Laurene Powell-Jobs, viuda del fundador de Apple, ha prometido donar toda su fortuna./getty
Laurene Powell-Jobs, viuda del fundador de Apple, ha prometido donar toda su fortuna. / getty

de elon musk a mackenzie scott

Milmillonarios: mientras ellos conquistan el espacio, ellas salvan el planeta

Mientras multimillonarios tecnológicos como Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg invierten sus fortunas en fantasías escapistas, las mujeres más ricas del mundo, como Mackenzie Scott o Melinda Gates, prefieren vaciar la caja fuerte ayudando a la humanidad.

«Empezaron de forma inocua y bastante previsible. ¿Bitcoin o Ethereum? ¿Realidad virtual o realidad aumentada? ¿Quién tendrá primero la computación cuántica, China o Google? Con el tiempo, se adentraron en su verdadero tema de interés: ¿Nueva Zelanda o Alaska? ¿Qué región se vería menos afectada por la próxima crisis climática? La cosa no hizo más que empeorar. ¿Cuál era la mayor amenaza: el calentamiento global o la guerra biológica? ¿Debería un refugio tener su propio suministro de aire? ¿Cuál era la probabilidad de contaminación de las aguas subterráneas? Por último, uno de ellos preguntó: «¿Cómo mantengo la autoridad sobre mi fuerza de seguridad después del suceso?». El acontecimiento. Ese era su eufemismo para referirse al colapso medioambiental, el malestar social, la explosión nuclear, la tormenta solar, el virus imparable o el pirateo informático malicioso que lo destruirá todo».

En La supervivencia de los más ricos: fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos (Capitán Swing), Douglas Rushkoff, considerado uno de los principales intelectuales de la economía digital, relata así su extraño encuentro con cinco multimillonarios norteamericanos en un resort privado en mitad del desierto. «Para ellos, el futuro de la tecnología consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros», sentencia al inicio de su hipnótico relato.


Habla, claro, de esos tipos anónimos que le convocaron como quien consulta al oráculo de Delfos, pero también de las fantasías de trascender a la condición humana de Elon Musk y Jeff Bezos, enfrascados en una frenética carrera espacial; o de Mark Zuckerberg y su huída hacia el universo paralelo del metaverso; de los planes de Sam Altman, creador de ChatGPT, de cargar la mente humana en un superordenador; o del extravagante búnker en Nueva Zelanda del fundador de Paypal, Peter Thiel, que en su obsesión por ganarle la partida a la muerte será criogenizado con la esperanza de que, algún día, la ciencia haga el resto. Son las fantasías escapistas de algunos de los hombres más ricos del mundo.


«A menudo, intento convencer a los empresarios de que tener unos cientos de millones de dólares es suficiente. Si se conformaran con 100 millones, no tendrían que destruir tanto el planeta en el proceso. Pero no se trata solo de dinero, sino de la necesidad de dominar su entorno para sentirse seguros. No creo que las mujeres tengan tanto deseo innato de acumular ese tipo de súper fortunas», asegura Rushkoff.

Jeff Bezos, fundador de Amazon, es el rey del turismo espacial. / getty

La generosidad de las milmillonarias

Efectivamente, las multimillonarias dedican su dinero a otro tipo de proyectos. En general, mucho menos megalomaníacos y más humanitarios. «Las mujeres tienen una visión de la riqueza diferente a la de los hombres», explica Jeannie Infante Sager, directora del Women's Philanthropy Institute de la Universidad de Indiana, que estudia la relación de las mujeres con la filantropía. «Los hombres lo ven como una demostración del éxito; las mujeres lo entienden como un medio para perseguir caminos que se ajustan a sus valores más profundos. No ven la acumulación de riqueza como una forma de poder o estatus, sino como una fuente de libertad y seguridad y una forma de iniciar el cambio positivo». Pero hay más. «Están menos motivadas por cosas como los incentivos fiscales y el reconocimiento público. Conectan su riqueza con la responsabilidad», señala Sager.

Hablamos de mujeres como Mackenzie Scott, ex de Jeff Bezos y dueña de una fortuna de 34.000 millones de dólares; o de Melinda Gates, ex del fundador de Microsoft y cuya riqueza personal supera los 10.000 millones después, incluso, de su divorcio. Fue Gates, precisamente, la que marcó el camino con la creación y el impulso de la Fundación Gates en los años 90 y la iniciativa The Giving Pledge, que compromete a las grandes fortunas de Estados Unidos a donar la mayor parte de su patrimonio. Pero también Laurene Powell-Jobs, viuda del fundador de Apple y propietaria de un patrimonio de 12.800 millones después de heredar 38,5 millones de acciones de Apple y el 7,3% del stock de Disney. «Si vivo lo suficiente, se termina conmigo», ha dicho sobre el futuro de su riqueza, que está invirtiendo en iniciativas como la Emerson Collective, que se ocupa de financiar proyectos educativos, medioambientales y relacionados con la justicia social.


