Mario Casas, con chaqueta con ribete de piel, de Cos; camiseta de fútbol en piel estampada, de Louis Vuitton; y pantalones de esmoquin de Pedro del Hierro. / Fotografía: Valero Rioja / Estilismo: Greta Macchi

entrevista íntima

Mario Casas, al desnudo: «Intento proteger mi vida, que es lo único que tengo»

Lejos de los focos, lleva una vida de ermitaño: en el campo con sus perras, trabajando, haciendo deporte y cerca de los suyos. En la ficción, vivirá un 2025 de estrenos. El primero, El secreto del orfebre, su regreso al género romántico tras casi una década.

Mario Casas (La Coruña, 1986) posa resuelto entre motos y coches. Pone el turbo cuando toca promocionar peli y, hoy, toca. En caso contrario, prefiere frenar en seco y pararse a pensar. A sus 38 años, es un hombre tranquilo, tal y como cuenta a Mujerhoy en una charla autorreflexiva que descubre a un Mario que está donde quiere estar: fuera del foco, principalmente. «Dejarme ver solo en promoción lo he hecho desde que tengo uso de razón. Intento, por encima de todo, proteger mi intimidad, mi vida, que es lo único que tengo. Y sé que, si voy a sitios públicos, me expongo a preguntas. Entonces, prefiero no ir», se sincera el ganador del Goya a Mejor Actor Protagonista en 2021 [No matarás, de David Victori].

El filme por el que el intérprete cambia de marcha durante unas horas es El secreto del orfebre (estreno, 28 de febrero), la adaptación de la multipremiada novela homónima de Elia Barceló, dirigida por Olga Osorio (¡Salta!) y que supone su regreso al género romántico casi una década después de hits como Palmeras en la nieve, Tres metros sobre el cielo o Tengo ganas de ti.

Mario es Juan Carlos, un célebre orfebre que, antes de viajar a Nueva York para su próxima exposición, decide hacer una parada en su pueblo natal, donde se reencontrará con su amor de juventud, a quien encarna Michelle Jenner, con quien no coincidía desde Los hombres de Paco. «Hay algo interesante en el personaje, que fue lo que me gustó, y es que no es demasiado masculino, ni un hombre tosco, sino que hay algo sensible y dulce todo el rato en él», adelanta Casas, a quien podrá verse en la película con alguna arruga de más, en la piel de un protagonista que ha sobrepasado de largo los 40.

El actor lleva jersey, pantalones y zapatillas Collapse, todo de Prada. Fotografía: Valero Rioja / Estilismo: Greta Macchi

Mujerhoy. Y por fin, una historia romántica...

MARIO CASAS. Es un tipo de género que llevaba muchos años sin hacer, y me enamoré del guion. Es un relato que no había contado, un drama romántico con un personaje más adulto, que tampoco había hecho. Tiene algo del corte clásico –muy pasional– de películas románticas que están en la retina de todos, como Leyendas de Pasión, El jardinero fiel o El diario de Noah, y que parece que no se estaban haciendo en España. Faltan historias, tanto en el cine como en la televisión, más épicas y emocionales, y El secreto del orfebre vuelve un poco a este tipo de cine romántico.

El ídolo de adolescentes virado en galán maduro. ¿Se ve como el relevo generacional de José Coronado? No lo digo yo; lo dice Núria Valls, productora de El secreto del orfebre.

[Risas] Es un halago, ¿no? José ha podido ser un galán, pero después ha demostrado ser un gran actor y, además, lleva toda la vida en esto. Ya el hecho de que se me compare con alguien que lleva trabajando tantos años me parece que es bonito.

Nos encontramos en un circuito de carreras [el Jarama, donde se desarrolla la sesión], pero la suya no es de coger velocidad.

