Ottessa Moshfegh (Boston, 1981) es indudablemente una de esas escritoras con el cartel de ' voz de su generación ' que, sin embargo, se desmarca de algunas de las señas de identidad de sus contemporáneos (por ejemplo, la autoficción) y se sumerge en otras (la salud mental , la desesperanza) desde un punto de vista personalísimo. Son seña de identidad sus protagonistas difíciles de querer que se desprecian a sí mismos casi tanto como a los demás, una claustrofóbica primera persona en sus narraciones, un humor con colmillo y célebres episodios escatológicos no aptos para lectores aprensivos.
Mi año de descanso y relajación (2019) la consagró como una de esas autoras que conectan de manera privilegiada con el zeitgeist. Antes había publicado Mi nombre era Eileen (cuya adaptación cinematográfica, en la que participa Anne Hathaway , se encuentra en posproducción) tras una impactante primera novela corta, McGlue, en la que sentaba las bases de su estilo. Después llegaron La muerte en sus manos (2021) y Nostalgia de otro mundo, una colección de relatos que publicó en España hace solo unos meses Alfaguara, como el resto de sus títulos.
Moshfegh atiende a Mujerhoy desde casa, agotada tras un tour que le ha llevado a recorrer ocho ciudades estadounidenses para promocionar Lapvona, su última obra aún inédita en castellano y que escribió en los meses en los que no podía salir de casa. Afortunadamente, nos cuenta, un par de meses antes ella y su marido (el también escritor Luke Goebel) se mudaron a una casa de campo en Los Ángeles. Rodeada de naturaleza y de animales salvajes («tenemos osos, pájaros, ¡hasta coyotes!), a Moshfegh le dio tiempo a terminar un libro, poner en marcha un proyecto cinematográfico y hacerse vegetariana otra vez (pero, en esta ocasión, «de corazón»).
.MUJERHOY. Al margen de la sinopsis, ¿cómo describiría Lapvona en sus propias palabras?
OTESSA MOSHFEGH. Es una novela que se desarrolla a finales de la Edad Media en un lugar no especificado de lo que yo creo que sería Europa Oriental. La historia tiene lugar durante un año, un año muy especial para este pueblo. Empieza y termina en primavera y se divide por estaciones. Es una historia que se relata en tercera persona y hay un espectro de personajes. El principal, por decirlo de algún modo, es un chico adolescente llamado Marek. Al principio de la novela ejecuta un acto de violencia: al mismo tiempo un accidente y una decisión. Esto desencadena el resto del relato y cambia la historia de Lapvona.
MH. Además de ese protagonismo colectivo, por primera vez escribe una novela en tercera persona.
OM. En todas mis novelas me interesaba mucho escribir desde el interior del protagonista. Se puede saber mucho del personaje a través de lo que cuenta y de cómo lo cuenta. Pero durante la pandemia mi perspectiva varió. Y aunque estaba más aislada de lo que nunca había estado, mi visión del mundo había cambiado, se había expandido.
MH. Hay quien puede ver cierto paralelismo entre esa aldea medieval azotada por desastres naturales y dirigida por un cruel señor feudal y la situación de Estados Unidos durante la presidencia de Trump.
OM. Sí que se refleja el entorno político, al menos en Estados Unidos. Era tan intensamente… Desde el principio del proceso electoral, Trump pensó que la forma de hacerse con el poder era dividir a la gente. Cuando fue presidente continuó instigando la división y eso genera terror. Me impulsó a escribir sobre una comunidad dirigida por un megalómano al que no le importaba el bienestar de su pueblo. Hay algo tan absurdo en el hecho de que una persona tenga poder sobre millones de otras… En cierto modo tomé conciencia del peligro del fascismo en Estados Unidos cuando ya era adulta, en 2015. Empecé a ver este país no como ese lugar seguro para los oprimidos, sino como un lugar de opresión. Mi relación con mi país cambió muchísimo.
MH. ¿En qué sentido?
OM. Como primera generación de norteamericana [su padre es iraní y su madre de Croacia cuando aún formaba parte de Yugoslavia] estoy en una posición privilegiada porque puedo rechazar mucha parte de la historia y los valores de este país y seguir amándolo: me gusta el idioma, la forma en que los norteamericanos hablan, me gusta haber tenido la oportunidad de desarrollar una carrera, de decir lo que pienso, de expresarme de forma íntegra como artista. Si hubiera nacido en Irán dudo de que hubiera tenido estas oportunidades, pero no lo sé.
MH. De momento, en España lo último que hemos leído suyo, Nostalgia de otro mundo, es puro Ottessa Moshfegh en cada uno de sus relatos. Y eso implica visceralidad, olores y fluidos. ¿Vuelve a estos elementos para romper el tabú o porque te fascinan a la vez que te repugnan?
OM. Ambas cosas. Si una novela puede hacer no solo que pienses, sino que sientas, es fantástico. Me encanta esa intimidad con los personajes. Además, hay algo interesante en ese desagrado. Todos tenemos sistemas digestivos, pero hablar de ello suele ser bastante desagradable. Yo me planteaba: ¿podemos superar el asco que nos producen nuestros propios cuerpos, aceptar que somos animales humanos, y analizar las cosas más tóxicas, como la corrupción o la gestión de los recursos, que necesitamos resolver?
MH. ¿Cree que este aspecto de su escritura llama más la atención porque eres una mujer?
OM. ¿Tú piensas que los hombres escriben de esta forma visceral o solo soy yo la que lo hace? Se habla de violaciones, torturas, asesinatos… Quizá yo no lo estoy haciendo de la misma forma y por eso la gente es más sensible. Sí que puede ser una cuestión de género. Chuck Palahniuk, Stephen King… son escritores que durante muchos años han aterrorizado y asqueado a muchísima gente. La verdad es que no sé cómo responder a esta pregunta… Así que te lo preguntaría a ti, ¿tú qué crees?
20 de enero-18 de febrero
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