de tus consejos a los aspirantes a escritor es que no esperen tanto como esperaste tú [Geoghegan no se atrevió a hacerlo hasta los 30], pero quizá justo eso ha sido lo que te ha convertido en la escritora que eres ahora. ¿Estás de acuerdo?

Totalmente. Cuando era niña siempre pensé que me convertiría en novelista, pero en algún punto me desanimé y dejé de escribir por muchos años. Quizá porque todo el mundo me decía que hiciera algo «más práctico».

Sin duda todas las vueltas que di afectaron a cómo escribo. Viví muchas vidas antes: diseñadora de sets para publicidad, organizadora de eventos en Nueva York, producción de cine en Roma... Todo eso añadió capas a mi escritura, también sin duda la experiencia de mudarme a una ciudad donde no conocía a nadie ni hablaba aún el idioma.

Así que de manera más precisa, mi consejo sería: «Si quieres escribir, no esperes a que nadie te dé permiso. Dátelo tú y empieza. Pero tampoco te preocupes si acabas haciendo un montón de cosas diferentes para poder escribir entre tanto».

Imagino que además de esto, ser profesora de Literatura también te ha marcado...

Nunca me imaginé enseñando Literatura ni Escritura Creativa, nunca fue mi intención. Empecé a estudiarlo para aprender de otros escritores y tener tiempo de escribir. Enseñar me ha dado el lujo de poder pasar tiempo leyendo y pensando en lo que diferencia una buena historia de una historia verdaderamente maravillosa. La parte negativa es que este trabajo deja muy poco espacio para mi propia obra. Me paso mucho tiempo con las historias de otras personas en la cabeza.

Seguro que es una pregunta estúpida pero... ¿cuándo decides que lo que estás escribiendo es un relato y no una novela?

¡Es una gran pregunta! Lo que no sé es si sé contestar. Mi intención ha sido siempre escribir novelas, y de hecho algunas de las historias de 'bola ocho' empezaron así. En el caso de La hora Violeta tenía una idea muy elaborada. Al final decidí dejarlo en una historia corta, porque tenía la idea equivocada de que tardaría menos en acabarla. Quiero que mis relatos sean complejos y sumerjan al lector en un mundo completo, algo que requiere más 'finesse' de la que yo pensaba por entonces. Algo así pasó con 'bola ocho' (la que da título a todo el libro).

En un artículo en inglés sobre 'bola ocho' encontré una frase que me hizo mucha gracia: «Hay cierta heterosexualidad problemática en estas historias...». ¿Acaso alguna heterosexualidad no lo es? Te lo pregunto un poco en broma y un poco en serio.

¡Es una pregunta muy graciosa! Una amiga leyó 'bola ocho' y me dijo que le sorprendió leer tantas historias sobre relaciones: «¡Tú nunca hablas de tener citas!». No sé qué esperaba, pero me dijo que le había dado la sensación de que yo tenía una vida secreta en mis historias.

No pretendía escribir sobre relaciones per se, pero sí que me interesa explorar la intimidad, lo que la necesitamos, lo que la forma. La falta o la pérdida de ella. En muchas de las historias, la necesidad de gustar destruye el instinto de autopreservación de los personajes. Por ejemplo, en 'La hora violeta', Violet sabe perfectamente que su novio no es de fiar, y aún así recorre medio mundo para encontrarse con él en un viaje que le aterroriza hacer simplemente para probarle algo a él.

Quizá la heterosexualidad, o las relaciones de cualquier tipo, puede leerse como problemática cuando hablamos de los personajes en concreto, pero si interconectas todas las historias la conclusión es distinta. Los protagonistas acaban consiguiendo fuerza y resiliencia como resultado de la acumulación de pérdidas. El corazón quiere lo que quiere, pero al final, la relación más íntima que tenemos es con nosotros mismos.

En España Lucia Berlin fue un descubrimiento reciente y algo parecido ha ocurrido con Vivian Gornick [con la que hablamos a propósito de su Cuentas pendientes]. ¿Cuál crees que será el próximo autor o autora americano en convertirse en un fenómeno en Europa?

Me pregunto si este tipo de descubrimientos literarios pueden seguir pasando en la era de las redes sociales. Curiosamente Vivian Gornick y Lucia Berlin nacieron con un año de diferencia, pero Gornick sigue viva y publicando, así que ha podido pasar de lo impreso a lo digital... Era cuestión de tiempo que sus ensayos y sus críticas fueran traducidas. En el caso de Lucia Berlin, con muchos de sus libros descatalogados en el momento en que murió y habiendo sido publicada principalmente en revistas pequeñas que no tenían web, perdió casi toda la visibilidad.

Ahora esto no pasa, en Twitter e Instagram puedes conectar con editoriales, y esto permite a los escritores evitar algunos filtros de la industria editorial. Es difícil imaginar a alguien tan fuera del circuito como Lucia Berlin. Es imposible predecir quién puede ser el próximo gran fenómeno literario americano. Quizá pase algo como con Vivian Maier y alguien se tope con un puñado de historias escondidas en un viejo maletero.

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