Prefiero ir poco a poco y escoger proyectos que realmente me apetezcan. Los hay que parecen un caramelo, pero conllevan mucha exposición. Me gusta mirarme en el espejo de carreras como la de Coronado o, más allá, de generaciones como la de José Sacristán, con quien he tenido la oportunidad de trabajar hace nada [en Escape, de Rodrigo Cortés, producida por Francis Ford Coppola y que se estrenó a finales de octubre de 2024]. Te hablan de cómo han llegado hasta donde están después de tantos años y te das cuenta de que el secreto está en trabajar día a día, intentar mejorar y no acomodarte creyendo que te llamarán siempre simplemente porque estás «ahí», en activo. Eso es lo que yo intento todos los días: estar en constante aprendizaje y movimiento.

El número de películas en las que ha participado (más de 30) prácticamente triplica al de series, apenas una decena. ¿Forma parte de una estrategia o ha surgido sin planearlo?

Simplemente es que las series te quitan más tiempo. Con SMS, Los hombres de Paco o El Barco pasé por ese lugar y sé lo que implica. Es raro que no firmes un mínimo de dos temporadas y eso son cuatro, cinco o seis meses haciendo el mismo personaje. Atarme a algo así me cuesta. En cine coges un papel, lo sueltas enseguida y vuelves a crear otro. Con esto no quiero decir que no vaya a hacer televisión, porque puede llegarme un proyecto que me enamore. Pero me aburro rápido.

Mario, con camiseta y pantalones de Giorgio Armani, cazadora de Moschino Jeans, zapatillas Collapse de Prada y gafas de Louis Vuitton. Fotografía: Valero Rioja / Estilismo: Greta Macchi.

Mario lo dice siempre, también hoy: Tres metros sobre el cielo, el taquillazo de 2010 en el daba vida a Hache, el motero rebelde que se enamoraba de Babi, una «niña bien» interpretada por María Valverde, en una relación que traspasó la pantalla, le cambió la carrera. «Y continúa haciéndolo. Es una película que me sigue marcando, que me acompaña. Todavía me la nombran a menudo, me la recuerdan, aún firmo DVD's [sonríe, porque parece inverosímil por anacrónico]. Gente que ha crecido conmigo, que tiene mi edad, me sigue hablando de ella. Después, por suerte, esta generación ha ido siguiendo mi carrera».

El actor sumará, en 2025, dos estrenos más –las películas Zeta, dirigida por Dani de la Torre, y Muy lejos, que supone el debut en cine de su acting coach, Gerard Oms–, mientras rueda La cena a las órdenes de Manuel Gómez Pereira y bosqueja su segunda película como director (presentaba la primera, Mi soledad tiene alas, en 2023). «Escribo mucho. Ahora en mi cabeza está todo el rato el desarrollar ideas y trabajar con algún guionista. Ojalá pueda, a finales de este año o el que viene, dirigir mi segunda película. Es mi gran propósito de 2025».

No ha tenido excesivos parones. ¿Cree en el talento, el esfuerzo, la suerte o en una mezcla de los tres?

Creo que si trabajas, y si eres constante, hay un resultado. El mío, de momento, ha sido muy bueno. Veo a Óscar [Casas, el cuarto de sus cinco hermanos –Mario es el mayor–, único en seguir sus pasos, a quien escogió para moldear al protagonista de su primer largometraje como director], con 25 años, cómo se esfuerza y le admiro muchísimo. Cuando lo hablo con él me dice: «Bueno, es lo que he visto en ti». Me ha tenido como referente. Ha sido testigo de cómo he ido creciendo como actor, de que he peleado por mi sueño y de que lo sigo haciendo. Después, tiene que haber algo de suerte. La vida te tiene que acompañar, te tiene que ayudar de alguna manera. Pero, por encima de todo, es trabajar duro.

Usted asegura que no cree en las carreras que se forjan a base de decir «no» a determinados proyectos.

¡Es que uno nunca sabe! Hoy en día puedes rodar una película de bajo presupuesto porque te gusta, que crees que es un proyecto sin más y que va a pasar desapercibido, y de repente llega cualquier plataforma y, por lo que sea, lo revienta. Y es algo que no esperabas. Hay muchos actores españoles que se han hecho mundialmente conocidos, como le pasó a Úrsula [Corberó] con La casa de papel una vez se estrenó en Netflix. En mi caso, a la hora de escoger proyectos, siempre ha habido algo de piel, algo de intuición.

