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Tan famoso por su adicción a la polémica como por su capacidad para hacer amigos, Elon Musk añadía hace unos días un nuevo nombre a su larguísima lista de enemigos mientras desvelaba, de paso, su siguiente movimiento estratégico: «¿Existe algo peor que LinkedIn? A veces me envían links, pero el nivel de vergüenza ajena que me producen es tal que no me atrevo a abrirlos y pido que me envíen el currículum por correo electrónico. Nos aseguraremos de que el competidor X de LinkedIn sea guay«.
Eso es: X (o lo que hasta julio todos conocíamos como Twitter) aspira a desafiar el monopolio de LinkedIn y a convertirse en la red profesional dominante del futuro. Y ya ha empezado a dar los primeros pasos en ese sentido: X Hiring ya funciona en su versión beta permitiendo que las empresas con cuentas verificadas puedan publicar anuncios sobre puestos de trabajo vacantes y llegar así a millones de usuarios. De hecho, la red social antes conocida como Twitter ha empezado a recopilar información profesional de sus usuarios y ha explicado que también quiere acceder a sus datos biométricos para garantizar la seguridad de las comunicaciones entre las compañías y los candidatos. Pero esto solo es el principio de lo que Musk pretende hacer con X.
Aunque controvertido e insonsable (¿por qué querría nadie liquidar una de las marcas más reconcibles de la historia?), el rebranding consumado en julio no es algo improvisado. De hecho, viene de lejos. Musk fundó el banco online X.com en 1999, marca que después cayó en desuso al fusionarse con PayPal, pero que en 2017 el magnate recuperó al adquirir el dominio X.com. Y el proyecto empezó a tomar forma en su cabeza. Después de desembolsar 44.000 millones de dólares por Twitter (que ha perdido dos tercios de su valor desde que Musk está al mando) Musk ya adelantó que sus planes trascendían a la red social. «Comprar Twitter es un acelerador para crear X, la app para todo», dijo poco después de cerrar la operación.
Sin embargo, el concepto no es nuevo. De hecho, arrasa en China desde hace años. WeChat, con más de 1.000 millones de usuarios en el continente asiático, es exactamente eso: una plataforma que soporta servicios de mensajería y voz, videollamadas y redes sociales al estilo de Twitter o Instagram, pero también permite realizar pagos, encargar comida, comprar ropa, reservar billetes de avión, gestionar suscripciones… Y mucho más.
Musk nunca ha ocultado que ese es su modelo: «Si vives en China, vives en WeChat. Lo hace todo. Es algo así como Twitter más PayPal más un montón de cosas más todas juntas. Es una aplicación excelente, y fuera de China no existe nada igual».
Pero una cosa es decirlo y otra muy diferente llevarlo a la práctica esquivando las diferencias culturales, el escrutinio regulatorio y desafiando los límites del sistema financiero. Se trata de una operación complejísima que antes que Musk ya intentaron con escaso éxito Mark Zuckerberg o los fundadores de Uber y Snap. Pese a todo, Musk insiste: «Si se hace bien, X podría cubrir las necesidades financieras de la gente hasta tal punto que, con el tiempo, podría convertirse en la mitad del sistema financiero global», vaticinaba Musk recientemente en un podcast.
La súper app podría funcionar como un sistema operativo en sí mismo, parecido a Android o iOS, con todo tipo de servicios bajo el mismo logo que permitirá desde hablar con tus contactos y hacer la compra on-line a pagar la hipoteca y consultar las noticias.
La principal aliada de Musk para llevarlo a caso es Linda Yaccarino, CEO de Twitter (y ahora de X) desde junio. «X es el estado futuro de interactividad ilimitada centrada en audio, vídeo, mensajería, pagos y banca que creando un mercado global de ideas, bienes, servicios y oportunidades. Impulsado por la inteligencia artificial, nos conectará a todos de formas que apenas podemos empezar a imaginar», explicó Yaccarino en julio.
De hecho, su desafío a LinkedIn solo es el principio. YouTube es el siguiente en la lista. Musk también quiere competir con la plataforma de vídeo y ya permite a sus usuarios verificados compartir post de mayor extensión que podrían derivar en un servicio de noticias propio o en una plataforma para la lectura de textos largos o, incluso, libros. Aunque, como decía hace unos días el New York Times, a primera vista la app para todo es un projecto quijotesco, todos los que ha liderado Musk (desde Tesla a SpaceX) lo son. Además, es el proyecto quijotesco del hombre más rico del mundo.