Marina Rivers está en racha. «Imagínate un estadio con 65.000 personas gritando tu nombre. Nunca pensé que viviría algo así. Fue uno de los mejores días de mi vida», dice rememorando su victoria, hace apenas dos semanas, en la tercera edición de La Velada del Año, un megaevento de boxeo organizado por Ibai Llanos que consiguió una audiencia en directo de casi tres millones y medio a través de Twitch , que acumula casi nueve millones más en YouTube y para la que la influencer entrenó durante cuatro meses. Pero también le ha ido muy bien en los exámenes.
Marina Rivera Saldaña, más conocida por su alterego tiktoker Rivers, estudia un doble grado de Derecho y Economía. «Aunque este año ha sido más complicado por los entrenamientos, he aprobado todas las asignaturas a las que me he presentado y estoy muy contenta. Me encanta la carrera y estoy súper motivada. Con un poco de organización y muchas ganas, todo se saca adelante», explica. También acaba de lanzar su propio perfume, By Marina. «Es un proyecto muy personal. Ninguna influ había hecho algo así y decidí lanzarme a la piscina».
En agosto cumple 21 años, pero, obviamente, su agenda no es la de una estudiante cualquiera. «Un día estoy en Cuba y al siguiente, estoy haciendo un examen en la universidad o en un rodaje. Cada día es diferente», explica. Y pese a todo, ha conseguido encontrarle la cuadratura al círculo y conquistar cierto equilibrio en una vida acelerada por definición. «Siento que dentro de mí conviven dos personas: Rivers va a estrenos, viajes de lujo, tiene experiencias increíbles… Marina es una estudiante normal y su plan favorito es tomarse una cerveza con sus amigos en el bar más cutre. Ir a la universidad, estudiar y mis amigos son mi terapia para no perder la cabeza», cuenta.
Todo empezó cuando tenía 17 años y estudiaba bachillerato en el colegio. «A la gente le hacía gracia que me grabara en clase. Tenía un móvil horrible y utilizaba el de mis amigos. Estuve trabajando un verano y ahorré para comprarme uno mejor. Luego, llegó la pandemia y me fastidió el invento», dice riéndose. Pero siguió creando vídeos sobre su vida durante el confinamiento y compartiendo coreografías o trucos de moda y belleza . Y su fanbase siguió creciendo. Cada vez, de manera más exponencial.
Ahora, acumula 2 millones de seguidores en Instagram y 7.2 en TikTok. «Creo que la gente se identifica conmigo cuando me ven estudiando y se dan cuenta de que yo también tengo que ir a recuperación en julio como ellos. Pero la ayuda de la plataforma también es fundamental. Por muy bueno que sea tu contenido o muy auténtica que seas tú, si la plataforma no lo muestra no hay manera», dice con honestidad sobre el secreto de su fulgurante éxito.
Su compromiso feminista, que le ha llevado a participar en campañas a favor de la igualdad en la televisión pública, también nació en las aulas. « En el colegio tuvimos algunos profesores muy machistas. Uno de ellos, el de educación física, nos hacía comentarios horribles. Llegó a decirle a una compañera que no podía ir a clase en tirantes porque distraía a los chicos. Mis compañeras y yo empezamos a montar pequeñas revueltas. Al día siguiente, fuimos todas en tirantes y escotazo. Tienes 16 años y crees que vas a cambiar el mundo. Ahora he aprendido que, lamentablemente, no lo puedo cambiar. Hablas de la misoginia a la que te enfrentas a diario en las redes, tratas de explicarlo a través de tu altavoz, y te insultan. O cuentas una experiencia horrible de maltrato y la gente se ríe. Es frustrante e inutil», reconoce.
Hace unos meses, Rivers decidió utilizar su poderosa plataforma para explicar la controvertida Ley del solo sí es sí. «Soy tan ignorante en tantas cosas que muchas veces prefiero callarme la boca, pero lo poco que sé es lo que está relacionado con el Derecho. Y por eso, alguna vez he tratado de explicar algo a nivel legislativo sobre alguna ley que se estaba entendiendo mal», dice sin mencionarla tratando de evitar polémicas.
