Antonio de la Torre con camiseta de algodón, de Mango; pantalón de cintura alta de Uniqlo x Marni;y zapatillas de Hugo Boss. Estilismo: Sandra Muñoz. /
Dos Goya, 14 nominaciones –es el actor que más ha recibido– y una carrera llena de personajes que dejan huella: policías broncos, adictos, políticos perdidos por la corrupción. Hoy, a sus 54 años, tras mucho tiempo de incertidumbre compaginando su carrera de actor con la de periodista, Antonio de la Torre (Málaga, 1968) es una estrella.
La gente se le acerca por la calle para decirle lo mucho que les ha gustado en su última película y lo recibe con gratitud, ya no con el narcisismo de antaño. «Que la gente se alegre por ti y te feliciten por tu trabajo es una de las cosas más hermosas de esta profesión», explica. Entre la vida y la muerte (estreno, 15 de julio), un thriller coproducido entre Bélgica, España y Francia y dirigido por Giordano Gederlini, le ha llevado hasta una Bruselas gris y nocturna para rodar en francés.
Cuenta la historia de Leo Castañeda, un español que trabaja como conductor de metro y presencia el suicidio de su hijo. Antonio bromea con el acento cuando llega a la entrevista. Es un hombre inquieto, que lanza ideas sin parar y exhibe un enorme sentido del humor, imitando voces y gestos.
Mujerhoy. ¿Ha sido difícil trabajar en otro idioma?
Antonio de la torre. Cuando me ofrecieron el proyecto, pensé: « Esto es una locura». Lo primero que me planteé fue eso, antes que el guion y lo demás. Pero, al ser el director de origen chileno y hablar español, eso me allanó el camino. Me sentí muy apoyado, con mucha confianza. La verdad es que me gusta el riesgo, y dije: «Vamos a lanzarnos». Luego tuve que trabajar el hecho del que el personaje estuviera consumido por la culpa, es un tío que lleva una vida oculta.
Leo Castañeda es un personaje muy oscuro. ¿A dónde acudió para encontrarlo?
A mí mismo, aunque un policía nos asesoró. Eso siempre procuro hacerlo, porque uno de mis traumas es que la gente vea la película y digan: «Mira, se nota que es un actor disfrazado». El alma del personaje la buscas dentro. Soy padre y, por suerte, a mis hijos no les ha pasado nada de lo que le ocurre al hijo de este personaje, pero sí me planteé hasta qué punto superaría algo así o qué estaría dispuesto a hacer por un hijo. Ahí entiendes que este hombre esté entre la vida y la muerte.
¿Cómo es ese trabajo de búsqueda en uno mismo?
Solo se puede contar lo que se conoce, porque lo has vivido o porque lo investigas. Según los personajes, buscas más fuera o más dentro. Yo no tengo una norma fija, me dejo llevar por mi intuición y por las circunstancias. En este caso, el mayor trabajo era el idioma. Pero es cierto que hay algo en el personaje que está fuera de lugar, algo que a mí también me ocurría por no hablar francés. Luego te tienes que atrever a fantasear con sensaciones muy siniestras, como el dolor por la pérdida de un hijo.
¿Cómo pasa alguien de ser periodista deportivo a actor?
¡Eso digo yo! Quiero pensar que, de alguna manera, esto era algo que se estaba fraguando. Estuve en una compañía de teatro infantil y ahí sentí mi primera gran pasión amorosa. Pero por la influencia de los amigos, dejé la compañía. Entonces tenía 11 años.
Casi 30 después, estaba yo rodando Canibal, en Granada, y me encuentro con uno de aquellos niños de la compañía. «Cuando te fuiste, el director comentó: «Qué pena que se haya ido Antonio, porque tiene madera de actor», me dijo. Sentí un escalofrío.
¿Y qué le empujó al periodismo?
Quería ser como José María García. El periodismo también tiene ese componente narcisista de la interpretación. Ambos cuentan historias: el actor lo hace en primera persona y el periodista, en tercera. Yo he estado ganándome la vida con una profesión y con la otra hasta casi los 40 años. Incluso después de ganar el Goya, pedí la excedencia y todavía iba los veranos a firmar.
