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Mafalda de Bulgaria conquista la música independiente: «Todos prejuzgamos demasiado; a mí me toca desmontar esos prejuicios»

Princesa por cuna y cantante por vocación, la revelación de la música independiente deslumbra, con joyas de Cartier, dispuesta a desmontar prejuicios propios y ajenos.

Mafalda lleva top de plumas, de Loewe. Collar Clash de doble hilera; pulseras y anillo en oro rosa, de la misma colección; y reloj Tank, en oro y piel, todo de Cartier. / fotografía: sergi pons/ estilismo: gervasio pérez

Manu Piñon
Manu Piñon

Tan sólo era una niña, pero hubo cosas que la pequeña Mafalda comprendió sin que se las tuvieran que explicar. Por ejemplo, que cuando su madre, Rosario Nadal , se ponía unas joyas en particular, la exmodelo y musa de Valentino se estaba preparando para una ocasión especial. «Era un ritual», recuerda recuperando esa mirada infantil y curiosa, como de querer atraparlo todo. «Eran piezas muy sencillas, pero extraordinariamente bien hechas, de esas que pasan de generación en generación».

Quién sabe cuándo recogerá aquellos anillos y colgantes que veía ponerse a su madre –«No lo hemos hablado en casa», duda entre risas–, pero el día que Mafalda Sajonia Coburgo-Gotha (Londres, 1994) protagoniza esta sesión de fotos, aflora con naturalidad esa herencia que va mucho más allá de lo material.

Mafalda lleva vestido drapeado de Givenchy y collar, pulsera y anillo Clash de Cartier, / fotografía: sergi pons/ estilismo: gervasio pérez

Posando con una selección de joyas de Cartier, tan valiosas que exigen la presencia en todo momento de dos vigilantes de seguridad, la hija mayor de Kyril de Bulgaria tiene un aire que recuerda a la princesa Leia de Star Wars, miembro de una de las pocas casas reales con las que su familia no está emparentada.

Para cuando nos reencontramos la última tarde de agosto, Mafalda, vestida con camiseta blanca de tirantes y vaqueros holgados, pasa desapercibida en una terraza en la Plaza de las Comendadoras, en el madrileño barrio de Conde Duque. Se ha pedido una limonada y viene de un estudio de grabación cercano, donde maqueta algunas canciones de las que aún es pronto para hablar.

En su horizonte inmediato están los dos conciertos que dará en Barcelona y Madrid (11 y 13 de octubre, respectivamente). Rebautizada como Ona Mafalda («ona», ola en mallorquín, una referencia a la isla que es su segundo hogar), la cantante ha visto cómo en los últimos años su proyecto musical ha ido creciendo de una forma «orgánica y sin prisas».

Bomber con capucha de Miu Miu y collar Agrafe de Cartier. Anillos Clash, Trinity, Juste un Clou y Panthère, de Cartier. Fotografía: Sergi Pons/ Estilismo: Gervasio Pérez.

Después de estudiar en el Berklee College of Music, una de las escuelas más prestigiosas del mundo, por la que han pasado desde Diana Krall a Annie Clark, alias St. Vincent, y tras dar conciertos en «todos los locales pequeños que te puedas imaginar de Nueva York», Mafalda se mudó a la capital. «Vine para estar tres meses y ya llevo más de dos años aquí», explica sorprendida al echar cuentas. «Soy muy de vivir día a día, dejándome llevar por el camino, y en Madrid he encontrado el lugar para mi música».

Su propuesta inicial, un pop electrónico oscuro en inglés, se ha transformado por la influencia de la escena local en la música sensual y luminosa con letras en español del disco de debut que publicó en mayo. «Nunca he vivido en España y realmente lo que hablaba era spanglish», reconoce. En la conversación se cuelan a menudo palabras en inglés para las que no encuentra traducción inmediata.

