Luz Casal lleva capa de The 2nd Skin, pantalón de Mirto y pendientes de Chanel. / Fotografía: Ana Abril / Estilismo: Almudena Carnicero

entrevista personal

Hablamos con Luz Casal de raíces, rebeldía, extravagancias e inconformismo: «He tenido que luchar por un sitio propio»

Recién nombrada comendadora de las artes y las letras de Francia, en plena gira de conciertos e inmersa en un mar de confianza, la cantante de 64 años asegura que se encuentra en el ecuador de su carrera.

«No la conocía, pero esta playa se parece mucho a las de mi infancia y mis veranos en Coruña», reconoce Luz Casal (Boimorto, 1958). Frente al mar, tras las gafas de sol y envuelta en un albornoz para protegerse del fuerte viento, se le pierde la mirada en el horizonte que dibuja el mar en A Frouxeira, la playa de la localidad de Valdoviño.

Es la mañana del penúltimo lunes de mayo y sólo unos pocos jubilados pasean por la arena. Alguno se atreve a meterse en el agua. Antesdeayer, Luz actuó en A Coruña con las entradas agotadas y mañana vuela a París, para ser reconocida comendadora de las Artes y las Letras de Francia.

Luz dice que el murmullo de las olas la cautiva más que una conversación. También que el mar es una presencia imprescindible en su vida. En la portada de su último disco, Las ventanas de mi alma, revela que en su pecho hay espacio para un avión de papel, una flor, una cometa o un reloj que marca el paso del tiempo, pero sobre todo un mar infinito. «Si paso mucho tiempo lejos del mar se me crea una necesidad bien evidente», explica con su voz cadenciosa tan característica.

Luz Casal con vestido de Michael Kors, gafas de Chanel y pendientes de Bárcena. Fotografía: Ana Abril / Estilismo: Almudena Carnicero

MUJERHOY. ¿Ese anhelo también lo tuvo cuando dejó la casa familiar en Avilés y se mudó a Madrid, a finales de los 70?

LUZ CASAL. Incluso puede que más. Escuchaba los trenes, los pitidos de los trabajos en la estación de Chamartín y pensaba que era el sonido del buque que entraba en la ría de Avilés. Desde hace algún tiempo, busco más un ambiente armónico que un paisaje. Echar de menos algo significa que no estás a gusto en un sitio. Puedo estar en Albacete o en Albania, que para mí el hogar es estar con la gente que me llevo bien. Llevo veintitantos días sin pasar por mi casa de Madrid y no echo nada en falta. Esta profesión te enseña que no debes añorar lugares, sólo sensaciones.

Para una cantante que lleva tantos años girando por España, Europa, América e incluso Asia últimamente, ¿echar raíces significa de algún modo parar?

Siempre he sido la que estaba en un sitio donde se supone que no debía estar. Asturiana en Galicia, gallega en Asturias, no sé bien qué en Madrid... Conozco mis raíces, porque son gallegas por parte de padre y madre, obviamente, pero tengo un vínculo estrecho con Asturias, adonde me mudé muy niña. También tengo uno muy fuerte con Málaga por mi pareja [el periodista Paco Pérez Bryan] y con otros países en los que me he sentido siempre muy acogida.

Su capacidad de adaptación contrasta con la sensación de estar en un lugar que no estaba reservado para usted.

Tengo cierta tendencia a la rebeldía y el inconformismo. Cuando hice mi primer disco, había quien no entendía que siendo rockera quisiera hacer una balada. «Tú eres tonto del culo», pensaba yo. ¡Todos los grandes grupos de rock tienen baladas! Algunas mucho más moñas de lo que cabría imaginar... He tenido que pelear por un sitio propio, pero lo he sabido desde tan chica que lo tengo muy asumido.

Sin enfrentamientos ni polémicas, ¿su lucha ha sido silenciosa?