«En el caso de Mackenzie y Laurene, hablamos de dos mujeres muy formadas, que tenían una carrera y trabajaban antes de casarse y que tienen sus propias causas e intereses. Probablemente para ayudar a que sus maridos pusieran en pie sus negocios, deciden quedarse en casa y cuidar a los niños, pero entendiendo el valor que aportan a ese matrimonio y el rol que han desempeñado en la construcción de esa riqueza», afirma Sager.

Paradójicamente, para Rushkoff uno de los rasgos distintivos de «La Mentalidad» (que define en su libro como la fe ciega de los todopoderosos de Silicon Valley en que la tecnología romperá las leyes de la física y dominará lo desconocido hasta externalizar los peligros del Apocalipsis al resto de los mortales) es, precisamente, el miedo a la naturaleza y a las mujeres. «El capitalismo y la tecnología son el esfuerzo de los hombres por controlar ambas. Francis Bacon, el fundador de la ciencia empírica, dijo que con la ciencia seríamos capaces de 'tomar a la naturaleza por el copete, sujetarla y someterla a nuestra voluntad'. Así que la naturaleza es la mujer a la que hay que dominar. Es la quintaesencia de la masculinidad tóxica. No creo que las mujeres estén tan desconectadas de la creación, de la tierra y de la realidad como los hombres», asegura.

Melinda Gates ha visibilizado la filantropía milmillonaria. / getty

El modelo filantrópico de Mackenzie Scott

Musk, Bezos, Zuckerberg y compañía se autoperciben, explica Rushkoff, como una nueva estirpe de semidioses. «Hay una imperiosidad en la forma en que la nueva clase multimillonaria desprecia a las personas y los lugares en los que opera. Mark Zuckerberg tuvo que remontarse hasta Augusto César para encontrar un modelo a seguir. Y aunque deberíamos estar agradecidos de que haya elegido a Augusto en lugar de a Calígula, no deja de aspirar al poder absoluto de un dictador. Elon Musk se cree un personaje de Marvel. Bezos cree que está haciendo un favor al mundo enviándose a sí mismo al espacio. Se perciben a sí mismos como superhombres. Y así les ven también muchos de sus fans», analiza el autor.

Para las mujeres, en cambio, el mecanismo de acción es muy diferente. «Cuando se les pregunta qué impulsa sus donaciones, la empatía siempre está en el primer lugar de la lista. Para ellos, tiene más que ver con el interés propio. Y eso está ligado a la manera en la que hemos sido educadas para cuidar. Además, las mujeres son capaces de empatizar e imaginar lo que significa ser una persona sin hogar o sufrir la inseguridad alimentaria», afirma Sager. Entre ellas, además, la visibilidad se ha convertido en parte de su misión filantrópica. El caso más paradigmático es el de Mackenzie Scott que, desde su divorcio de Jeff Bezos en 2019, ha puesto de moda un modelo filantrópico sin ataduras ni excesivas explicaciones, pero con un gran sentido de la urgencia. Así ha donado ya más de 14.500 millones de dólares.

«Es lo que llamamos filantropía basada en la confianza y consiste en entender que esas organizaciones saben mejor que nadie qué hacer con ese dinero. La manera tan pública en la que Mackenzie Scott lo ha hecho está inspirando a otras filántropas a reconsiderar y reimaginar cómo pueden donar, haciéndolo de manera audaz y poniendo a los receptores en el centro», señala Jeannie Infante Sager. Y apunta un dato revelador que va a determinar el futuro de las súper fortunas: las mujeres ya controlan el 36% de la riqueza en el mundo y la tendencia a su favor es exponencial. « La previsión es que las mujeres hereden el 70% de la riqueza en las dos próximas generaciones. A menudo, heredan dos veces: de sus padres y de sus maridos. Ahora, además, también son generadoras de riqueza. En Estados Unidos, el 40% ya ganan más que sus maridos. Hay muchísimo potencial para la filantropía», concluye. Y para salvar el mundo, en lugar de escapar de él.

Temas

Actualidad