A día de hoy, ¿diría que está contento con su trayectoria?

[Piensa] La verdad es que sí. ¡Y conmigo mismo! Cada vez un poco más. Es decir, te vas haciendo mayor y colocas mejor las cosas porque también te conoces más. La edad en la que estoy ahora, 38 años, es una edad bonita. Hago lo que me gusta, tengo a mi gente a mi lado, puedo elegir proyectos, he dirigido mi primera peli. Me considero un privilegiado por poder seguir trabajando en mi profesión y, al final, como tanta gente, estoy en búsqueda de lo que muchos llamamos felicidad, que para mí consiste en estar cada vez más tranquilo y en paz, y en hacer lo que me gusta.

También ha contado que ha dejado de beber, se ha ido a vivir al campo y solo se deja ver en promoción. ¿Alguna otra decisión drástica que recalcar?

Llevo varias semanas sin fumar. Es salud y para mí era un paso muy importante que dar. He disfrutado de la vida, me lo he pasado bien, pero estoy en una etapa distinta, de trabajar, hacer deporte... Busco la lucidez y el estar sano, tanto en lo físico como en lo emocional. Para mí, cada vez más, la felicidad está en las cosas pequeñas. Está en salir a pasear con mis perras. Está en escribir. Está en tomarme un café. Está en charlar con mi familia. Para mí, la vida es eso. La felicidad es eso. Y, además, está mi trabajo. ¡Soy un afortunado!

«Lo externo». Así califica Mario Casas a ese ruido de páginas de revistas del corazón, programas de televisión y redes sociales que tamizan la imagen del artista y que él trata de vivir en sordina, desde su refugio en el campo –donde asegura encontrarse como un ermitaño– y sometido a una disciplina casi de marine. «Suelo levantarme alrededor de las 6:30h, me tomo un café y me pongo a funcionar. Es el momento del día en el que me encuentro más lúcido. Hasta las 12 de la mañana, me empleo a fondo con el trabajo de mesa, de puño y letra: estudiar, escribir, trabajar con Gerard [su inseparable acting coach]. Por las tardes, me cuesta mucho más todo y las dedico a ver cine o series y al deporte. Hago muchísimo y me viene genial para la mente. No paro. No puedo decir: «Bueno, acabo una película como actor, así que voy a descansar. No, no y no. Hay que estar en constante movimiento», asegura.

Volvamos a «lo externo». ¿En alguna ocasión le afecta?

Muchas veces uno no lo elige, ¿no? Yo vine a Madrid a estudiar interpretación y sí, soy conocido, pero la popularidad, al final, es un daño, llamémosle colateral, que ni estás buscando ni deseas. Lo que quieres es hacer cine o trabajar en esto.

¿Y cómo vive la popularidad de sus hermanos Óscar y Sheila? ¿Ejerce de hermano mayor?

No. Con Óscar, en Mi soledad tiene alas, ejercí de director, no de hermano mayor, y le exigí mucho. Él sabe elegir muy bien, es un chaval muy listo, con buena intuición. Tiene que equivocarse y aprender. Lo mismo me pasa con Sheila, Christian [abogada y economista, respectivamente, se encargan de los temas legales y de imagen de sus hermanos] o Dani, mi hermano pequeñito. A mí lo que digan o se hable, el ruido que se haga, no me importa. Lo que quiero es que sean gente buena, sana, que respeta y que trabaja. Qué más da lo que venga de fuera.

Y en su caso, ¿un objetivo cumplido es que se hable más de sus películas que de sus novias?

[Silencio]. Pues tengo que decir... Leía hace poco una entrevista que me hicieron y el titular era « Cada vez me siento más respetado». Y me siento así. Ya no solo por el público que ve mis películas, también cuando voy por la calle. Hay algo inevitable, y es que dependiendo de con quien esté interesará más o menos. Eso siempre va a estar ahí. Pero es cierto que ahora mismo –toco madera– estoy más tranquilo y me siento más en paz en ese sentido. Entiendo que, al final, que se hable de tu vida privada forma parte del juego, pero también sé que es puntual y que pasa. Así que cada vez me da más igual.

Temas

Mario Casas