Porque la pobreza la llevas toda tu vida encima. Una vez se lo leí a Almodóvar y me encantó: «Aunque yo ahora tenga mucho dinero, nunca he perdido la conciencia de clase». Procedo de una familia muy humilde. Mi padre era administrativo y mi madre, ama de casa. Ahora me va muy bien, pero en el fondo no he subido en el ascensor social. Tengo dos Goya, pero sigo siendo un tío de clase trabajadora.
¿Con qué trabajo se sintió de verdad actor?
Fue en Padre coraje. Interpretaba un personaje real, fui a Jerez a conocerlo. Tenía que adelgazar, porque hacía de drogadicto, y sentí ese viaje que luego, afortunadamente, he vuelto a sentir. Las directoras con las que he trabajado han sido también muy importantes para mí. Icíar Bollaín, Chus Gutiérrez o Ángeles González-Sinde impulsaron mi carrera. Pero, el papel que, de alguna manera, me reveló, fue Antonio, el preso de AzulOscuroCasiNegro, de Daniel Sánchez Arévalo.
¿Cómo encaja las críticas negativas?
Cada vez me afectan menos, aunque durante mucho tiempo las llevé muy mal. Con mi primer trabajo, en la serie Lleno, por favor, yo iba en el metro como loco porque me mirasen. Quería ser famoso. Supongo que por eso le daba también tanta importancia a las críticas. Es un trabajo que he hecho con terapia durante estos años, para tratar de entender que ni soy tan bueno cuando todo el mundo me lo dice, ni soy tan malo cuando me ponen a parir.
¿Se muerde más la lengua ahora para que sus opiniones personales no afecten a su carrera?
Ya no tengo los temores que tenía antes y tengo menos que perder. Hay mucha gente que me dice, no te señales. Sé que me lo aconsejan con cariño, pero creo que es horrible para cualquier ser humano no pronunciarse por miedo. Intento poner mi grano de arena para un mundo mejor en el que creo y de tender puentes más que barricadas, aunque hay temas sobre los que creo que es moralmente un delito no pronunciarse.
¿Ha aprendido más del fracaso o...?
...del fracaso. El éxito tiene algo muy positivo que es la autoestima. Y luego lo hermoso es ver la de gente que se alegra cuando ganas un Goya. Que haya gente que se alegre si te pasa algo bueno. Te lo digo y me emociono. Pero aprendes más del fracaso.
Nominado 14 veces al Goya, ¿cómo recibe la noticia cada vez que se mete entre los candidatos?
Con perplejidad, la verdad. Ha sido toda una serie de circunstancias, algo inesperado. No me podía imaginar algunas nominaciones, como la de La isla mínima, que tiene un papel muy pequeño, o la de Tarde para la ira. Tuve esa suerte.
El público ya piensa que si está Antonio de la Torre en una película, no puede ser mala.
Sí, es verdad. Uno es lo que es y lo que los demás quieren que sea. Prefiero no tener demasiada conciencia de mi supuesto prestigio, ser víctima de eso. También está bien cagarla.
¿Ha construido conscientemente su carrera?
Pues no lo sé. Te vas liando, a veces es por lealtad a algunos directores, que luego te regalan además papeles maravillosos.
¿Le gustaría trabajar más fuera de España?
Cada vez voy teniendo más años y no me imagino yéndome ahora a Los Ángeles a vivir. No, no ahora. He hecho algún trabajo en inglés y tengo un agente en Londres. Tampoco descarto que me puedan llamar para hacer algo y lo haría encantado, pero no es algo que me plantee. Iré haciendo lo que salga.
¿Qué dice a los jóvenes cuando le piden consejo?
Que eviten la ansiedad de tener que comer de lo que hacen, que trabajen al mismo tiempo en otra cosa. Es complicado, porque es como jugar a dos bandas, y a mí me ha costado mucho esfuerzo. También que aprendan a lidiar con la incertidumbre. Es que nunca se sabe... Esta sociedad del bienestar es lo que tiene, que no nos quiere preparados para la incertidumbre de la vida.