«Mis amigos se ríen mucho de mí porque digo bastante iconic o honestly», asegura enfatizando su acento británico. «Me daba vergüenza dar entrevistas en español, no estaba segura de que fuera a expresarme bien. Al final, entendí que no tenía que pretender ser otra persona distinta. Soy una guiri en España, la más guiri de todas».

Top de un conjunto con pantalón, de Gucci; y collar, pulsera y anillo Panthère, de Cartier. Fotografía: Sergi Pons/ Estilismo: Gervasio Pérez.

Aceptar su propia identidad, le ha ayudado a enfrentarse a las ideas preconcebidas que los demás pueden tener de alguien que desde su nacimiento ha sido protagonista involuntaria de la crónica social. La más frecuente, que lo que para ella es una carrera musical sea percibido como el capricho pasajero de una «princesa bohemia», como se la ha presentado en la prensa en más ocasiones de las que ella habría deseado.

«Vivimos en un mundo en el que todos prejuzgamos demasiado. Lo he asumido como parte de mi trabajo como cantante, sé que también me toca desmontar los prejuicios que se pueden tener hacia mí haciendo lo que más me gusta, mi música, y confiando en que en algún momento la gente simplemente escuche las canciones».

«Soy alguien muy normal. En mi casa me han educado así; desde pequeña me han enseñado que, si se quiere algo, se tiene que trabajar duro para conseguirlo... Soy lo menos «princesa» que te puedes encontrar», remata con cierta preocupación al pronunciar esta última frase. «¡No me pongas eso en el titular, por favor!».

Top y rebeca transparente de Miu Miu. Collar, pulsera y anillo Juste un Clou, en oro amarillo, de Cartier. Fotografía: Sergi Pons/ Estilismo: Gervasio Pérez.

Los que comparten horas de local de ensayos y furgoneta con Mafalda dan fe de que es la persona que, entre sorbo y sorbo de limonada, transmite: una mujer que es feliz comiendo un sandwich mixto de máquina y una bolsa de gominolas. «Es la única petición que hago cuando voy a dar un concierto: que en el camerino haya chuches. ¿Mis favoritas? Las de Haribo que son como un huevo frito y también las que tienen forma de corazón», afirma sin tener que pensarlo.

Además de un surtido de chucherías, el segundo día que teloneó a Coldplay en el Estadi Olimpic de Barcelona el mayo pasado encontró en su camerino algo incluso más dulce. Una nota de Chris Martín y sus compañeros en la que le agradecían haber aceptado la invitación para tocar con ellos y le felicitaban por el concierto que había ofrecido en la jornada anterior. «Me puse a llorar de la emoción. La guardé y la tengo enmarcada en el salón», cuenta la cantante.

«Para mí siempre han sido LA BANDA en mayúsculas», dice del grupo británico la cantante, que esos días contaba también con el apoyo de Gwyneth Paltrow, expareja de Martin y buena amiga de la familia. «Uno de los primeros conciertos a los que me llevó mi madre fue uno de Coldplay en Londres. Era tan pequeña que me quedé dormida hacia la mitad del show. [Risas] Estar teloneándoles años después fue como un sueño».

Traje de Michael Kors y mocasines de Mascaró. Collar con colgante Trinity, pulsera Agrafe en oro y diamantes, pulsera Juste un Clou y anillos Trinity y Juste un Clou, todo de Cartier. Fotografía: Sergi Pons/ Estilismo: Gervasio Pérez.

Por si fuera poco, la actuación coincidió con el primer aniversario de su boda con el empresario de origen libanés Marc Abousleiman. «También él estaba muy emocionado. Lo celebramos allí juntos, con el mejor regalo posible: cantar con Coldplay», asegura a pesar de que aún le cuesta creerlo.

Aunque buena parte de sus canciones traten sobre rupturas o tensiones sentimentales –«Me meten en playlists con títulos como «música para estar triste», explica entre risas–, desborda felicidad sin querer entrar en demasiados detalles sobre su vida privada. ¿Quizás se plantee próximamente un disco de nanas? « ¿Ser madre? No, ahora mismo la música es mi único niño», concluye.

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