Tengo una certeza clarísima de que mi libertad, en la música y en la vida, está por encima de cualquier cosa, opiniones, modas, etc. Eso me ha dado la seguridad de que todo lo que vaya en contra –o no a favor– es algo de lo que tengo que defenderme como sea. Todas las dificultades que haya podido tener las he minimizado con mi fortaleza.

Luz Casal posa con total look de Giambattista Valli. Fotografía: Ana Abril / Estilismo: Almudena Carnicero.

Ramoncín, invitado este año en el Festival de la Luz que organiza usted desde 2012 en su aldea natal, fue al despacho del presidente de su discográfica con un bidón de gasolina. ¿Le han entrado ganas de hacer algo similar a lo largo de su carrera?

Siempre he tenido muy buena relación con las discográficas. Supongo que he tenido una cierta fortuna, pero también que ha sido la consecuencia de tener claro mi objetivo. «Deberías cantar esta canción», me han sugerido alguna vez. «No, porque no me representa ni la voy a hacer medianamente bien», he contestado. Así es como he disfrutado de la libertad para hacer lo que me ha dado la gana siempre, estilísticamente, eligiendo mis músicos, los estudios donde quería grabar... Piensa que un disco como Un mar de confianza fue durante un tiempo el más caro de la historia de la música española. He tenido siempre bastantes facilidades. Me puede haber caído mal alguien, pero no como para prenderle fuego.

¿Se le nota cuando no traga a alguien?

Se me nota lo bueno, lo regular y lo malo. No soy despótica, no soy violenta, pero puedo no ser simpática. Ante una situación que no me gusta lo que hago es irme, que me parece una medida más higiénica, saludable y educada. A veces te encuentras con un tío que es idiota y sabes que por más tiempo y explicaciones que le dediques, como es un verdadero idiota, no vas a conseguir nada. En esos casos, simplemente me voy.

Tengo buen olfato para saber cómo es la gente y cómo tratarla. La hay que se pone muy nerviosa y dice tonterías, pero es porque no pueden racionalizar el encuentro y se ponen un poco extravagantes. Es una de las cosas buenas que te da el escenario, saber quién tiene un ramalazo.

¿Qué es para usted una extravagancia?

Lo es que alguien como yo no sepa abrir un bote. Todo el mundo sabe abrir una lata de conservas, pero yo no. En cambio, en el arte no hay nadie extravagante. Lo que hay es una desbordante personalidad, una visión de la realidad, un talento que busca una forma de expresarse. Igual que puedo ver ahí una cabeza de bulldog [señala a lo lejos una roca de la playa], el que sea capaz de conseguir que tú lo veas también no tiene nada de extravagante. Dentro de mi mundo, casi todos los que hacen cosas, digamos, inesperadas, es fruto de un ensimismamiento, de una manera diferente de percibir las cosas.

Suele contar que le cuesta concentrarse en la realidad.

No le encuentro explicación, es como si acabara de aterrizar aquí. Según con quien esté, puede pensar que estoy haciendo postureo o yendo de diva. De diva nada, tan sólo soy una pobre mujer que necesita ayuda para hacer algo que a otros les parece elemental.

Luz Casal con vestido de Michael Kors, gafas de Chanel y pendientes de Bárcena. / Fotografía: Ana Abril / Estilismo: Almudena Carnicero

En este disco hay una canción, Antes que tú, en la que casi canta como habla. ¿Por qué cree que tiene dos voces tan distintas?

No me gusta hablar y decir tonterías, por lo que en las entrevistas prefiero ir más lenta, masticando las palabras, para no decir una sandez. Siento una responsabilidad sobre lo que digo y no quiero ser malinterpretada. Me da igual lo que pienses de mí, pero cuando hablo de mi trabajo no quiero equivocarme. Y luego también reconozco que a veces imposto la voz; hablar cansa más que cantar.

¿La timidez no tiene nada que ver?

Soy tímida, aunque me ponga delante de 40.000 personas y no sienta ningún pudor. Cuando canto, siempre voy a por todas. Por encima de todo soy una cantante de emociones. Más que creérmelo, no sé cantar algo si no lo vivo. Si un día dejo de sentir una canción, me bajaré del escenario o dejaré de cantarla.

