Georgina Amorós con chaqueta abotonada con mangas farol, de Louis Vuitton. /
«Sé rico en vivir». Este reclamo de un anuncio de lotería podría arrogárselo Georgina Amorós (Barcelona, 1998), a quien muchos aún recuerdan –no sin poca nostalgia, según reflejan sus redes– por su papel de Cayetana en Élite [años 2019 a 2022]. Dos series, varias obras de teatro y cuatro películas después del pelotazo juvenil, paladea el placer de « no ser actriz todo el rato» y, lo más difícil, de «estar tranquila con eso».
Y «eso» le ha llevado a pintar, apuntarse a prácticas de moto o regalarnos unas horas de su tiempo, en las que la observamos moviéndose con gracilidad entre brillos, hombreras y tejidos vaporosos. « Me divierte mucho la moda. Por ejemplo, esta colección de Louis Vuitton . Hay algo en estas estructuras que te cambian la personalidad», enfatiza.
En pantalla, pronto la veremos en la piel de Ana de Austria, reina de Francia, esperando a ser rescatada por tres mosqueteras en una cinta, Toutes pour une [Houda Benyamina], que se apropia en clave feminista de la famosa novela de Alejandro Dumas y que se estrenaba en enero en el país vecino.
«La directora quiso hacer una adaptación completamente libre de una obra mítica de la literatura francesa para incluir a las mujeres en relatos de este tipo. No están porque no había hueco para que escribieran y, por lo tanto, existían muchos menos personajes femeninos», explica Georgina, que nos muestra uno de los libros que le sirvieron de inspiración para su papel regio, Amantes y reinas. El poder de las mujeres, de Benedetta Craveri. «Habla de mujeres que durante la historia, ya sea en primer plano o detrás de un hombre, como es el caso de numerosas reinas o amantes favoritas de reyes, ejercían mucho poder. Esto siempre se ha omitido, así que fue muy interesante encontrarme con una obra que pone cara a las protagonistas que estuvieron ahí. No es que no haya habido mujeres en la historia; lo que pasa es que hay que darles un espacio, como ha hecho Houda».
MUJERHOY. ¿Cómo fue la experiencia de rodar en Francia?
GEORGINA AMORÓS. Muy especial, porque supuso hacer cosas nuevas por primera vez, como actuar en francés –un reto porque nadie en el equipo hablaba español–, montar a caballo o bailar flamenco. Pero no dudé ni un momento cuando me lo ofrecieron. Prefiero arrepentirme de haber hecho cosas que de no hacerlas, ya que viviría con una gran incógnita. La vida es tan corta que para qué quedarte con preguntas. Mejor, vivirlo todo.
¿Le gusta el cine galo?
Es una industria que me fascina. De siempre. En el colegio estudié francés porque quería hacer cine allí. Y te estoy hablando de bachillerato. Está todo muy depurado, muy concentrado. Entonces, lo que sale es oro. No hacen falta grandes piruetas; si el guion es bueno y está bien contado, una historia sencilla puede ser un tesoro. Soy muy fan de Maïwenn –ADN: la raíz del amor y Mi amor me marcaron muchísimo– y de Céline Sciamma. Su película Petit Maman me encantó.
En su currículum hay bastante paridad entre directores y directoras. ¿Aprecia alguna diferencia a la hora de rodar?
Noto muchísimo cuando un equipo de rodaje no está equilibrado. Tengo 26 años y he tenido la gran suerte de crecer en sets donde había muchísima igualdad. Para mí eso era lo normal. Me pasó algo muy curioso en un proyecto que hice no hace mucho. El 80% del equipo eran hombres y noté mucho la diferencia en la energía que había, la forma de comunicar las cosas y de relacionarse. No es un ataque. Es simplemente que hay algo energético. Cuando hay equilibrio, me siento más a gusto, más segura, no únicamente bajo la mirada masculina. También porque, como actriz, muchas veces nos toca ponernos en una posición bastante vulnerable en el rodaje.
Esa energía especial también reconoce que la siente en el teatro. ¿Son las tablas su lugar seguro?
Sin duda, pero sobre todo es un espacio de expansión y de creatividad, donde el juego tiene toda la cabida del mundo. A mí el teatro me encanta. Siento que me nutre creativamente [tiene en cartera un proyecto para el año que viene, pero considera que es pronto para hablar de ello, y el pasado octubre triunfaba con Juana de Arco]. A veces en el audiovisual, por los tiempos y demás, no suele haber procesos muy largos de ensayo; requiere ir al grano, al resultado, sin dar muchas vueltas. El teatro es todo lo contrario: buscar, probar, equivocarse... para mí, eso es el arte. El ensayo y el error. Lo mismo sucede en la vida. Si no te equivocases, no llegarías a lo que viene después. Es un poco la ley de las luces y las sombras: si no pasas por las sombras, cuando llega algo brillante no brilla tanto.