Pese a un éxito incontestable, Rivers también se ha convertido en diana de todo tipo de críticas. Sobre todo, misóginas. Pero también del odio por el odio. Tristemente, dice que ha aprendido a vivir con ello. « Soy un personaje muy 'hateado'. Te acostumbras a recibir odio, es parte de este trabajo. O lo aceptas o te lleva por delante. Yo sé lo que soy, sé que nadie me ha regalado nada. Estoy estudiando dos carreras y soy autónoma desde hace dos años. Cuando me dicen que no hago nada con mi vida, me resulta irrelevante», argumenta.
Por el camino, también ha aprendido un par de lecciones importantes. «Cuando empecé, lo contaba absolutamente todo. Mi mayor error ha sido hablar de mis relaciones. Ahora lo intento llevar con la mayor privacidad posible, pero es complicado y cansado. Muchas veces he deseado volver a ser anónima, que nadie opine sobre mí. Mis amigos, que conocen perfectamente cómo es mi vida y que no se dedican a las redes, me dicen que no la cambiarían por la suya. Es mentalmente agotador vigilar cada cosa que dices. Se te escapa una palabra y te la lían tres meses», explica.
Dicen que sus colaboraciones con marcas de belleza o moda pueden alcanzar cifras estratosféricas, pero Rivers tiene varias líneas rojas para cerrar sus acuerdos. Para empezar, nada de casas de apuestas. «No me gustan absolutamente nada. No es algo que consuma ni de lo que esté a favor», explica. Tampoco contenidos excesivamente sexualizados o politizados. Y nada, por supuesto, que ataque los derechos LBGTI, colectivo al que apoya y al pertenece. «Tuve una pareja trans y con esas cosas, no me callo ni una», explica. En esa época, compartía mucho contenido sobre lo que significa ser trans o tener una pareja que lo es. «Mucha gente lo apreciaba y me lo agradecía», recuerda. Sin embargo, Rivers acumula más experiencias negativas que positivas en relación a su activismo. «Me he creado un círculo de amigos muy bueno, en el que todos somos súper feministas y súper LGTBI friendly, pero es una burbuja y fuera de ella sigue habiendo mucha homofobia y racismo. Es deprimente. A veces, no merece la pena», reconoce.
La influencer tampoco entiende su fama como una misión ni se percibe a sí misma como un referente, pese a que trata de que su contenido siempre tenga un tono positivo y sea fiel a sus valores. «Hay quien piensa que tenemos que educar a la juventud. Evidentemente, tenemos cierta responsabilidad y no debemos decir más tonterías de la cuenta, pero ni soy educadora social ni soy política ni soy la madre de nadie. No dejamos de ser chavales que se equivocan de vez en cuando», dice exhibiendo sentido común.
También se impone cuando se trata de hablar del futuro. «Lo más bonito de las redes es que son una democracia. Mientras la gente me siga, seguiré creando contenido. Pero tengo claro que quiero terminar la carrera y colegiarme para poder ejercer. Mi sueño es montar mi propio bufete de abogados. Este es un trabajo muy efímero, no me veo en TikTok a los 30 años. No creo que pueda vivir eternamente de las redes», explica.
De momento, acaba de comprarse una casa, a la que se mudará el año que viene. Como prácticamente cualquier estudiante de 20 años, Marina Rivers todavía vive con sus padres. «Comprarme una casa yo sola siempre ha sido el sueño de mi vida y tengo muchas ganas de independizarme, pero tengo una buenísima relación con mis padres. Me ayudan muchísimo, son mis fans número uno y mis mejores amigos. Se lo cuento todo antes que a nadie. Y les voy a echar mucho de menos. Por eso, mi casa nueva está al lado de la suya. Quiero estar muy cerca de ellos».
20 de enero-18 de febrero
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