Asegura que la situación de la mujer en la música ha mejorado, pero que sigue sin conocer a una presidenta de discográfica.

Yo aparecí en un momento en el que en el rock apenas había mujeres. Las contabas con una mano y te sobraban dedos. Nunca me he sentido como un referente para otras compañeras, tampoco como alguien que abría un camino. De mi quinta estaban Pat Benatar, Nina Hagen, Lene Lovich o Kate Bush, las que se me vienen a la cabeza ahora... Aunque creo que siempre he ido muy a mi aire. No creo que ninguna de ellas hubiera crecido escuchando flamenco, por ejemplo.

¿Había algo que llevase especialmente mal de esa primera época?

Lo he dicho muchas veces: la mitad de las críticas de mis conciertos eran sobre lo que llevaba puesto, mi aspecto y mi imagen.

Las cantantes más jóvenes, de Miley Cyrus a Rosalía, utilizan su capital erótico sin temor a que dañe su credibilidad como artistas.

Todo es válido si revierte en su mensaje. En mi caso, tengo tendencia a difuminar, prefiero una imagen más andrógina, no tan sexualizada. Pero soy yo, mi ejemplo no me sirve más que a mí.

En nuestra foto de portada, Luz Casal lleva chaqueta con capa de Redondo Brand. Fotografía: Ana Abril / Estilismo: Almudena Carnicero

Tampoco es algo que le escandalice.

No exclamo «¡Oh, por Dios!!», no. Puedo ver a Billie Eilish cuando sale más tapada o se pone tipo Marilyn Monroe. Mi juicio, de haberlo, es estrictamente musical. Si llevo toda mi vida diciendo que para mí la libertad es esencial para hacer lo que me dé la gana en cada momento, ¿cómo voy a pedirle a una colega que no se toque o se ponga tetas? ¿Que hay cosas de Cardi B, por citar una, que me interesan más y otras con las que conecto menos? Por supuesto.

Sus compañeros de generación en el rock español se han mantenido inalterables o lo han abandonado por completo. Usted en cambio ha mostrado su curiosidad sin perder su esencia rockera.

Lo que siempre me ha producido bastante desazón, poniéndome cursi, es esa obligación a mantener el tipo. Recurro mucho al símil de la ropa: si para demostrar que soy rockera tengo que ponerme mis pantalones y mi chupa de cuero, digo chao y me meto a un templo budista. Una chaqueta con 40 metros de tela como la que me habéis puesto hoy es igual de rockera que una chupa. Si me permites la gallardía, a veces uno no sale de un estilo porque no puede hacer otros. ¿Lo he dicho de manera elegante? Cuando hice La Pasión, donde versionaba boleros clásicos, había que echarle un par de narices.

¿Qué le ha empujado a tomar decisiones así?

La razón casi nunca me ha llevado. No sé hacer las cosas por lógica. Hacer lo contrario de lo esperado me ha acompañado siempre, tengo esa tendencia hacia lo imprevisible... Así me va.

De bien.

Exactamente [Risas].

Hace unos meses se estrenó la serie sobre Miguel Bosé, hay un proyecto para un biopic de Joaquín Sabina...

Vi las películas sobre Freddie Mercury, Elton John y la de Elvis, y verdaderamente las tres me gustaron.

¿Tendría sentido hacer una película sobre Luz Casal?

¡Cuando me vaya al otro barrio! No me fastidies, ahora no. Tengo mucho que ofrecer aún y ninguna gana de ver mi pasado.

En noviembre cumplirá 65 años. ¿Es una cifra especial?

Para nada. Quiero vivir cada día y la suma de años me da igual. Hace poco recibí una distinción y advertí que estaba en el ecuador de mi carrera. Si digo eso es porque lo creo. ¿Qué me quedan, 30, 20 o cinco años? Me importa un carajo, sé que lo voy a aprovechar.

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