Georgina se encuentra bajo un cielo vital escampado, pasado el fenómeno Élite, que acabó con algún nubarrón. «Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que la presión al salir de la serie me la puse yo misma, más que la propia industria. Para mí era muy importante escoger con precisión los trabajos que quería hacer, definir muy bien mi carrera para que me llamaran del tipo de proyectos que yo buscaba. Sin ser consciente, me estaba poniendo límites. Ahora tengo puesto el foco en trabajar y en disfrutarlo. Me gusta tanto mi oficio que estoy agradecida».
¿Cómo lleva los momentos de parón?
Son difíciles, pero van a surgir inevitablemente. Al final, mi profesión viene con esto. Ya lo sabía cuando la escogí. Lo fácil es trabajar y estar ocupado. No nos han enseñado qué hacer con el tiempo libre.
Mal llamado tiempo «muerto»...
¡Exacto! Lo iba a llamar así y he pensado que no, porque es todo lo contrario: tiempo que te puede ofrecer lo que tú quieras. Lo que pasa es que, desde la sociedad del consumo y de la productividad, se nos hace sentir culpables por no estar trabajando. Para mí, está siendo un aprendizaje saber parar y estar tranquila y disfrutando de todo el tiempo que tengo; es un lujo. Puedo viajar, pintar, me he puesto a hacer prácticas de moto. Es ridículo que nos encontremos con momento donde tenemos tiempo y que lo que nos dé sea ansiedad.
La actriz lleva abrigo ligero de gasa estampada, body, falda mini y sandalias Legacy, todo de Louis Vuitton. /
¿Ha subsanado su relación con las redes sociales? [En 2019 abandonó el extinto Twitter por los mensajes amenazantes que recibía a causa de su personaje en Élite].
No te creas, sigo ahí... Este es un gran tema. Nos las han tirado a la cara y no nos han dado las herramientas para gestionarlas. Tienen cosas positivas, pero por otro lado también resultan peligrosas, sobre todo para la gente joven, porque generan mucha adicción y pueden ser perjudiciales para nuestra salud mental. Es importante, no sé si desde la política, que se empiece a poner el foco en ellas para regularlas.
¿Cómo ve a su generación, la Z, la de los nacidos entre 1997 y 2010?
Nos ha tocado vivir todo este auge de las redes, que al final nos ha aislado de lo colectivo para hacer que prestemos más atención a nuestro ego y a la imagen que proyectamos. Tenemos que aprender a surfear este efecto para no quedarnos ensimismados con nuestro ombligo. Pero también creo que ser una generación hiperconectada nos ha dado una conciencia del mundo en el que vivimos que otras generaciones no tenían. Pienso en cuando ocurrió la DANA en Valencia. Muchísima gente de la que se fue a ayudar eran jóvenes, y a mí eso me emocionó. Tenemos que intentar estar más en este tipo de cosas, que son las que al final nos unen, en lugar de en el aislamiento, que es la parte oscura de nuestros tiempos. Deberíamos pensar en comunidad.
Y tal y como está el mundo, ¿le dan ganas de bajarse?
¡Todo lo contrario! Me entran ganas de luchar y de despertar, darnos cuenta de que tenemos el poder de cambiar cosas. Por ejemplo, con todo el tema de Elon Musk y X, igual si nos vamos todos de ahí se le acaba el chiringuito. Me sale luchar y decir: «¡Vamos a cambiarlo!». No caigamos vencidos y démosle la vuelta a la situación. Hay algo de la política que la gente joven sentimos que no va con nosotros. Hace unos años hice una campaña que se llamaba Por un solo voto, precisamente para animar a los jóvenes a salir a votar. Somos el futuro, así que tenemos que responsabilizarnos del mundo en el que vivimos.
«Mi profesión no me define», ha dicho en alguna entrevista. Suena a buscar un sentido más allá de ella...
Me gustaría hacer una puntualización sobre esto. No es literal. Obviamente, mi profesión me define, pero no quiero que sea lo único que lo haga. Soy actriz y es lo que hay, pero no quiero limitarme exclusivamente a un área y dedicar a eso el resto de mi vida. Necesito tener otras pasiones. Precisamente, escogí esta profesión porque me encanta descubrir cosas: equipos y personajes nuevos, otras realidades. Entonces, ¿quién sabe? Igual en 20 años me está divirtiendo muchísimo otra cosa.
Profesionalmente, ¿de qué tiene ganas ahora mismo?
He estado viendo La vida breve y Su Majestad, y me ha dado mucho gusto disfrutar de la comedia bien hecha. Me gusta pasármelo bien y me apetece volver a hacer algo así [recuerda su trabajo junto a Yolanda Ramos, que hacía de su madre en Benvinguts a la familia, de TV3. «Es la persona más graciosa del planeta. La admiro muchísimo»]. El humor nos salva. A mí la buena comedia me ha salvado en los momentos más oscuros de mi vida. Me acuerdo, por ejemplo, de Veep, una sátira política sobre la vicepresidenta de Estados Unidos. A mí me da la vida.
Y en lo personal, ¿a qué aspira?
A estar tranquila con el hecho de no ser actriz todo el rato. Y a ir encontrando otras cosas que me hagan feliz.