polémica
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El fenómeno Taylor Swift no parece conocer límites: protagonista de la gira más rentable de la historia de la música, con cuatro discos en el top 10 de manera consecutiva y capaz de amasar una fortuna personal de más 1.100 millones de dólares, en el último año ha ocupado la portada de la revista Time por ser la persona de año y la quinta posición entre las mujeres más poderosas del planeta, solo por detrás de líderes globales como Ursula von der Leyen, Christine Lagarde, Kamala Harris o Giorgia Meloni. Por no hablar, claro, de su mediático romance, Super Bowl mediante, con Travis Kelce.
La increíble fuerza gravitacional de Swift parece capaz de engullirlo todo a su paso. Puede, incluso, que a sí misma. Esa es, precisamente, la tesis que sostienen algunos. Por ejemplo, el New York Times. El punto de inflexión era, hace unos días, el lanzamiento de su último disco: The Tortured Poets Department.
RESUCITADA POR BARBIE Y DUNE
Una cosa es cierta: el álbum doble, que contiene 31 canciones inéditas, ha tenido una acogida significativamente menos entusiasta de la que, habitualmente, suelen recibir los discos de la cantante. El podcaster y productor discográfico Nathan Hubbard resumía el sentimiento general de críticos y algunos fans al definir el trabajo como un «secuestro» en referencia a su excesiva duración.
En general, se acusa a Swift de producir demasiado y demasiado rápido, de volver sobre los temas de siempre (más rupturas y más melodramas románticos), de ser excesivamente verborréica o de sonar como algunos de sus éxitos de siempre. En definitiva, de haber puesto en el mercado uno de sus trabajos más deficientes.
Además de la beligerancia habitual de las redes sociales –donde hasta algunos de sus fans más acérrimos reconocen que no es su disco más brillante– una de las críticas menos amables se publicaba hace unos días en las páginas del diario más prestigioso del planeta.
«Para algunos, este diluvio constante que ha llegado a su punto álgido en el último año, está empezando a convertirse en un nuevo (y antes impensable) sentimiento: fatiga de Taylor Swift. Es un sentimiento que se ha solidificado on-line en los días posteriores al lanzamiento de The Tortured Poets Department, que se ha transformado de un álbum de 16 canciones en una epopeya de 31 temas y dos horas», escribían los periodistas Matt Stevens y Shivani González recogiendo el testimonio de críticos y seguidores de la cantante en un artículo titulado: 'Taylor Swift ha dado mucho a sus fans. ¿Es finalmente demasiado?'.
La relación entre Swift y el New York Times ha hecho correr ríos de tinta en los últimos meses. Sobre todo, después de que el diario neoyorquino publicara en enero un extenso reportaje firmado por Anna Marks en el que se especulaba abiertamente sobre la orientación sexual de la estrella. «Aisladamente, una solo horquilla quizá carezca de sentido o sea accidental, pero consideradas en su conjunto, son un moño de bailarina que se deshace tras una larga actuación», escribía tirando de metáfora Marks para justificar su teoría de que Swift es, en realidad, lesbiana, pese a que ella lo ha negado públicamente en varias ocasiones.
Marks echaba mano de toda clase de supuestos indicios para sostener su teoría: las crípticas letras de sus canciones, los supuestos falsos noviazgos, el uso de los colores de la bandera LGTBI+... Pero también de sus motivaciones: desde querer preservar su influencia cultural hasta evitar perder su tirón comercial a fuerza de no enfurecer a su fan base más conservadora.
Ahora, defienden la tesis de la fatiga swiftie. Pero esa también es una teoría difícil de apuntalar cuando los datos demuestran justo lo contrario. En su primer día, The Tortured Poets Department acumuló 300 millones de reproducciones en Spotify. Un récord en la plataforma. Otro más. Una semana después, ya sumaban 1.000 millones. No parecen los síntomas de una fatiga crónica, sino de un fenómeno cultural que todavía no ha alcanzado su límite.